Aislado por sus propias equivocaciones, un presidente al que muchos consideraron omnipotente se ve obligado a maniobrar sobre una cuerda floja, no solamente para evitar su caída, que muchos reclaman, sino para darle alguna forma institucional a entuertos políticos sin aparente salida.
Contra todas las predicciones, Emmanuel Macron volvió a designar primer ministro de Francia a Sébastien Lecornu cinco días después de haber aceptado su renuncia a ese mismo cargo, del que dimitió menos de un mes antes de su primer nombramiento y catorce horas después de haber presentado en público su gabinete. Parece un galimatías, y lo es.
Como quien busca pasar por encima de un abismo con la ayuda de una cuerda flexible, los recientes movimientos del presidente francés van a contracorriente de la sabiduría política convencional, pero se pueden entender de alguna manera en la lógica presidencial. Esto si se tiene en cuenta que Francia no funciona bajo un modelo de gobierno parlamentario típico y tampoco bajo uno típicamente presidencial.
La situación presente da para que Macron adopte una conducta que sorprende a los parlamentaristas puros, que esperan como cosa normal que, cuando no hay un ganador absoluto, los partidos afines corren a buscar alianzas para armar un programa de gobierno que cuente con apoyo mayoritario. Solo que esa no es la tradición ni la experiencia de Francia. Allí, si algún partido hubiera conseguido mayoría parlamentaria, el presidente habría tenido que llamar al jefe de ese partido, así fuese opuesto al suyo, a presidir un gobierno, reservándose de pronto la orientación a grandes trazos de la política exterior. La conocida “cohabitación” entre presidente y primer ministro de partidos diferentes.
El hecho de que ningún partido hubiera conseguido mayoría absoluta es una novedad en Francia. Razón por la cual el jefe del Estado no tenía estrictamente obligación política ni institucional de pedirle la formación de un gobierno a ningún partido, pues todos estaban lejos de la cifra requerida. Aunque la izquierda, que quedó de primera, sin mayoría, en los últimos comicios, esperaba una interpretación de las elecciones a su favor y ha reclamado que la dejen intentar formar un gobierno, que sería en todo caso minoritario.
Macron ha insistido en encargar a gentes de su partido, o de partidos cercanos, la formación de gobiernos que, luego de formar una “base común”, han caído pues las extremas derecha e izquierda los han tumbado cuando llegan a pedir la aprobación de proyectos, principalmente presupuestales, conforme a una distribución de recursos que no les gusta.
Ahora el presidente tomó la decisión de nombrar otra vez como primer ministro al mismo que acababa de renunciar en medio de una tormenta en medio de la cual se plantearon tres salidas posibles: la disolución del parlamento, con lo cual se volvería al incierto dictamen de las urnas, la cohabitación con un primer ministro proveniente de uno de los partidos de oposición, aunque no tuviese mayoría absoluta, o la dimisión misma del jefe del Estado, que no es una salida prevista para casos de crisis política.
No faltó inclusive quien pensara que, ante el impase de la insostenibilidad reiterada de hacer andar gobiernos sin mayoría en la Asamblea Nacional, sería necesario dar por cerrado el ciclo de la Quinta República, abolir la Constitución y entrar de una vez, en medio de la misma falta de claridad política del momento, a discutir el diseño de una Sexta. Algo que, ya se sabe, suele ser propuesta de impotentes que prefieren patear el tablero para producir una rebatiña mayor, en lugar de manejar las complejidades de problemas que tienen solución. Problemas que solo requieren laboriosidad, ingenio y flexibilidad de la que son incapaces.
Todas esas “lecturas” de la situación llevaban el denominador común de ser hechas desde una perspectiva acentuadamente parlamentaria y olvidaban que otra cosa podía pensar el presidente de la república, quien, en el sistema diseñado por y para el General De Gaulle, tiene fundamentalmente la potestad de ubicarse, en medio de una crisis, por encima de los partidos, y obrar como garante de la vigencia de la institucionalidad.
El presidente sigue caminando sobre una cuerda floja, y sus dotes de equilibrista están a prueba. A las críticas por la insistencia en poner a dirigir un gobierno a quien no le fue posible gobernar hace apenas unos días, se sumaron alejamientos políticos, con sabor a vergüenza ajena, de dos de sus antiguos primeros ministros. Gabriel Attal, “víctima” de la súbita disolución de la Asamblea en 2024, con la que comenzó todo este drama, y quien sigue siendo el jefe de la bancada macronista en el parlamento, dijo no entender los designios del jefe del Estado. El otro, Edouard Philippe, ahora candidato presidencial, fue más allá y sugirió que, arreglado el asunto del presupuesto para el año entrante, el presidente debería discretamente renunciar.
La oposición, tanto la de derecha como la de izquierda radicales, se mantuvieron en su raya contra la idea presidencial de maniobrar en busca de acuerdos de centro, reclamaron cohabitación, en el caso de la primera, con un jefe de gobierno de la Francia Insumisa, y la vuelta a las urnas en el caso de la segunda, con la esperanza de obtener eventual mayoría parlamentaria.
Cada quién con sus razones, y sus ambiciones, sacó a relucir las manifestaciones más extremas de la lívido del poder, que implica no solamente plantear de manera intransigente las posturas propias sino hacer todo lo posible para que al gobernante le quede imposible realizar su tarea.
En ese contexto de lívido política exaltada, Macron, en lugar de apresurarse a disolver la Asamblea Nacional, convocó a las fuerzas más afines con su partido a una conversación que permitió nombrar de nuevo a Sébastien Lecornu, para que intente, otra vez, la formación de un gobierno. De ese propósito se apartaron Los Republicanos, que tenían en el primer gobierno Lecornu el Ministerio del Interior en cabeza de su jefe Bruno Retailleau.
Los parámetros de orientación para el segundo gobierno de Lecornu, a quien todos consideran “soldado macronista” leal a toda prueba, difieren de los de la vez anterior. Ahora tiene “carta blanca” para hacer concesiones como la de no insistir en una reforma pensional que, con el aumento de la edad de retiro, ha estado en el centro del programa de los gobiernos afectos al presidente y con lo cual se podría, en principio, tener el apoyo del venido a menos Partido Socialista. Si el soldado fiel consigue que, gracias a las concesiones hechas a quienes le rodean, puede armar ahora sí un gabinete que no se le caiga y hacer aprobar un presupuesto para 2026, Macron podría sobrevivir políticamente hasta el final de su mandato.
Entretanto, aferrado a la idea de que su centrismo es el mejor proyecto para Francia, el presidente sigue dando pasos cortos de equilibrista sobre un abismo, contra los fuertes vientos de una oposición implacable desde los extremos, la posible nueva insuficiencia de Lecornu y una impopularidad creciente que podría desembocar en un movimiento ciudadano que resuelva lanzarse a fondo en búsqueda de su dimisión.
Eduardo Barajas Sandoval
Eduardo Barajas Sandoval
• Graduado de la Facultad de Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
• Magister en Política y Gobierno de América Latina de la Universidad de Essex, Inglaterra.
• Magister en Empresas Públicas y Desarrollo del Instituto Internacional de Administración Pública de París.
• Secretario de la Comisión Revisora del Código de Comercio.
• Miembro del Equipo de Ombudsman de la Presidencia de la República.
• Subdirector de la Corporación Autónoma Regional de la Sabana de Bogotá y de los Valles de Ubaté y Chiquinquirá. (CAR)
• Jefe de la Oficina de Organización de la Administración Pública de la Presidencia de la República.
• Asesor de la Secretaría General de la Presidencia de la República.
• Rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
• Secretario General del Ministerio de Gobierno. (Hoy del Interior)
• Secretario del Consejo Nacional de Seguridad.
• Secretario del Comité Nacional de Garantías Electorales.
• Cónsul General de Colombia en Atenas, Grecia.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Helénica, Grecia.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Popular Socialista de Albania.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Islámica de Irán.
• Secretario de Educación del Distrito Capital de Bogotá.
• Miembro del Consejo Directivo de la Universidad de Boyacá.
• Presidente del Consejo Superior de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
• Presidente del Consejo Superior de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
• Miembro vitalicio de la Academia Olímpica Colombiana.
• Decano fundador de los programas de Ciencia Política y Gobierno, Relaciones Internacionales y Gestión y Desarrollo Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Fundador de la Revista “Desafíos” de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Fundador de la Maestría y el Doctorado en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
• Vicerrector de la Universidad del Rosario.
• Vicepresidente de la Sociedad Mundial por la Ekística.
• Presidente de la Asociación Colombiana de Estudios Canadienses.
• Moderador del Observatorio de Actualidad Internacional de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Columnista del diario El Espectador.
• Columnista del diario El Informador de la ciudad de Santa Marta.
• Profesor Titular y Profesor Emérito de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Distinguido con la Orden del Fundador del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.