Desde el fogón

Publicado el Maritornes

La ternura, en lugares impensados

Un murmullo en el inconsciente colectivo parece aflorar acá y allá en forma de libros, de entrevistas televisivas, de podcasts, y en los círculos académicos en donde muchas grandes ideas y debates permanecen enclaustrados largo tiempo antes de salir a la luz del conocimiento general para impactar las políticas públicas. Infortunadamente, el camino que tendrían que transitar las ideas desde la academia y hacia el resto de la humanidad suele depender de la mediación de un periodismo no siempre enterado, o siquiera interesado, en difundir con inteligencia interpretativa la vanguardia del pensamiento científico y social.
En fin, toda esa introducción la hace Maritornes para referirse a la creciente inquietud por encontrar la forma de incorporar la compasión, la ternura y el perdón en los sistemas de justicia y en las prácticas de apoyo social. Son términos blandos para una realidad dura, pero una serie de académicos en una variedad de ámbitos empiezan a concluir que la realidad podría hacerse mucho menos dura, y las medidas de apoyo, o de justicia, más eficaces, si incorporaran acciones mediadas por esos enfoques “blandos”.
En una entrevista televisiva del 22 de noviembre de 2019, Christiane Amanpour, la periodista de CNN, habla con Martha Minnow, profesora de Derecho de Harvard, y exdecana de la facultad de Derecho, sobre el muy vigente tema de si existe o debe existir dentro de la ley un espacio para el perdón, o si el perdón es un concepto de carácter netamente personal y espiritual que no debe entrecruzarse con lo que atañe a la justicia. En su libro, When Should Law Forgive (Cuándo debería la ley perdonar) Minnow se refiere a las dantescas tasas de encarcelamiento de los Estados Unidos y a que el enfoque actual parece estar sirviendo apenas para la dudosa función de poner cada vez más gente tras las rejas (en cárceles y “reformatorios” que son infiernos por excelencia, palabras de Maritornes) sin que ese enfoque parezca estar aportando nada de fondo al bienestar de la sociedad ni a restaurar vidas individuales. Según ella, la ley, y la sociedad en general, sí se beneficiarían de la compasión. (http://www.pbs.org/wnet/amanpour-and-company/video/martha-minow-on-forgiveness-in-the-us-legal-system/).
Al fin y al cabo —como dice también en una entrevista de la misma periodista el sacerdote católico Greg Boyle (https://www.pbs.org/wnet/amanpour-and-company/video/father-greg-boyle-on-the-healing-power-of-spirituality/)—, un altísimo porcentaje de las personas que incurren en el delito lo hacen por falta de oportunidades, porque han sufrido desde la niñez un trauma tras otro y porque no conocen otra forma de vivir. Han perdido toda esperanza en sí mismos y en el mundo. El padre Boyle es fundador y director de una ONG llamada Homeboy Industries, cuya sede principal queda en Los Angeles, en los Estados Unidos, y que se dedica a ayudarles a pandilleros a encontrar un nuevo sentido para su vida. Empezó en 1988 y hoy sirve de modelo a 250 organizaciones en todo el mundo. Las expresiones más frecuentes en el discurso del padre Boyle: tratar la enfermedad mental, sanar, infundir esperanza, restablecer el amor propio. Él recalca en algo ya sabido y es que si el diagnóstico es equivocado, el tratamiento o la supuesta solución estarán necesariamente desenfocados, y, según él —que tiene buen conocimiento de causa para afirmarlo—, la mayoría de los pandilleros que ellos reciben son personas a quienes la vida no ha hecho otra cosa que entregarles maltrato y abandono. El origen de sus fechorías no es una maldad intrínseca, sino una profunda soledad. Y a eso se dedica él, no a castigar, obviamente, sino a atesorar estas personas, a ofrecer compasión, a darles herramientas laborales, en pocas palabras a sanar, con inmenso éxito.
Por estos lados, ya en 1994 y desde la óptica de la psiquiatría, Luis Carlos Restrepo expuso en su libro El derecho a la ternura, un análisis del papel que puede desempeñar la ternura en el creciente portafolio de los derechos humanos (tan ampliamente descritos, y tan frecuentemente incumplidos). Podría pensarse que en casi cualquier esfera de la vida es mejor reparar que terminar de arruinar, pero esta perspectiva poco se aplica a quienes se considera bajo la óptica sobresimplificada de las contravenciones a la ley.
Desde luego que hay criminales irredentos, psicópatas peligrosos e irrecuperables a quienes la compasión, la ternura y el perdón poco podrían ayudar. Lo importante es que en el debate académico empiezan a surgir estos enfoques no como despreciables remedios sensibleros que están desconectados de la realidad, sino todo lo contrario, como expresiones que, de la mano de los profesionales competentes y de una sociedad capaz de acompañarlos tienen una profunda capacidad transformadora, un enorme potencial para reemplazar, por el bien de todos, rejas por nuevas oportunidades de vida.

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