Desde Cartagena

Publicado el Miguel Raad Hernandez

LAS LECCIONES DE LA CUMBRE

Hoy cae el telón en la VI Cumbre de Las Américas. El último acto será la sesión de clausura con la lectura del documento oficial de conclusiones, que viene preparándose desde antes que llegaran los Presidentes a Cartagena. Seguramente será el fruto de una serie de transacciones y concesiones recíprocas hechas sobre el texto por los escribidores oficiales de la diplomacia americana. No me hago muchas ilusiones sobre nuevas y audaces decisiones o anuncios sorprendentes. La política de las naciones no cambia de la noche a la mañana, sino que es un proceso evolutivo en la dirección que soplen los mejores y más fuertes vientos. Por tanto, le corresponde a otros sacar las lecciones de esta VI Cumbre, porque es evidente que sí las deja.

Seguramente será más sustanciosa la lectura de las memorias de la Cumbre, con las intervenciones de los Presidentes y demás actores que tiraron línea en estos días en Cartagena. Esperamos que sean completas y estén al alcance de todos.  Será también muy útil el testimonio de los participantes en las distintas versiones o facetas que tuvo el magno evento. Por ejemplo, ¿qué tendría para informar y compartir el Presidente de la ANDI, Luis Carlos Villegas, uno de los triunfadores de esta VI Cumbre?. ¿O los amigos de la CUT, los indígenas o los representantes de las negritudes  que asistieron a la Cumbre de lo Social?. ¿Será que los jóvenes nos dan un mensaje esperanzador de sus deliberaciones?. ¿Hay alguna noticia auspiciosa en materia de las urgentes acciones de mitigación frente al calentamiento global?. ¿Tendrán los pobres de América una nueva esperanza promovida por los gobiernos deliberantes en esta VI Cumbre?. ¿Habremos superado los ideologismos por decisiones y acciones más pragmáticas e integracionistas?. Y una pregunta colombiana. ¿Cómo le fue a nuestro Vicepresidente, Angelino Garzón, en su campaña hacia la OIT?.

También en lo nacional y local, como organizadores y protagonistas de primer orden que han sido Colombia y, sobre todo, Cartagena, nos quedan promisorias enseñanzas. La primera es que cuando queremos podemos. Ya no más renuncias a celebrar grandes eventos, como sucedió con el mundial de fútbol del 86, porque la nación está consciente de su importancia y de sus capacidades. De otro lado, a Cartagena le quedan lecciones de vida que ojalá asimilemos los cartageneros. En menos de dos (2) meses le cambiamos la cara a la ciudad. Pudimos enlucirla adecuadamente, con el necesario respaldo de la Nación, como nunca antes lo habíamos hecho. Tareas obvias, como hacerle mantenimiento diario a las playas, con pequeñas máquinas adecuadas para ello, fue en una época labor rutinaria de las antiguas Empresas Públicas Municipales y hay que retomarla; mantener siempre en óptimo estado las calzadas, andenes, separadores y la  iluminación de la Avenida Santander es una obligación de nuestras autoridades, porque ella es una de las entradas de la ciudad; señalizar adecuadamente las vías y mantener la pintura siempre en buen estado, no debe ser muy difícil ni costosoocuparnos de los indigentes y de los niños de la calle, además de un imperativo moral de humanidad, es un deber legal que no podemos seguir soslayando; mantener despejado el espacio público es aplicar la constitución y la ley con autoridad dentro del debido respeto a los derechos de los ocupantes. Y ofrecer seguridad es posible, tal como quedó demostrado en esta ocasión.

Hoy no alcanzamos a conocer todas las lecciones de la Cumbre de las Américas. Sólo la perspectiva que únicamente el paso del tiempo puede brindarnos, nos irá develando los alcances que ella tuvo para los colombianos y cartageneros, y cuál  fue su impacto o impronta en nuestras vidas. Por lo pronto, queda claro que todavía no somos una América unida con una visión compartida de nuestro papel en el mundo. Es clarísimo que los Estados Unidos de Norteamérica y Canadá apenas están descubriendo la cosmovisión del resto de los americanos y aún estamos muy lejos de una verdadera integración con ellos. También quedó evidenciado que nuevos liderazgos, como los de Brasil y Colombia, así como alianzas basadas en trasnochados ideologismos, Grupo del Alba, afloran en el continente y, mientras tanto, países como Haití, viven en América la misma tragedia de hambre, dolor y muerte que soportan sus hermanos de raza en países del África subsahariana.

Pero vamos caminando y se observa un cuerpo vivo y activo, con muchas potencialidades, que estaría llamado a grandes logros si sus pueblos y sus dirigentes así lo quieren. Por ahora nos queda, a los colombianos y cartageneros, la satisfacción del deber cumplido y el reto por superar las mezquindades de nuestras inútiles reyertas parroquiales para pensar en grande.

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