En ejercicio del gobierno o de la oposición, en el seno de congresos o parlamentos, en escenarios internacionales, a través de medios tradicionales o redes sociales, o en la comunicación cotidiana, uno u otro actor de la vida pública puede obrar como artesano del caos.
No otra cosa se hace cuando se ejerce el gobierno para favorecer amigos y golpear adversarios, en lugar de gobernar para todos; cuando se burla la institucionalidad o se aprovechan sus vericuetos para sacar ventajas; cuando se obra sin lealtad hacia los fines del pacto que representa una constitución política; cuando se miente, se siembra calculada incertidumbre, se cambia de rumbo a cada rato, se difunden falsas noticias o de gestan hipótesis conspirativas.
Nuestra época parece plagada de acciones conducentes al caos, tanto al interior de uno u otro país como en el conjunto de la vida política y económica a escala global. La expresión “artesanos del caos” ha sido puesta a circular por el primer ministro francés, François Bayrou. Su gobierno está al borde del colapso a merced de una oposición mezquina, luego de que él mismo, con pronóstico incierto, ha solicitado un voto de confianza en la Asamblea Nacional.
El gobierno centrista minoritario que preside Bayrou ha hecho lo posible por sobrevivir, desde diciembre de 2024, atrapado entre los partidos de izquierda, moderada y radical, y el de extrema derecha. Todos ellos se pueden juntar, de hecho, así no se puedan ver, para dar al traste con su gobierno. Ninguno tendría cómo gobernar por su cuenta, ni estaría dispuestos a formar una alianza programática. Los une, eso sí, la vocación por el caos a la que se refiere el primer ministro.
Bayrou, apoyado por el presidente Macron, busca apoyo parlamentario a un plan de reducción de la deuda pública. Los diputados opositores no quieren que su nombre, ni el de sus partidos, aparezca vinculado a medidas necesarias pero impopulares, que afectarían el apoyo de sus electores, en un clima de descontento con la gestión de un presidente al que no bajan de “jupiterino” y servidor de los intereses de los ricos.
Si la votación fuera hoy, Francia quedaría sin gobierno. El golpe político se sumaría a los que ha recibido ya el presidente desde que disolvió apresurada e innecesariamente hace un año la Asamblea Nacional y desbarató un rompecabezas cuya recomposición resultó fallida pues su partido terminó en cuarto lugar en las siguientes elecciones parlamentarias. En un régimen a mitad de camino entre parlamentario y presidencial, y sin que nadie hubiera conseguido mayoría absoluta, Macron optó por la organización de gobiernos minoritarios, de los cuales el primero, Barnier, duró algo más de tres meses, y el segundo, Bayrou, no ha completado nueve.
Con la eventual no aprobación del proyecto de acción para controlar una deuda pública acumulada en 1974, que asciende hoy al 114% del PIB, el presidente enfrentaría otra vez el dilema de ofrecerle el gobierno a la oposición, o insistir en un tercer gobierno minoritario encabezado por su partido, condenado de antemano a no perdurar ni arreglar las cosas.
La oposición, de izquierda y derecha, no puede negar la existencia del endeudamiento ni la necesidad de buscarle una solución al problema. Pero no está dispuesta a aprobar con ese fin un ahorro del 2.6% en el gasto público en la próxima vigencia. En cambio, quisiera forzar al presidente a que le pida formar un gobierno, que también sería minoritario. Inclusive, no falta quien piense que todo esto debería terminar con la renuncia del presidente, que no está prevista para estas circunstancias en la Constitución, pero sería una salida política.
El caos que bien describe Bayrou trae dificultades preocupantes para Europa y para alianzas internacionales en las que Francia participa. Si bien el presidente de la república se reserva la conducción de la política exterior, su debilidad política interna le quita fuerza en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la OTAN, y la Unión Europea, dentro de la cual es la única potencia nuclear. Todo esto cuando Macron ejerce protagonismo occidental con el británico Starmer y el alemán Merz, está comprometido en la defensa de Ucrania y ha anunciado el reconocimiento del Estado Palestino.
La contribución francesa al caos internacional es pequeña, si se compara con la de los Estados Unidos. Los giros inverosímiles en el apoyo a Ucrania, o en las relaciones con Rusia, el maltrato al Canadá, la India y el Brasil, la búsqueda de la paz como espectáculo, la secuencia frenética de anuncios, reversazos, amenazas, retrocesos, modificaciones, exenciones y uso político de los aranceles, al exigir decisiones judiciales en otros países o “sancionar” a quienes compren petróleo a Rusia, perfilan una enorme contribución estadounidense a esa sensación de caos que afecta muchos aspectos de la vida mundial. La ruptura de múltiples lazos con aliados tradicionales, en particular la fractura de confianza en la alianza occidental, y las amenazas de corte imperial hacia otros países, crean un clima inconveniente de zozobra e intranquilidad.
Complemento de lo anterior es una sensación interna de confusión en territorio norteamericano, con una serie ilimitada de acciones inéditas como el desmonte atropellado de instituciones de la administración pública y de la ayuda internacional, el uso de la fuerza armada en el control de la vida cotidiana, la politización vengativa del aparato de la justicia, exigencias nunca vistas a ciudades y universidades, la abolición sin fundamento sólido de instituciones científicas y de referencia en materia de salud, o la intervención sesgada en manifestaciones culturales, que conllevan una confusión interna preocupante.
Y así, aquí y allí, con guerras interminables en el Medio Oriente y la Europa Oriental, crisis humanitarias como en Sudán, Haití y Myanmar, rearmamento acelerado de los ánimos y recelo en diferentes vecindarios, parece que vivimos una de esas épocas en las que la humanidad piensa una vez más, como en el año 1000 y en otras ocasiones, que estamos en una sin salida. Todo para saber que la fuerza que conlleva el ánimo de vivir le ha permitido siempre al género humano esquivar el despeñadero que parecía inevitable.
Si bien es cierto que pululan personajes que dicen hoy una cosa y mañana otra, que se dan ínfulas de líderes de talla mundial, especuladores radicales que plantean como siempre soluciones mágicas a problemas crónicos, jefes estériles en la producción de ideas nuevas, realizables y edificantes, que orienten a los pueblos hacia el futuro en lugar de devolverlos a empujones hacia el pasado, todos esos artesanos del caos tarde o temprano se irán.
En medio del caos de hoy, se está gestando el mundo de mañana, con un nuevo reparto del poder y de las opciones de felicidad. Poco a poco, bien que mal, se van alineando los grupos humanos, como los planetas mismos se acomodan en virtud del magnetismo. Mientras unos siguen con la ilusión de hacer a su país más grande, al tiempo que lo aíslan y siembran rencores en su contra, otros se buscan y se reúnen para consolidar nuevas alianzas en busca de otros ideales. Aunque todo esto no está exento de peligros como el de une pandemia de autocracias, también es posible que germinen otra vez ideales que sirvan mejor a la humanidad.
Eduardo Barajas Sandoval
Eduardo Barajas Sandoval
• Graduado de la Facultad de Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
• Magister en Política y Gobierno de América Latina de la Universidad de Essex, Inglaterra.
• Magister en Empresas Públicas y Desarrollo del Instituto Internacional de Administración Pública de París.
• Secretario de la Comisión Revisora del Código de Comercio.
• Miembro del Equipo de Ombudsman de la Presidencia de la República.
• Subdirector de la Corporación Autónoma Regional de la Sabana de Bogotá y de los Valles de Ubaté y Chiquinquirá. (CAR)
• Jefe de la Oficina de Organización de la Administración Pública de la Presidencia de la República.
• Asesor de la Secretaría General de la Presidencia de la República.
• Rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
• Secretario General del Ministerio de Gobierno. (Hoy del Interior)
• Secretario del Consejo Nacional de Seguridad.
• Secretario del Comité Nacional de Garantías Electorales.
• Cónsul General de Colombia en Atenas, Grecia.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Helénica, Grecia.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Popular Socialista de Albania.
• Embajador de Colombia ante el gobierno de la República Islámica de Irán.
• Secretario de Educación del Distrito Capital de Bogotá.
• Miembro del Consejo Directivo de la Universidad de Boyacá.
• Presidente del Consejo Superior de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
• Presidente del Consejo Superior de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
• Miembro vitalicio de la Academia Olímpica Colombiana.
• Decano fundador de los programas de Ciencia Política y Gobierno, Relaciones Internacionales y Gestión y Desarrollo Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Fundador de la Revista “Desafíos” de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Fundador de la Maestría y el Doctorado en Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
• Vicerrector de la Universidad del Rosario.
• Vicepresidente de la Sociedad Mundial por la Ekística.
• Presidente de la Asociación Colombiana de Estudios Canadienses.
• Moderador del Observatorio de Actualidad Internacional de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Columnista del diario El Espectador.
• Columnista del diario El Informador de la ciudad de Santa Marta.
• Profesor Titular y Profesor Emérito de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
• Distinguido con la Orden del Fundador del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.