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Vicky Dávila: 0. Presidente Petro: ½. (Oriente Medio y la guerra de egos en Colombia)
“De esa masa estamos hechos, mitad indiferencia y mitad ruindad”: José Saramago (Ensayo sobre la ceguera) ¿Dónde está Dios para que responda por su Creación? Estalla la guerra en Oriente Medio y de inmediato quedan en evidencia un periodismo y un gobierno medio desorientados. Que yo sepa, nunca en la historia de la revista Semana…
“De esa masa estamos hechos, mitad indiferencia y mitad ruindad”: José Saramago (Ensayo sobre la ceguera)
¿Dónde está Dios para que responda por su Creación?
Estalla la guerra en Oriente Medio y de inmediato quedan en evidencia un periodismo y un gobierno medio desorientados. Que yo sepa, nunca en la historia de la revista Semana un director se había referido a un jefe de Estado en términos desobligantes. Con el nuevo episodio del conflicto Palestina-Israel, Vicky Dávila sacó toda su artillería, incluyendo una portada delirante, contra el presidente Gustavo Petro, llamándolo “provocador cobarde” y “aliado de los terroristas”, insinuando además que “es un peón de Hamás, Irán y Rusia” y acusándolo de violar el orden constitucional. Todo eso le cupo en un trino. Llegué a pensar que era la oposición desatada, pero ¿cuál oposición? En Italia acaban de condenar al periodista Roberto Saviano a pagar 1.000 euros por haber llamado “bastarda” a la primera ministra Giorgia Meloni.
En otro tuit, Dávila afirmó que “el ataque contra la Embajada de Israel en Colombia es producto del discurso del presidente Gustavo Petro”, aseverando que “su actitud termina justificando que miles de civiles, entre ellos mujeres, niños, niñas y ancianos, hayan sido asesinados, heridos y secuestrados por los criminales”.
Enseguida, hice lo de siempre: ir al podcast de María Jimena Duzán para entender las razones de aquel conflicto eterno, que ni el más curtido de los historiadores podría explicar en unos pocos caracteres. Lo que uno como lector quisiese leer, en vez de trinos acalorados del uno o de la otra, es una buena explicación, con los debidos contextos, para entender cómo llegamos a esta semana aterradora y sangrienta; dependerá ya del lector si toma partido por éste o por aquel actor del conflicto, aunque siendo sensatos no deberíamos asumir que se trata de una película de héroes y villanos, sino un enfrentamiento bélico desigual, donde mueren inocentes de lado y lado y en donde, para variar, de parte y parte hay extremistas involucrados. Comulgo con Hassan Nassar, de ascendencia palestina él. Le dijo a Duzán: “Es fácil adjudicarle el terrorismo solo a una de las partes. No. En este conflicto hay héroes y villanos. Hay víctimas y victimarios. Y las hay en ambos lados dependiendo quien cuenta la historia. Pero no podemos sentarnos a buscar una solución creyendo que los buenos son unos y los malos son otros, dependiendo de nuestros prejuicios y de lo que vemos a través del teclado y sencillamente tomamos partido”. Sus palabras se aplican de maravilla a nuestro propio conflicto interno.
Seamos prudentes a la hora de opinar desde nuestra realidad, a veces cómoda, sobre el dolor ajeno. El historiador israelí Yuval Noah Harari, uno de mis escritores favoritos, autor del bestseller “Sapiens, de animales a dioses”, escribió en The Washington Post: “Hay mucho para criticar sobre la forma en que Israel abandonó todo intento de hacer las paces con los palestinos y en que ha mantenido a millones de palestinos bajo ocupación durante décadas”, sin que por ello justifique las atrocidades de Hamás. Harari usa una frase lapidaria: “… la forma en que el populismo carcomió al Estado de Israel debería servir de advertencia para el resto de las democracias del mundo”, sentenció el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
“Todos somos libres de hacer lo que quiera, sobre todo el mal, que siempre ha sido lo más fácil de hacer”: José Saramago (Ensayo sobre la ceguera)
“Nacido en Gaza” (Netflix) es un documental del reportero argentino Hernán Zin que se rodó en 2014 durante la ofensiva de Israel en la franja de Gaza: 506 niños muertos y casi 3600 heridos. Es imposible no llorar y conmoverse con la tragedia de los palestinos. Debí hacer pausas. Se trata de un testimonio periodístico desgarrador que demuestra que hemos fracasado como seres humanos, pero ¿podemos ser más desalmados?
“Quisiera vivir como los otros niños del mundo”, decía entonces, sin brillo en sus ojos, uno de los pequeños; con la guerra de ahora quisiera creer que sigue vivo. Es un documental que toda persona debería ver para cerciorarse de que adentro tiene un corazón. Niños que hablan como adultos porque a los que no murieron les cercenaron su infancia para siempre… y empieza otra vez la cuenta. Al escucharlos solo quiero saber dónde está Dios si fue que alguna vez Dios existió. Con tal crueldad, hablar de Tierra Santa parece puro pretexto para vender planes turísticos como los que ofrecen el padre Chucho y otros emprendedores de la fe.
“Motasem es el que peor está de los cuatro. Mucho peor. A veces, de repente, se pone a gritar como loco. Ve el espíritu de su hermano. Se pone muy tenso y empieza a llorar. Ningún psicólogo de aquí ha podido ayudarlo. Llévenlo afuera para que lo ayuden por favor. Ayúdenlo. Ayúdenlo a olvidar lo que nos pasó”, clama Hamada, uno de los niños sobrevivientes, para quien ni Hamás ni ningún gobierno ha hecho nada por ellos.
Yo digo: Si Colombia, un país tercermundista, pudo acoger a tres millones de venezolanos, ¿será que el mundo entero no es capaz de darles hogar a dos millones y pico de refugiados palestinos? Pienso como escritor, porque tengo la suerte de no ser político, y menos de esos que, como Hitleres, deciden que en este planeta unos están sobrando.
Solidarizarse por los muertos de Israel pero callarse por los muertos de Palestina, (sobre lo cual nada dicen el grupo de ex cancilleres colombianos en su carta al presidente), no parece un acto propiamente democrático, entendiendo que en Israel gobierna una extrema derecha, representada por el primer ministro Benjamín Netanyahu (Harari lo llama “caudillo populista”), con un proceso judicial por corrupción que podría llevarlo a la cárcel; el Estado israelí sacrifica la vida de palestinos en su lucha despiadada por el territorio, porque la tierra, como sucede en Colombia, ha sido por los siglos de los siglos motivo de la sangre derramada en la Historia de la Humanidad… aunque lo correcto sería decir en la Historia de la Inhumanidad. La guerra de Israel debería ser contra Hamás, jamás contra civiles. Hay que estar con el débil, es principio de humanidad. Sin este nuevo ataque el mundo no estaría hoy llorando y reconociendo el sufrimiento del pueblo palestino.
No entiendo a quienes critican la postura del presidente Petro por comparar Gaza con Auschwitz. ¿Quieren que un presidente de izquierda se comporte como si fuera uno de derecha? Desde sus discursos ante la ONU deberíamos saber que eso no va a suceder en este cuatrienio, porque la promesa de cambio incluye un nuevo discurso. ¿Acaso no hubo ya 200 años de gobierno de derecha hablando por todos los colombianos? Por igual comparación, hace veintiún años el mundo se le vino encima al ya desaparecido Premio Nobel José Saramago. Refiriéndose al mismo conflicto, el escritor le dijo entonces a la BBC:“…mi opinión es que todos somos ciegos. Ciegos porque no hemos sido capaces de crear un mundo que valga la pena. Porque este mundo como está y cómo es no vale la pena”. También lo advirtió Shakespeare en “El rey Lear”: los locos conducen a los ciegos. Antes de que pasara lo que está pasando, en ese último discurso ante la ONU (del que la derecha colombiana se mofó porque, dijeron, nadie se quedó a escucharlo), Petro les dijo a sus pares del mundo: “Les propongo acabar la guerra para tener el tiempo de salvarnos. ¿Cuál es la diferencia entre Ucrania y Palestina, no es hora de acabar con ambas guerras?”
De ese mundo cegato hacemos parte cada criatura humana sobre la Tierra, incluyendo a los periodistas que tienen el deber supremo de informar sin sesgos, porque, para decirlo sin adornos, en una guerra no hay campeones: hay muertos, heridos y mutilados (del cuerpo y del alma). Son las historias que hay que contar para humanizar al periodismo.
En su editorial, el diario El País asumió una posición que me parece la correcta y equilibrada: “Tan criticable es que una parte de la izquierda no censure explícitamente la barbarie de Hamás como que desde parte de la derecha se pretenda ignorar el sufrimiento acumulado de la población palestina. Utilizar esta tragedia para la refriega partidista en España descalifica a quien la usa”. Pongan Colombia donde dice España y el mensaje aplica igual.
“No hay en el mundo nada que, en sentido absoluto, nos pertenezca”: José Saramago (Ensayo sobre la ceguera)
Me resulta triste disfrutar del magnífico sol que brilla por estos días en Bogotá, y pensar que el mismo sol, que calienta aquel mar Mediterráneo espléndido, hace rato se apagó para los inocentes que mueren en manos de unos bárbaros (los de este lado y los del otro), en complicidad con un mundo que observa el horror en directo como si se tratase de un partido de fútbol, donde se le hace fuerza a uno de los dos equipos. A ver, ¡todos son seres humanos, hechos de la misma carne de quien esto escribe y de quien esto lee!
Aplaudimos o rechiflamos según nuestra muy personal escala de valores o insensibilidades, porque la guerra, aunque fea y mil veces repudiable, deja ver quiénes somos. Sun Tzu, el general y filósofo chino que vivió 500 años antes de Cristo, la elevó a la categoría de arte para hacernos entrar en razón, pues en el fondo consideró su obra el punto de partida para hallar las raíces de un conflicto y buscar su solución. Veinticinco siglos atrás, en su manual militar “El arte de la guerra” dijo algo que acataron al pie de la letra los terroristas de Hamás: “Ataca a tu enemigo cuando no esté preparado, aparece cuando no te esperan”. Hasta los políticos le han sacado provecho a ese librito en época de elecciones, malinterpretándolo, porque en el fondo las intenciones de Sun Tzu no eran belicistas: “La mejor victoria es vencer sin combatir, esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”.
El periodismo debería estar de parte de los ciudadanos y en consecuencia abogando por un mundo libre (libre, incluso de muros, como el que separa a Israel de la franja de Gaza). Se nos olvida que los periodistas son intermediarios entre las noticias y las audiencias, y por lo tanto el periodismo debe ser un territorio neutral. Que opinen los editorialistas y los columnistas, porque mucho mal le está haciendo al periodismo colombiano, y por ahí derecho a la sociedad, esa prensa que juega a dos bandas con los asuntos internos y ahora con los externos. Más bien reclámenles a los políticos por no estar a la altura de las circunstancias.
Si Tik Tok muestra un bombardeos y vejámenes en directo con una audiencia de miles -millones- de personas siguiéndolos, más que periodistas vociferando, se necesita un periodismo que explique los hechos, no un periodismo crispado, disparando hurras por este o por aquel. El reportero norteamericano Ben Smith dijo esta semana algo que resume lo que nos está pasando: “En Twitter sólo quedamos periodistas y políticos jodidamente depravados gritándonos unos a otros”.
Suscribo la frase: estamos cansados de tanto show. Si la prensa no hace bien su trabajo, entonces las audiencias terminan largándose, y eso es lo que una parte de la industria periodística (al menos la criolla) no está entendiendo. ¿Se arriesgar a perder relevancia por defender una agenda política propia?
En cuanto al presidente Petro, se me ocurre que el día menos pensado X (antes Twitter) podría suspenderle la cuenta, que así lo hizo con Álvaro Uribe y Donald Trump. No está bien que un presidente que aspira a la “Paz total” como legado, trine en defensa de una de las partes en conflicto, sin antes condenar a Hamás, tanto por las víctimas como en solidaridad con el sufrido pueblo judío, que tiene una colonia prestante en Colombia. “¿Por qué el temor a rechazar el terrorismo?”, se pregunta El Espectador en el editorial del 11 de octubre. Su hija Sofía Petro resolvió el dilema en pocas palabras: “Gaza no es Hamás y Hamás no es Palestina”.
Un estadista debe estar por encima de una red social como X, donde la gente suelta cualquier ocurrencia -o republica informaciones sin confirmar-, cual caballos desbocados, sin medir consecuencias. No digo que deba callarse sino fijar sus posiciones por otras vías para no alebrestar más a sus contradictores. Señor Presidente: un jefe de Estado no es un ciudadano del montón. Hay algo que se llama cordura y algo que se llama mesura. En este momento las necesitan tanto el gobierno como ese raro periodismo que funge de justiciero. ¡A ver si son capaces de no cabalgar más sobre sus egos!
“Si no somos capaces de vivir enteramente como personas, hagamos lo posible por no vivir enteramente como animales”: José Saramago (Ensayo sobre la ceguera)
Lapi-diario
Lunes: Cuando uno cree que ya está dicho todo sobre Gabito, me encuentro en Netflix el documental “La gran parranda” de Eszter Vörös. Personajes de carne y hueso demuestran que Macondo sí existe.
Martes: Claudia Goldin es la tercera mujer en ganar el Nobel de Economía. (¡Hora de que las mujeres manejen las chequeras!)
Miércoles: Descubra los secretos del Teatro Jorge Eliécer Gaitán a través del recorrido “Susurros del más allá”: 13, 17 y 24 de octubre, y 14, 17, 21 y 28 de noviembre.
Jueves: ¿Dónde estaremos el 24 de septiembre de 2182? Ese día el asteroide Bennu de 500 metros cruzará cerca de la Tierra. Habría un riesgo de impacto de uno entre 2700, según la Nasa. (¿Hay posibilidades de autodestruirnos antes?)
Viernes: “Si yo fuera presidente arreglaría este platanal en 8 meses”, dijo en Radio Atlántico el abogado Abelardo De la Espriella. (Con ese desprecio la “gente de bien” trata al país).
Alexander Velásquez
Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha escrito para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana (la antigua); El Tiempo y Kienyke. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Autor de la novela “La mujer que debía morir el sábado por la tarde”. El nombre de este blog, Cura de reposo, se me ocurrió leyendo “La montaña mágica”, esa gran novela de Thomas Mann.
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