La Biblia dice que Dios aborrece dos cosas: que el culpable sea declarado inocente y que el inocente sea declarado culpable. Entre tanto, el doctor Álvaro Uribe, que primero fue culpable y después resultó inocente, trinó: “Los tiempos de Dios son perfectos”. Y cómo no, perfectos para él que, tras ser absuelto de todos los cargos, hoy tiene los vientos electorales a su favor.

En mi casa la que impartía justicia, ante cualquier falta, era mi abuelita. Sus fallos eran inapelables y el castigo imperdonable. “Demorita habrá, pero rebajita no”, sentenciaba la viejita. El doctor Uribe, en cambio, ha sido de buenas, porque en su caso ha habido demorita y rebajita… hasta podría decirse que tiene las siete vidas (jurídicas) del gato. Lo que no sabemos todavía es cuántas de esas vidas le quedan.

Dice La Silla Vacía: “El Tribunal consideró que las interceptaciones fueron ilegales y violaron el derecho a la intimidad del expresidente Uribe, tras determinar que no había motivos para interceptarlo cuando ocurrieron las escuchas. (…) Sin esas escuchas en el expediente, varias de las consideraciones de la primera instancia perdieron un sustento clave y le abrieron el camino a la absolución”.

Como quien dice, unas grabaciones telefónicas condenan al expresidente, pero como son escuchas ilegales esas mismas grabaciones lo absuelven. Entonces, la justicia no es coja, sino que escoge lo que sirve como elemento probatorio.

Haga de cuenta que usted, parado detrás de la puerta, escucha la conversación de su pareja siéndole infiel con alguien por teléfono, pero como escuchar conversaciones ajenas es de mala educación, le toca comer callado y dejar así. Perder es cuestión de método. Tal vez, a la próxima cuente con la suerte de encontrar a su pareja con las manos en la masa. 

Después de todo, quizás Uribe no sea bueno, sino de buenas, como bien lo retrata La Pulla.

La justicia puede absolver a una persona de todos los cargos pero jamás podrá liberarla del cargo de conciencia. Uribe tiene tras de sí varios señalamientos graves y una hoja de vida llena de lunares. La historia no olvida, por ejemplo, que sus amigos descuadernaron la Constitución para permitirle reelegirse o que durante su doble gobierno quedó la mancha de los mal llamados falsos positivos (el asesinato 6402 personas inocentes) y que este mes una jueza pidió investigar al expresidente y a su hermano Santiago Uribe como presuntos determinadores de los homicidios de Jorge Eduardo Umaña y Jesús María Valle, ocurridos en Antioquia en 1988, siendo Uribe gobernador.

Con un fallo que lo condena (en primera instancia) y otro fallo que lo absuelve (en segunda instancia) no puede decirse que Alvaro Uribe sea inocente. ¡Empate! Lo menos que puede decirse en este caso es que la justicia en Colombia está dividida, ¿acaso polarizada como lo están la política, el periodismo y la sociedad en general?

Lo cierto, en medio del desconcierto, es que el fallo a favor de Uribe se acata, así no se comparta. Acatemos, pues, que la absolución del expresidente es el triunfo de la derecha, incluso de la ultraderecha colombiana. La izquierda y aún el centro político tienen por delante la tarea de reinventarse en lo que resta para las elecciones del 2026.

“El derecho penal está construido para exigir rigurosidad en las pruebas, más allá de las especulaciones y sospechas”, dice de manera certera el editorial de El Espectador. Y añade: “El Tribunal Superior de Bogotá concluyó que no se había probado una pieza fundamental en el caso: la responsabilidad directa de Uribe. Por eso lo absolvió”.

Lo que sigue, en consecuencia, son otros de tres a cinco años de la misma telenovela judicial, porque ahora esa papa caliente va a la Corte Suprema de Justicia que en casación tendrá que decidir si Uribe es culpable o inocente. Como quien dice, en este punto de la historia todavía no es ni lo uno ni lo otro, y para nuestra desdicha llegaremos a otras elecciones, las de 2030, repitiendo el mismo cuento, como si estuviéramos condenados a no salir nunca de nuestros atolladeros políticos. En teoría, el proceso contra Álvaro Uribe sigue vivo mientras no prescriba.

Si los tiempos de Dios son perfectos, los de la justicia colombiana no siempre. Trece años le tomó concluir que Uribe era culpable y menos de tres meses para resolver que es inocente. Tienen razón los que dicen que la justicia en Colombia cojea, lo que no significa que sea paralítica, pero se agradecerían un par de muletas para lo que falta.  

Es una lástima no tener un oráculo que arroje veredictos en par patadas, para evitar el desgaste de un largo pleito judicial que empezó en 2012 y que todavía nadie nos ha dicho cuánto le ha costado a la Nación; es decir, a nosotros los contribuyentes que sostenemos, vía impuestos, al aparato judicial de este país.

En el antiguo Egipto los veredictos venían revestidos de divinidad. Una estatua del faraón Amenhotep I decidía quién era culpable y quién inocente. “Los querellantes formulaban entonces sus preguntas y las respuestas debían ser inequívocas, a menudo un «sí» o un «no» que se manifestaban con el movimiento de la estatua: si ésta se desplazaba hacia delante, la respuesta era positiva, y si se desplazaba hacia atrás era negativa. Otras veces, la estatua respondía temblando o acuclillándose”, dice este artículo de la National Geographic. Quien ponía al faraón o al dios Amón por testigo de una falsedad cometía grave una injuria, la cual se castigaba con la pena de muerte, lo mismo que sobornar al visir del faraón, pues era el equivalente a un tribunal supremo.

Cambian los métodos de aplicar justicia, no los delitos.

Tras la absolución de Uribe por los delitos de soborno y fraude procesal, a los colombianos nos queda un recurso infalible y el único posible en una sociedad democrática: la “justicia por mano propia”. O sea, nuestro veredicto ciudadano en las urnas: castigar a Uribe y al uribismo en las elecciones al Congreso y en las presidenciales. Es la manera sana de expresar nuestro inconformismo como ciudadanos que respetan los fallos judiciales, sin tener la obligación de compartirlos.  

En ese sentido, me pareció coherente la posición de la candidata Claudia López, quien luego de esta declaración valiente podría posicionarse como la más férrea opositora del uribismo y arrebatarles a otros esa bandera.

¿Quién ganó y quién perdió este juicio?

La justicia perdió el juicio. Con un fallo que condena y otro fallo que absuelve, la gran perdedora de la jornada no es necesariamente la izquierda, sino la justicia misma, pues queda en entredicho; pierden también las víctimas que se sienten burladas tras años de un tortuoso proceso judicial.

¿Es un fallo político? Nunca se sabrá.  Tal vez, tratándose de un fallo favorable a Uribe, surge la duda de porque se dio apenas cinco días antes de la consulta del Pacto Histórico, archirival del uribismo, que este domingo debe elegir el candidato presidencial de la izquierda. Por lo demás, creo que es una consulta innecesaria, riesgosa y costosa. Con Uribe fortalecido, es posible que imponga su candidato a dedo (no sería la primera vez), y sólo quedar esperar que el presidente Gustavo Petro haga lo mismo; al final, serán ellos dos quienes decidan el rumbo político que tomaría Colombia a partir del próximo año. El centro no la tiene fácil en este escenario pero podría abrir esa tercera vía de la que tanto habla Juan Manuel Santos. Cómo lo harán es lo que ansiamos saber.

El salvamento de voto de la magistrada Leonor Oviedo siembra la duda sobre el fallo absolutorio dos contra uno. Según el lente con que se vea, los magistrados Manuel Antonio Merchán y Alexandra Ossa son hoy el héroe y la heroína, y la jueza Sandra Heredia la villana. O Heredia y Oviedo las heroínas y aquéllos otros los villanos. ¡Qué interesante sería conocer una tercera voz, la de un tribunal de ética, para analizar dos fallos tan diametralmente opuestos!  

Ahora bien: ¿Cómo se explica que Diego Cadena, el abogado (ex abogado) sea culpable por los mismos delitos (soborno y manipulación de testigos) y su cliente excliente inocente? Dicho de otra forma: ¿Cómo es que un abogado terminó enredado en sus propias artimañas? No se han visto, hasta ahora, pájaros disparándoles a las escopetas, pero hoy por hoy, la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad, la sabría el doctor Diego Cadena.

Lo demás era previsible: Uribe será otra vez candidato al Senado o fórmula vicepresidencial, según las declaraciones alegres que hizo una sonriente senadora María Fernanda Cabal, sin contarle a la opinión pública que su jefe se burló de los electores cuando renunció al Senado para impedir que la Corte Suprema de Justicia lo investigara.

Y vea usted cómo son las cosas: ese alto tribunal será el que decida su suerte. Tanto va el cántaro al agua, que solo falta que se rompa. Recuerden que se trata de una de las altas cortes que -vaya curiosidad- fue chuzada en los tiempos de Uribe presidente. Periodistas, opositores y defensores de derechos humanos también fueron víctimas del espionaje ilegal por parte del desaparecido DAS.

Dijo un amigo dándose consuelo: “La justicia divina siempre revela lo que cada quien lleva en su conciencia”. Confiemos en que si Uribe es culpable pague por sus delitos en el más aquí, porque hasta Caín pagó en esta vida por matar a su hermano Abel. Dios no necesitó pruebas para condenarlo a vagar sin descanso.

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