El Gobierno Nacional presenta al Congreso de la República una nueva reforma tributaria. Todos los Presidentes presentan la suya y Juan Manuel Santos no podía ser la excepción. La diferencia estriba en que la mayoría de las anteriores reformas buscaban obtener más recursos para el fisco con aumentos de impuestos, optimización de los sistemas de recaudo, modernización la DIAN y, en fin, aumento de las rentas de la Nación para atender las necesidades del gasto y de la inversión; en tanto ésta de ahora, al decir del Ministro Echeverry, busca mejorar la competitividad del País y prepararlo fiscalmente para épocas de auge y bonanza.
Nos corresponde a todos los colombianos y de manera especial a los gremios económicos, a la academia y demás formadores de opinión, validar las afirmaciones del Ministro. De entrada hay un tufillo distractor con el tema del 5% de IVA a todos los alimentos. Ni el propio Ministro se cree sus titubeantes e inseguras explicaciones sobre la devolución de dicho impuesto por otras vías a los colombianos a través del gasto social. Grabar a los alimentos es absurdo, desincentiva su producción y disminuye el consumo, sobre todo de los sectores con menores ingresos. En otras palabras, si ahora hay hambre y desnutrición en amplios sectores de pobres en Colombia, seguramente esa proporción aumentará. Y que no nos vengan con el cuento de más comedores populares, o para la tercera edad o para los niños en edad escolar, porque todos sabemos que actualmente allí hay corruptela y una pérdida importante de recursos. En todas las ciudades se sabe que no todos los desayunos o almuerzos cobrados se entregan realmente, y tampoco su calidad contribuye con la ingesta mínima de nutrientes requeridos.
Lo que creemos nosotros, mal pensados que somos, es que ese es el primer hueso que entregarán en las negociaciones con el Congreso y los distintos sectores económicos, sin sacrificar los otros gravámenes detectados o aún sin detectar en el voluminoso y kafkiano proyecto. Es una cortina de humo o el nuevo “San Pedro no estuvo en Roma” de la antigua política colombiana, que centraba las discusiones de todos y hacía que se desentendieran de los más graves, importantes y trascendentes problemas nacionales. Esta propuesta de gravar los alimentos permite, de paso, el lucimiento de los congresistas en defensa de las clases populares y su aparición en los medios como paladines de la justicia social. Permitirá también que, oportunamente, el señor Presidente salga ante la opinión a manifestar su desacuerdo con tal iniciativa de su Ministro, quien ya le preparó el terreno diciendo que su superior aún no la conocía. Al final todos contentos. Mejora la imagen de los políticos, también las encuestas de favorabilidad del Presidente y el Ministro Echeverry habrá evitado discusiones sobre otros aspectos que sí le interesan de la reforma.
En cambio, preocupa en primer lugar la extensión del Proyecto de Reforma. Novecientos artículos, según se ha dicho, constituyen el articulado de la misma, si no le han introducido otros más en las últimas horas. Eso es todo un Código Tributario de una gran complejidad para su tránsito en las dos Cámaras legislativas. Casi nunca el Congreso ha expedido un Código. La mayoría de las veces se otorgan facultades para que el Gobierno lo haga con el concurso de comisiones de especialistas que los discuten y redactan durante mucho tiempo y dedicados solamente a ese menester. Claro que en estas materias de impuestos, gracias a la conquista de los ingleses desde la “Carta Magna”, no puede haber gravámenes que no hayan sido votados por los representantes del pueblo, en este caso, nuestros congresistas. Es decir, no hay de otra. Le corresponde a nuestros “Padres de la Patria” fajarse con tamaño mamotreto y no dejarse llevar como borregos a la aprobación por pupitrazo de este código de la nueva alcabala colombiana.
De lo que se ha filtrado por las hendijas del Ministerio se sabe que se proponen medidas como restablecer la doble tributación, el gravamen sobre las remesas de utilidades al exterior, la tributación de las entidades sin ánimo de lucro, el IVA unificado para los vehículos automotores, entre otras muchas, las cuales son normas bastante polémicas. La doble tributación se eliminó en Colombia después que se demostró que desincentiva la inversión en sociedades, desestimula la asociación productiva y hace más difícil la reunión de grandes capitales societarios para el desarrollo de proyectos productivos. Si a eso se le suma el gravamen a las remesas de utilidades al exterior, a los inversionistas extranjeros le estaríamos cambiando las reglas de juego. Ambas propuestas contradicen la tan cacareada estabilidad normativa en Colombia de la que ha hecho promoción el señor Presidente en sus viajes al exterior. De otro lado, hay preguntas importantes sobre el régimen impositivo de los entes territoriales. No hay que olvidar que desde el Gobierno Samper los Departamentos se vieron afectados al disminuirle los impuestos a la cerveza y negarles otros tributos que vienen reclamando, a fin de poder cumplir con la descentralización de manera efectiva. Centralizar los caudales en la Nación genera ineficiencias en su aplicación y tentaciones totalitarias o corrupción en las altas esferas.-
Por manera, pues, que a debatir esta reforma sin caer en las travesuras engañabobos del Ministro Echeverry, centrados en la complejidad de un Proyecto que demanda mucha dedicación y seriedad.-