
Por: Rafael Jaramillo Racines[1]
- Era Profesional. Ciclo de éxitos. (1979-2019)
El año 1979 es un año mágico en la historia de la institución americana. Los diablos rojos ganan su primer campeonato y derrumban aquel hechizo que se había afirmado en el imaginario colectivo que condenaba al América a no obtener jamás un título del torneo profesional del fútbol colombiano. Comenzaba lo que se ha dado en llamar “La era Ochoa Uribe”.
Parafraseando a Julio Tócker, un referente obligado de la historia americana, cuando se refería a Adolfo Pedernera, podemos decir que la historia del América es una antes y otra después de Gabriel Ochoa Uribe.
Desde muy temprana edad el médico Ochoa Uribe estuvo ligado al equipo americano. Dos años antes de empezar el profesionalismo en Colombia, en 1946, a la edad de 17 años, figuraba en las presentaciones del equipo rojo. Jugó hasta 1948, en el primer torneo rentado del fútbol colombiano. A partir de allí tomó rumbo hacia Bogotá para vincularse con los Millonarios, al lado de un plantel que tuvo jugadores de nivel mundial como Di Stéfano, Pedernera, Rossi, Báez, Cozzi, Pini. Era la época de lo que se llamó El Dorado.
Su carrera como jugador en la institución albiazul le dio grandes satisfacciones. Fue campeón con Millonarios en 1949, 1951, 1952 y 1953. Una vez terminado su ciclo como futbolista incursionó en la dirección técnica, ante lo cual los éxitos no se hicieron esperar. Formado en el trajín del trabajo duro y disciplinado asume grandes retos y objetivos de largo aliento. Para el doctor Ochoa el resultado deportivo era la consecuencia de una serie de factores que hacían hincapié en el desarrollo administrativo, tecnológico y científico de las instituciones deportivas.
Bajo estas premisas llega Ochoa a la institución escarlata, iniciándose así el ciclo más brillante de su historia deportiva. Ochoa Uribe revolucionó la vida institucional y deportiva del América. Todos los patrones y códigos del fútbol convertidos en dogma fueron revaluados con su gestión deportiva.
La creencia de que el jugador de fútbol pierde importancia después de los treinta años se revalúa cuando vincula a jugadores como Alfonso Cañón, Aurelio José Pascuttini, Julio Edgar “Chonto” Gaviria, jugadores de gran recorrido por edad y por experiencia. El escepticismo se transformó en confianza apenas se vieron los primeros resultados.
Ochoa Uribe, con una nómina humilde, trabajadora y sin grandes pergaminos, logra sincronizar y amalgamar un grupo humano que le permite coronar un año fantástico, llegando a la obtención, por primera vez, del título del futbol profesional colombiano.
La transformación realizada por Ochoa Uribe en el América lo proyectaría internacionalmente llegando a escribir importantes momentos de gloria para el fútbol colombiano. Sus campañas aportaron seriedad y profesionalismo al fútbol colombiano, que durante la década de los 80 experimentó una notable evolución.
En el fútbol internacional a nivel de clubes sus actuaciones más relevantes las logra con el América a lo largo de la década de los 80 y comienzos de los 90, llegando por tres años consecutivos a la final de la Copa Libertadores -85, 86, 87-. Aunque no se logra coronar exitosamente alguna de esas tres finales se tiene un rendimiento global notable de todas sus participaciones: de 86 partidos jugados se ganan 40, se empatan 32 y se pierden 16; se obtienen 117 goles y 71 en contra, con un gol diferencia de +46. Y de 172 puntos posibles se logran 122 para un rendimiento de 70,93%.
La conquista de la primera estrella en 1979 significó una nueva semántica en la narrativa del cuadro americano. Ya no se trataba del eterno perdedor sino de un ganador en el firmamento del fútbol colombiano. Este punto de inflexión significaba afrontar nuevos retos entre los cuales el compromiso internacional era un objetivo prioritario. La actitud en los siguientes años era seguir en los sitiales de honor del fútbol colombiano y así tener la oportunidad de participar en el evento de clubes más importante de América Latina como es la Copa Libertadores. En este sentido el América ocupa en el torneo colombiano en 1980 el cuarto lugar; en 1981 tercero; en el 82 logra su segunda estrella; los siguientes años, 83, 84, 85, y 86 la escuadra escarlata patenta una serie de cinco campeonatos en línea, un récord para el fútbol colombiano que perdura hasta el momento actual. Con Ochoa Uribe los escarlatas obtienen la séptima estrella en 1990, último título del médico dentro de un ciclo que duró trece años.
Los mejores jugadores hicieron parte de un equipo que precisaba de competir con las mejores posibilidades en el ámbito internacional. Los paraguayos Juan Manuel Battaglia y Gerardo González Aquino; proveniente del Vélez Sarsfield, Julio César Falcioni; Roque Raúl Alfaro, Willington Ortiz, César Cueto, Guillermo Larrosa, Anthony De Ávila, Ricardo Gareca, Roberto Cabañas, Alex Escobar, Sergio “Bocha” Santín, Julio César Uribe, Jorge Raúl Balbis, Fredy Rincón, Jorge “Polilla” Da Silva, Albeiro Usuriaga, Miguel Ángel “Niche” Guerrero. Una constelación de jugadores de primera línea que proyectaron al América entre los primeros equipos del continente.
La campaña en torneos de liga del médico Ochoa fue espectacular, por no decir fantástica. Desde el año 1979 hasta 1991, año en que termina su ciclo en el América, se juegan 730 partidos, se ganan 361, se empatan 217 y se pierden 152 encuentros. Se anotan 1.133 goles y se reciben 681 goles para un gol diferencia de +452 y un rendimiento de 64.31%.
En los años siguientes el cuadro rojo continuó siendo protagonista tanto a nivel nacional como internacional. Su ADN ganador seguía intacto, no obstante contar con técnicos de predicamentos futbolísticos antagónicos como Francisco Maturana y Luís Augusto “El Chiqui” García. El primero campeón en 1992 y el segundo en 1996-97.
Figura emblemática de la revolución que vivió el balompié colombiano a mediados de los 80. La línea de tiempo de Francisco Maturana coincidió con uno de los momentos más fulgurantes del fútbol colombiano. Sus conceptos del estilo y la identidad calaron en el ambiente generando hondas reflexiones en torno al fútbol y sus relaciones con la cultura y la sociedad. Su discurso, su narrativa, también tuvo cabida en el América y bajo su dirección América gana la octava estrella en diciembre de 1992.
De conceptos prácticos y sencillos, de gran recursividad, Luis Augusto “El Chiqui” García logró tener reconocimiento por sus éxitos en equipos como Millonarios y Deportes Tolima, donde fue campeón. La antítesis futbolística de Maturana pero válida cuando de ganar en el fútbol se trata. Fue campeón en el año 97, con lujo de detalles logrando la novena estrella.
En el intermedio de estos dos sucesos futbolísticos América, a través de la dirección técnica de Diego Umaña, vuelve a una final de Copa Libertadores frente a River Plate de Argentina, la cual pierde en una serie de dos partidos, aplazándose otra vez la ilusión de conquistar el título continental para los diablos rojos.
La Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS) registra al América en su escalafón como el segundo mejor equipo del mundo, merced al número de puntos logrados en partidos oficiales, superado únicamente por la Juventus de Italia. Esta distinción se logra en el año 1997, con la consecución de la novena estrella bajo el mando del “Chiqui” García. Finalizando la década, en 1999, se gana la Copa Merconorte, bajo la dirección de Jaime De la Pava, técnico recién promovido de las divisiones inferiores del América.
En resumen, los años 90 arrojan un balance de tres títulos de liga, tres subcampeonatos, un cuarto subcampeonato de Copa Libertadores, un segundo puesto en el ranking mundial de clubes y la Copa Merconorte del 99. Cifras que hablan de una institución posicionada con gran protagonismo en el ámbito del fútbol colombiano.
De la Pava inicia un ciclo que le permite ganar tres campeonatos en línea entre los años 2000 y el primer semestre del 2002. Formado en la academia Jaime De la Pava supo sacar provecho del inmenso potencial de las fuerzas básicas del club. Jugadores como Jersson González, William Zapata, Willmer Ortegón, Jairo “el Tigre” Castillo, hacen parte de la usina de un proyecto que se había consolidado desde tiempo atrás en la vida institucional del club americano. Era la reserva deportiva con que contaba la institución frente a los problemas generados a raíz de la fatídica Lista Clinton (uno de los tantos engendros jurídicos que ha producido el imperio del Tío Sam, más allá de la recordada Doctrina Monroe), que afectó seriamente con el tiempo el normal funcionamiento de la vida administrativa y deportiva de la divisa escarlata.
A pesar de las dificultades el América logra campeonar con tripleta en 2000, 2001 y 2002, de la mano de Jaime De la Pava. Los siguientes años serían más que difíciles. Entre actuaciones regulares y modestas se logra en el segundo semestre de 2008 la estrella 13, de la mano del técnico Diego Edison Umaña.
Esta estrella 13 marca el contrapunto a lo que vendría en los años siguientes cuando, debido a campañas mediocres, tiene como desenlace final el descenso a la categoría B del fútbol profesional colombiano. Fue una racha de cinco años que padeció pacientemente, para, finalmente, retornar en el 2017, a la primera división, categoría de la cual nunca debió haberse ido.
Su paso por la B fue un duro calvario. Cinco años difíciles. América, agobiado por múltiples problemas financieros, administrativos y jurídicos, estuvo a punto de desaparecer. Poco a poco, la institución roja va saliendo de la crisis. En 2012 Oreste Sangiovanni asume la presidencia del club escarlata y emprende el objetivo de rescatar para la patria americana su honra mancillada. Solamente hasta agosto de 2013 el América es excluido de la infame Lista Clinton. Eliminada esa mácula la tarea era entonces volver a la A.
Varios técnicos pasaron para cumplir la faena: Eduardo Lara, Diego Umaña, Jhon Jairo López, Luis Augusto García, Fernando Velasco, Alberto Suárez. Finalmente, el 27 de noviembre de 2016, bajo la dirección del tolimense Hernán Torres, América recupera el derecho a hacer parte de la máxima categoría del fútbol colombiano.
El América vuelve a la Primera división A a partir del primer semestre del 2017, llegando hasta semifinales, en donde es eliminado por su rival de patio, el Deportivo Cali, por 2-0, en el Estadio de Palmaseca, sede de los azucareros, en el partido de vuelta. En el Torneo Finalización nuevamente llega e semifinales, siendo eliminado por Millonarios, en una serie de dos partidos en la cual ganan Los Embajadores 2-1 en el Pascual Guerrero, en Cali, y empatan 0-0 en el partido de vuelta, en Bogotá.
El 2018 fue un año sin mayores logros para “la Mechita”. En el Torneo Apertura no clasifica entre los 8 finalistas y ocupa el puesto 17 en el tablero general. En el Finalización alcanza el puesto 12, dejando un balance de resultados deportivos bastante modesto.
Ya en el 2019 las cosas cambian. En el primer semestre América llega a los cuadrangulares, aunque sin poder clasificar primero para poder llegar a la final. En el segundo semestre logra la gran consagración al obtener la estrella catorce, imponiéndose al encopetado Atlético Junior con gran autoridad. Empata a cero goles en Barranquilla y triunfa 2-0 en Cali, en un abarrotado estadio Pascual Guerrero, que vivió como nunca un título inolvidable.
Lo demás es historia reciente. De 2017 hasta 2019 la patria americana es un sinnúmero de sensaciones y emociones que se desencadena en los diferentes escenarios en los cuales “la Mechita” se presenta. Ese cariño, esa simpatía, solo puede ser explicado desde los ámbitos de la cultura popular, desde los imaginarios e ilusiones que despierta ese equipo del diablo rojo con un tridente en su escudo. Es la marea roja, ese rojo escarlata que mancha las graderías despertando la catarsis colectiva que mueve a la fiesta, al carnaval. Ese es el América, el equipo del Barrio Obrero, del San Nicolás, del Terrón Colorado, de Siloé, de Aguablanca. ¡¡¡Una pasión del pueblo!!!
[1] Sociólogo e investigador de los Estudios sociales del deporte