Con frecuencia la democracia parece desfallecer como esa panacea que serviría para gobernar a la especie más díscola que habita nuestro planeta.
No es extraño que, en épocas de mutación generalizada, como la que vivimos, se acentúe la incredulidad en las interpretaciones usuales del mundo, en la viabilidad de los modelos económicos, en las alternativas presentes de acción del Estado, en la solvencia de los partidos, la confiabilidad de la clase política y la vigencia de los valores democráticos.
La desvalorización de la democracia no es nueva. Ya en muchas ocasiones, desde épocas cercanas a su invención, se han presentado episodios de crisis que, a la postre, han servido más bien para que de ella aparezcan versiones múltiples y en ocasiones contradictorias. Todo para concluir en una convergencia de reconocimiento a los fundamentos de la versión europea que, desde Inglaterra y Francia principalmente, se trasladó a otros continentes con diferente fortuna.
Tampoco es nuevo el retorno de los argumentos que sustentan la viabilidad de la democracia. Sólo que, en casa caso, alguien debe lanzarse al pozo, con frecuencia pestilente, de las diatribas y dudas en su contra, para refutarlas, en cumplimiento de un deber propio de demócratas sin rencores ni miedos, convencidos de que la historia mantiene abiertas las puertas para que los pueblos se beneficien de ese instrumento que, por definición, les pone el poder en las manos. Eso sí con exigencias cada vez mayores de cultura política lo más amplia y generalizada que sea posible.
Éste último es, precisamente, el esfuerzo realizado por el profesor David Roll que, bajo el título “Democracia para extraterrestres”, permite a cualquier profano explorar el tema de la democracia y conocer las críticas y dudas en su contra, así como la razón de ser de sus raíces, su esencia, su vigencia y sus rituales, de manea que sea posible “Entender el sistema democrático más allá de los mitos y los insultos”, como reza el subtítulo.
Se trata de un libro escrito por un profesor, docto en la materia, que no tiene como destinatarios a los académicos, lo cual habría implicado un ejercicio un poco distinto, lleno de consideraciones sofisticadas y de especulación conceptual para iniciados. Aunque, seguramente, resultará útil también para que sus colegas recuerden la urgencia de prestar a la sociedad, y a la democracia, el servicio de explicar sus elementos y sus ventajas, a la manera de un ejercicio precisamente democrático.
“Democracia para extraterrestres” es una respuesta a preguntas, dudas, conjeturas, improperios y equivocaciones que poco a poco se amontonan, en épocas de turbulencia, en contra de la democracia, y que amenazan con su proscripción en el alma de gente bien intencionada que no tiene quién despeje el horizonte y le explique las cosas.
El profesor Roll toma 21 mitos negativos y una docena de sentimientos de insatisfacción respecto del concepto, y da respuestas a interrogantes que de allí pueden surgir, desde el ángulo de un defensor y promotor de la causa democrática. Lo hace con nitidez argumentativa, sin condenar a quien no cree, e ilumina el camino de quien quiera absolver sus dudas; lo cual ya es bastante.
Si se quería ver un catálogo de argumentos en favor y en contra de la democracia, ahí está en unas pocas páginas. Escrito por un trotamundos de verdad y fruto de una colección de consideraciones y argumentos acopiados en el aula de clase y en los viajes por 140 países. Como si su autor hubiera recorrido los corredores de la gran biblioteca intercontinental de la vida política, en busca de los sentimientos de los ciudadanos del mundo. Con la graciosa ventaja de que allí no aparecen solamente preguntas sino también respuestas, que sirven para que cada quién se lleve las conclusiones que pueda.
Una mirada atenta al libro, preparado si miedo a equivocarse, y para ser entendido inclusive por extraterrestres, permite advertir que la democracia es una vivencia permanente, no esporádica ni coyuntural, que mantiene abiertas las avenidas para el paso de la razón por encima de la crudeza de las emociones, que los populistas y algunos “caudillos” aprovechan para apropiarse del poder que no pudieron obtener por otro camino, y ponerlo a su servicio.
También se nota cómo la premisa de la mejor educación política posible resulta esencial a la hora de transferir a alguien la cuota de poder que corresponde a cada ciudadano. Con lo cual se cumpliría una de las exigencias primordiales de una democracia avanzada, que requiere de una cultura de conocimiento de las instituciones, de apego a la libertad propia y de respeto por la libertad de los demás.
Para conocedores y profanos, para escépticos y entusiastas, “Democracia para extraterrestres” aparece como un aporte insospechado a la causa democrática, en medio de la crisis de coyuntura que vivimos. Por lo cual debería ser leído por desconocedores, escépticos e ilusionados.
Ojalá, después de su lectura, muchos ciudadanos pasen a acrecentar o retornen a las filas democráticas, con la seguridad y la convicción de que, por definición, ellos deben ser los garantes de la continuidad de ese sistema que sigue siendo, con todos sus defectos, el mejor que por fortuna tenemos todavía a disposición.