DELOGA BRUSTO

Publicado el

Contra la Navidad (actual)

Desde octubre lo venía sintiendo: el perfume empalagoso del amor universal tomándose las emisoras con sonsonetes reciclados, las invitaciones sobreactuadas a ser generosos y reflexionar sobre lo muy culpables que nos debemos sentir por un niñito producto de la inseminación espiritual, los descuentos invadiendo la cotidianidad como abejas furiosas y que sirven, si acaso, para confirmarnos lo caro que está todo y lo desagradable que resultan las masas de personas en filas para pagar lucecitas y cachivaches a 36 cuotas, etc.

¿Soy yo o este despliegue de hipocresía toma posesión de más y más meses atrás a medida que van pasando los años?

Muero por ver cómo los mercachifles ansiosos logran combinar en sus escaparates las baratijas del Halloween con las de Navidad: ¿Papá Noel y sus cachetes infantilizados envueltos en el vestido andrajoso de una bruja ante el caldero de una pócima en medio de un pesebre?

Todos los años es lo mismo. Pero yo, que me creo muy valiente, pretendo resistir. Yo contra el mundo, siempre perdiendo a la final. Yo rogando sensatez a mis círculos más cercanos, todos dándome la razón, pero pidiéndome que sea tolerante y no joda tanto. Yo, con todos los argumentos a mi favor, para terminar pidiéndole a la pandereta que traiga a Jesús, que venga a nuestra almas, que no tarde tanto. Yo, sólido en mis razonamientos, al final salgo derrotado porque, en últimas, unos días al año no hacen daño.

No por asistir a novenas a comer lo mismo de todos los años y a rezar a algo que en realidad es una ideología más para maquillar crímenes y esquemas tóxicos, soy un hipócrita. Todos los años yo asisto a mi propio descalabro por mis propias contradicciones.

No quiero amargarle la vida a nadie. Mucho menos a los niños, que son el alma y la luz de estas ocasiones familiares.

 

Los tíos que se odian, pero para la paz y el amor familiar se dan una abrazo que aplaza las puñaladas.

La madre y la suegra brindan hasta quedarse dormidas, no sin antes entregar a los pequeños un par de medias o algo que cumpla con la ansiedad de los regalos, no necesariamente con las necesidades.

Las chicas han crecido, así es que a otro pariente lejano se le concede hacer chistes verdes y bailar apretujado con la que podría ser su nieta, pero que se pone cada año más señorita buenamoza.

Todo por un ambiente propicio para los niños. Se les debe honrar, repetimos, en estas celebraciones, debemos aprovechar esta época para transmitirles valores y recuerdos cálidos, por eso evitamos a toda costa comportamientos y tradiciones que los conduzcan al consumo atroz, a la superficialidad autómata o a cualquier demagogia estúpida que favorezca al mercado.

Mi intento de resistencia está inspirado, como tantas otras cosas, en la rabia.

 

La primera inocencia se me desvaneció muy temprano, cuando un vecino de dinero fácil (en ese entonces el término “traqueto” aún estaba ganando la fuerza para rociarnos a todos, como lluvia dorada) quiso apoderarse de las novenas de la vereda en la que crecí. Entre los chicos, bajo gubia de algún adulto respetuoso por nuestro proceso, hacíamos un coro y organizábamos una vaca para regalar juguetes, medicamentos y ropa a los huérfanos de Chía y otros de nuestros contemporáneos que no tenían demasiadas esperanzas.

Krampus o el Traqueto futuro espantando la inocencia (1910) https://www.britannica.com/topic/Krampus

Puede entenderse que lo que hacíamos entonces era un gota a gota benefactor, pues cada uno de nosotros buscaba en su familia una cuota mensual a lo largo de todo el año para que en diciembre pudiéramos dar algo significativo sin afectar el flujo de caja de los nuestros.

Un noviembre el traqueto nos citó. Nos pidió un promedio de lo recolectado en los últimos años y nos propuso doblar ese dinero a cambio de que le compráramos artículos que él mismo importaba. Después de discutirlo, unos recaudadores querían aceptarlo y otros no. Yo me encontraba entre los segundos. No recuerdo cuáles fueron las razones que nos motivaron a negarlo; tal vez temíamos perdida la libertad de escoger nosotros mismos los regalos. Fuera cual fuera el argumento, eso nos hizo pelear entre nosotros y hasta ese punto llegó nuestra iniciativa de niños dioses.

No pretendo ser un faro de moralidad, ni un portador de nostalgias expiradas. O tal vez si, que los lectores juzguen.

Por lo que a mi respecta les deseo una feliz navidad, un próspero año nuevo y lo demás que se repite sin pensarlo demasiado, diciembre tras diciembre con la transparencia de corazón, la legitimidad de lo sentido desde el alma y las ansias de fraternidad mundial que se nos despierta desde la generosidad más divina.

Amén

casa árbol infancia Chia
Árboles y luz: https://www.instagram.com/p/BOZs10gD3sa/?igshid=YmMyMTA2M2Y=

En esta Navidad no talemos árboles para llenarlos de lucesitas.

Busquemos la iluminación en ellos.

____________________

Comentarios