Sobre un lago inverosímil, al oriente del Mar de Mármara, esto es de mármoles, al comienzo de su travesía de Anatolia camino del Indo, oficiales de Alejandro Magno fundaron una aldea que con el tiempo vino a ser Nicea, capital bizantina y después otomana, donde hacen hoy las mejores artesanías de porcelana, bajo el nombre turco de Iznik.
En ese mismo lugar, en la etapa fundacional del cristianismo como religión de Estado, Constantino el Grande ordenó que se convocara un Concilio Ecuménico para arreglar de una vez por todas las diferencias que, en torno a creencias fundamentales, amenazaban con una división peligrosa de los rebaños de la naciente religión, comprometida con el poder del Imperio Romano que tendría sede en Constantinopla, a menos de cien kilómetros de allí.
La discusión principal giraba en torno a la naturaleza y condición divina de Jesús. Asunto que se arregló con una derrota contundente del “Arrianismo”, impulsado por el presbítero Arrio, que proclamaba la naturaleza humana del Salvador. Triunfó la tesis de Alejandro de Alejandría, cristólogo por excelencia, que consideraba a Cristo como hijo de Dios y del mismo nivel del Padre. De ahí salió el Credo de Nicea, factor de unión de los cristianos hasta que más tarde surgió el famoso asunto del “filoquio”, sobre el Espíritu Santo, epicentro del gran cisma que apartó a la Iglesia Católica Ortodoxa Oriental de la Católica Romana; pero ese es otro asunto.
La reciente visita del Papa a Turquía revestía significados de importancia en diferentes aspectos. Desde el punto de vista político, León XIV es jefe del Estado Vaticano, que juega papel diplomático importante en muchos tableros, dentro de los cuales la región limítrofe entre Europa y Asia, que incluye el Oriente Medio, con comunidades cristianas y católicas romanas atrapadas, en unos lugares con más fortuna que en otros, en el mar del islam.
Esta era la primera salida del Papa al mundo de la acción diplomática exterior, y por lo tanto su examen de iniciación. Sus palabras y actitudes serían objeto de estudio por los representantes del mundo acreditados en Ankara y por observadores interesados en establecer qué tan cerca se halla por ahora el Pontífice de los conservadores o de los reformistas, que han tenido motivos, en ambos casos, para reclamar su militancia en uno u otro bando. Algo de importancia si se tiene en cuenta que, debido a su edad, no se trata de un Papa de transición sino de alguien que estará por un buen tiempo en el escenario, salvo que su jefe en el cielo decida algo diferente.
Juan Pablo Segundo, Benedicto y Francisco mantuvieron las mejores relaciones posibles con Turquía, de importancia para El Vaticano debido a su posición geográfica y a su protagonismo de varios siglos en los acontecimientos de la región, y que juega de manera inevitable un papel relevante en las definiciones que marquen un futuro en el cual la Iglesia de Roma tiene interés. Papel de ejercicio de poder turco, blando y duro, que el presidente Recep Tayyip Erdoğan no ha dudado en maximizar, con el propósito de volver a las proporciones del peso e influencia de su país en épocas del Imperio Otomano.
Estar en buenos términos con el líder actual de Turquía representa para El Vaticano, desde el punto de vista político, contar con un interlocutor oficialmente musulmán que sirve de puente con otros actores relevantes en la protección de minorías católicas en el Medio Oriente, no solo en países árabes sino en Irán y naciones de ascendencia turca. Los turcos, aún en medio de altibajos frecuentes, tienen una diplomacia profesional con experiencia en relaciones con gobiernos de diferente fondo cultural y político, y pueden servir de contacto eficiente hacia regímenes con los cuales el diálogo directo desde Roma se hace más complicado.
Siempre prudente y poco espectacular, alejado de los impulsos ardientes del Papa argentino, que decía cosas controversiales con gracia y carisma indudables, León XIV no vaciló en hacer notar que el mundo vive una especie de “tercera guerra mundial que se desarrolla por instalamentos”. También pregonó la urgencia de actuar de todas partes en favor de la paz, y animó al presidente turco a servir de activo mediador en busca de ese propósito. Ejercicio que a Turquía se le facilita no solo por su historia sino por su ubicación como punto de unión entre Europa y Asia y lugar de tránsito obligado entre el Mar Negro y el Mediterráneo.
Sembrada la semilla de una buena relación directa con el presidente turco, el Papa debía atender otros aspectos de su visita, en su condición de jefe religioso. Ningún lugar mejor que Iznik, la antigua Nicea, lugar de encuentro legendario, para reunirse con el jefe de la Iglesia Católica Ortodoxa de Constantinopla, el Patriarca Bartolomeo, que es a la vez “primero entre iguales” respecto de todos los patriarcas que gobiernan las diferentes iglesias autocéfalas de la ortodoxia cristiana, que cubren buena parte de los Balcanes y se proyectan hasta el Báltico y también hacia los confines de Rusia en Vladivostok, sin perjuicio de otras regiones de la tierra, entre ellas Norteamérica, donde la ortodoxia crece de manera inhabitual.
Mil setecientos años después del Concilio de Nicea, los jefes de las dos vertientes originales del cristianismo y los líderes de más de veinte diferentes iglesias cristianas de diferente denominación, rezaron ahora al unísono el Credo de Nicea como factor de unidad en el sitio mismo que ocupara la Basílica de San Neófito, donde se celebró la reunión del año 325. Sobresalió el ánimo manifiesto de hermandad, y el Papa expresó su voluntad de sobreponerse a las divisiones históricas, debidas a circunstancias de otros tiempos, para buscar la unidad que Cristo predicó.
De esta manera, y como logro del encuentro, siguió abierta la puerta para ese ejercicio de diálogo en busca de la unidad, que aunque no se concrete pronto sino en medidas del tiempo más espaciadas, sostiene una esperanza de respeto y entendimiento que ya valen mucho frente a los agitados episodios de división del pasado, cuando por falta de unidad, entre otras cosas, el Imperio Romano de Oriente sucumbió ante el empuje del islam. Credo monoteísta frente al cual el Papa selló su visita de buena voluntad con un recorrido respetuoso por la Mezquita de Sultán Ahmed, conquistador de Constantinopla, que aunque dedicada desde un principio al culto islámico, tiene forma similar a las iglesias cristianas de Oriente, como la de Santa Sofía, hoy convertida en mezquita, que fue por siglos epicentro de la cristiandad.
Resulta significativo que, en lugar de ir a alguna de las múltiples fortalezas del cristianismo católico romano, el Papa fuera en su primera salida a tierra de musulmanes y del cristianismo del primer milenio como religión entrelazada con el poder temporal. Allí donde en su momento, por obra de Constantino el Grande, la iglesia cristiana adquiriera tantos rasgos de poder político al lado del espiritual y se contagiara mutuamente con los ritos imperiales del boato de liturgias que vinieron a alejar por muchos siglos a una comunidad de pescadores humildes de su camino inicial.
Eduardo Barajas Sandoval
Eduardo Barajas Sandoval
• Graduado de la Facultad de Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
• Magister en Política y Gobierno de América Latina de la Universidad de Essex, Inglaterra.
• Magister en Empresas Públicas y Desarrollo del Instituto Internacional de Administración Pública de París.
• Secretario de la Comisión Revisora del Código de Comercio.
• Miembro del Equipo de Ombudsman de la Presidencia de la República.
• Subdirector de la Corporación Autónoma Regional de la Sabana de Bogotá y de los Valles de Ubaté y Chiquinquirá. (CAR)
• Jefe de la Oficina de Organización de la Administración Pública de la Presidencia de la República.
• Asesor de la Secretaría General de la Presidencia de la República.
• Rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
• Secretario General del Ministerio de Gobierno. (Hoy del Interior)
• Secretario del Consejo Nacional de Seguridad.
• Secretario del Comité Nacional de Garantías Electorales.
• Cónsul General de Colombia en Atenas, Grecia.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Helénica, Grecia.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Popular Socialista de Albania.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Islámica de Irán.
• Secretario de Educación del Distrito Capital de Bogotá.
• Miembro del Consejo Directivo de la Universidad de Boyacá.
• Presidente del Consejo Superior de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
• Presidente del Consejo Superior de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
• Miembro vitalicio de la Academia Olímpica Colombiana.
• Decano fundador de los programas de Ciencia Política y Gobierno, Relaciones Internacionales y Gestión y Desarrollo Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Fundador de la Revista “Desafíos” de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Fundador de la Maestría y el Doctorado en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
• Vicerrector de la Universidad del Rosario.
• Vicepresidente de la Sociedad Mundial por la Ekística.
• Presidente de la Asociación Colombiana de Estudios Canadienses.
• Moderador del Observatorio de Actualidad Internacional de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Columnista del diario El Espectador.
• Columnista del diario El Informador de la ciudad de Santa Marta.
• Profesor Titular y Profesor Emérito de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Distinguido con la Orden del Fundador del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.