Los malayos originales no tienen apellido. Llevan nombre propio y, luego de un prefijo que indica si se trata de hombre o mujer, usan el nombre propio de su progenitor. Otra cosa son los descendientes de chinos o indios, que usan otras modalidades para distinguirse.
Mahathir bin Mohamad, malayo de pura cepa, no ha sido simple observador del último siglo de vida de su tierra natal, sino protagonista de su historia. Se crio en el hogar de un maestro de escuela, algo que influyó enormemente en su interés por leer todo lo que pasara frente a sus ojos. También en su deseo de buscar el ejercicio de un liderazgo que permitiera extender a los malayos la aspiración de ser algo más que pescadores o agricultores destinados a esperar buenos vientos y buenas lluvias para progresar.
Tan lejos llegó en su propósito que, además de graduarse como médico, emprendió una carrera política que ha durado ochenta años todavía no culmina. Trayectoria que le ha valido ser considerado, sin discusión, como “El Padre de la Modernización” de Malasia, reconocida internacionalmente como uno de los “Tigres Asiáticos”.
El logro de semejante meta estuvo precedido de vivencias que le permitieron a Mahathir apreciar en su niñez la sumisión de su región del mundo al Imperio Británico, en disputa con otros imperios por el control del Estrecho de Malaca, vivir en su juventud la ocupación japonesa con motivo de la Segunda Guerra Mundial, y luego las vicisitudes de la independencia nacional, las difíciles definiciones territoriales de un país dividido entre una parte peninsular, que prácticamente comparte con Singapur, y otra insular que a su vez comparte con Indonesia y Brunéi. También la experiencia del diseño de un nuevo Estado como tantos que resultaron del proceso de descolonización en los años sesenta del siglo pasado.
Al cumplir en julio de 2025 cien años de vida, Mahathir se puede equiparar a esos personajes legendarios que diseñaron países a partir de elementos antiguos en cuanto a la trayectoria de sus pueblos, pero recién llegados a la comunidad internacional en la era de las democracias tipo occidental y del desarrollo capitalista. Con el ingrediente adicional, en el caso de Malasia, de la concurrencia de la población original malaya con pobladores chinos e indios trasladados allí por los británicos como mano de obra, o emigrantes en busca de un mejor destino.
Mahathir fue primer ministro en dos oportunidades y, sin haberse retirado de verdad de la política ni dejado de influir en las grandes discusiones nacionales, gobernó efectivamente durante 24 años, primero entre 1981 y 2003, la época del gran impulso al desarrollo, y luego, a los 93 años, entre 2018 y 2020, para consolidar los frutos de su proyecto político y económico, y fortalecer la significación internacional de su país no solamente en el sudeste asiático y el Pacífico, sino en el mundo islámico y lo que han dado en llamar ahora “el Sur Global”.
La trayectoria política de este hombre cargado de audacia comenzó en 1970 cuando publicó, bajo el título de “El dilema malayo”, un libro dirigido a la comunidad de los malayos del país, un 55%, en el que criticaba su conformismo con el relego a condición de ciudadanos de segunda clase, afectada por la pereza y la dejadez, que conducía a esperar que los gobiernos se ocuparan de la solución de los problemas de un bienestar por el cual no eran capaces de luchar. Esto, mientras la población de origen chino, que representaba el 35%, e inclusive la de origen indio, 9%, aprovechaban oportunidades de negocios e iban camino de convertirse en dueños del país.
El propósito de “acción afirmativa” en favor de la comunidad malaya, que llevó luego a cabo como gobernante, con la apropiación de cuantiosos recursos destinados a incrementar emprendimientos por parte de esta, no dejó de producir desajustes en la armonía interna con las otras comunidades. Problema que subsiste y es tarea pendiente para futuras generaciones que ven en el radicalismo malayo y musulmán un obstáculo de suficiente profundidad social para un futuro mejor.
Su tarea como director del proceso de la economía nacional agrupa las principales realizaciones del gobernante. Cuando llegó al poder, bajo un sistema parlamentario copiado del de Westminster, bajo un rey elegido entre los Sultanes de nueve provincias, que se turnan en ese cargo de valor simbólico, Malasia dependía de la exportación de caucho y estaño, cultivados por los británicos, madera, aceite de palma y petróleo.
En lugar de pequeñas reformas inocuas, Mahathir abrió el país a la inversión extranjera, vinculó la economía nacional a las cadenas de suministro globales y desarrolló una infraestructura de proporciones y calidad sobresalientes. Al mismo tiempo llevó a cabo, en medio de crisis internacionales como la de 1997, un manejo financiero relativamente autónomo, o al menos por fuera de los dictados del Fondo Monetario Internacional. Todo lo cual, en suma, mejoró dramáticamente el PIB per cápita, que ha pasado de 1.900 dólares anuales en 1980 a 12.500 en años recientes.
A lo largo de su carrera, que le permitió cosechar seis victorias en elecciones generales, cinco de ellas seguidas, sería difícil que el protagonista de tanta acción hubiera estado exento de controversias y dificultades, principalmente derivadas de su radicalismo en defensa de los valores tradicionales asiáticos estrechamente vinculados con el islam.
Con frecuencia salió también a flote la crítica a su talante en ocasiones considerado autoritario, su rivalidad con el sistema judicial dentro del marco del debido equilibrio de poderes, su lucha contra la cleptocracia suscitada como efecto lateral de su apertura económica, y el manejo interno de los partidos y alianzas en los que militó.
Dentro de las controversias célebres que protagonizó figura su confrontación con el gobierno Thatcher en torno a los subsidios a estudiantes malasios en universidades británicas, que fueron eliminados, ante lo cual Mahathir desató una campaña antibritánica contundente en materia comercial. También se registra la caída en desgracia de su antiguo aliado y posible sucesor, Anwar Ibrahim, a quien destituyó en 1998 y ordenó procesar, así como la reforma constitucional que levantó la inmunidad de los reyes, ante los abusos en los que incurrieron algunos monarcas o miembros de su familia que, con pistola al cinto, protagonizaron acciones criminales. Todo para saber que uno de los últimos actos de la vida pública de Mahathir fue la “reconciliación” con Anwar, que por fin consiguió la meta de ser primer ministro de Malasia, cargo que ocupa en la actualidad.
Las entrevistas de Mahathir Mohamad con motivo de sus cien años no dejan de ser sorprendentes por la lucidez de sus respuestas, cargadas de experiencia y tal vez ya sin la pugnacidad que fue necesario acopiar para ganar tantas batallas políticas y abrirle paso a su país en el escenario internacional.
Ante la pregunta reiterada del “secreto” de su longevidad, con motivo del centenario ya cumplido, Mahathir no alardea de contar con fórmula especial y simplemente recuerda el haber sido moderado en el comer, haber ejercitado la mente sin pausa, caminado de manera cotidiana y ahora ser llevado en bicicleta de “tándem” para garantizar su ejercicio sin el riesgo de caer.
El centenario líder ha sido un realizador; no uno de esos fantasiosos ególatras convencidos de sus propios engendros retóricos pero incapaces de hacer cosas, grandes y pequeñas, que le sirvan a la gente de verdad. Un verdadero transformador, capaz de haber metido a su país en el Siglo XXI, en lugar de echarlo para atrás, como hubiera resultado si hubiera insistido en una retórica pesimista, anacrónica e inconducente al desarrollo, devolviendo el reloj de la historia de Malasia varias décadas atrás.
Eduardo Barajas Sandoval
Eduardo Barajas Sandoval
• Graduado de la Facultad de Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
• Magister en Política y Gobierno de América Latina de la Universidad de Essex, Inglaterra.
• Magister en Empresas Públicas y Desarrollo del Instituto Internacional de Administración Pública de París.
• Secretario de la Comisión Revisora del Código de Comercio.
• Miembro del Equipo de Ombudsman de la Presidencia de la República.
• Subdirector de la Corporación Autónoma Regional de la Sabana de Bogotá y de los Valles de Ubaté y Chiquinquirá. (CAR)
• Jefe de la Oficina de Organización de la Administración Pública de la Presidencia de la República.
• Asesor de la Secretaría General de la Presidencia de la República.
• Rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
• Secretario General del Ministerio de Gobierno. (Hoy del Interior)
• Secretario del Consejo Nacional de Seguridad.
• Secretario del Comité Nacional de Garantías Electorales.
• Cónsul General de Colombia en Atenas, Grecia.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Helénica, Grecia.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Popular Socialista de Albania.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Islámica de Irán.
• Secretario de Educación del Distrito Capital de Bogotá.
• Miembro del Consejo Directivo de la Universidad de Boyacá.
• Presidente del Consejo Superior de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
• Presidente del Consejo Superior de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
• Miembro vitalicio de la Academia Olímpica Colombiana.
• Decano fundador de los programas de Ciencia Política y Gobierno, Relaciones Internacionales y Gestión y Desarrollo Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Fundador de la Revista “Desafíos” de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Fundador de la Maestría y el Doctorado en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
• Vicerrector de la Universidad del Rosario.
• Vicepresidente de la Sociedad Mundial por la Ekística.
• Presidente de la Asociación Colombiana de Estudios Canadienses.
• Moderador del Observatorio de Actualidad Internacional de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Columnista del diario El Espectador.
• Columnista del diario El Informador de la ciudad de Santa Marta.
• Profesor Titular y Profesor Emérito de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Distinguido con la Orden del Fundador del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.