Escena de la película “Noviembre”, del director colombiano Tomás Corredor.

Por considerarlo de interés para el debate, reproduzco el mensaje que recibí de la escritora fantasma al conmemorarse 40 años de una tragedia que nos sigue doliendo como nación, y en respuesta a la reseña crítica que publiqué en un blog anterior.

“Mi intención no es controvertir con una creación artística, y por eso debo señalar en primer lugar que es super importante tener producciones como esta película: más todavía, es indispensable, en términos de la memoria histórica, que la gente, las nuevas generaciones, sientan que algo terrible nos sucedió y que no podemos apuntar las responsabilidades de esa tragedia en una sola dirección; y que en este país ocurrió la tragedia de que se sacrificara la Justicia o sus máximos exponentes, en nombre del orden establecido. En este sentido, celebro que haya recreaciones artísticas de nuestra realidad, en especial sobre temas tan oscuros y oscurecidos como el del Palacio de Justicia.

En términos de la realidad de los hechos, de su sucesión, del tiempo, de los protagonistas, percibo que se escogen algunos eventos relacionados con la toma y retoma, a partir de los cuales se construye una narrativa cuyo aspecto central es el horror que se vive en el último reducto de sobrevivencia (y de resistencia guerrillera) que hubo en el Palacio, un baño que había en el entrepiso 2-3, pero que es precaria o inexistente la ilación entre el horror del drama humano y la violencia de las armas: las de quienes defienden la posición (sabiendo que no hacerlo es la muerte de todos) y las de quienes atacan, sin importar qué se llevan en el camino. Tampoco la hay del tiempo ni en el orden de eventos; y menos la hay de causa-efecto.

Esto me genera una sensación de no compromiso con la historia misma (quizás en nombre de la libertad creativa y la necesidad artística, lo cual es legítimo); pero que también deja cierto sinsabor sobre la tarea de recrear: porque una vaina es plantear una ficción (cinematográfica, literaria, plástica) alrededor de una realidad, y otra bien distinta, reclamar la fidelidad de esa creación con la historia, que es el caso de Noviembre, como dejan entrever los créditos al final.

Por ejemplo: ¿Por qué llegaron a ese baño dos grupos de “rehenes”, hasta reunir a 70 personas en un espacio de unos 20 metros cuadrados? ¿Qué los expulsó de sus escondites iniciales? ¿Qué o quién causó el incendio? ¿Qué fueron esas sacudidas de techos y paredes de toda la estructura del Palacio y desde qué horas comenzaron? Y lo más importante de todo: la sacudida final, la arremetida desde fuera, que la película no explica, pero cuyos efectos sí muestra.

Aparte de la mortandad de unos y la sobrevivencia de otros, ¿en qué consistió esa terrible arremetida? ¿Acaso no es crucial que el espectador sepa que los agresores de fuera explotaron la pared para abrir un boquete a ras del suelo, a través del cual dispararon desde afuera a todos los ocupantes, sin consideración de a quién le disparaban? Porque en la explosión murieron algunos, pero en el fuego venteado que llegó por ese hueco en la pared murió la mayoría de las víctimas que murieron en el baño; paradójicamente eran civiles que estaban sentados cerca del boquete.

Otra pregunta que daría cuenta de la historia como ocurrió: la salida de los magistrados que no murieron en el baño, por el hecho de estar adelante, como dispuso Almarales para que si los militares se tomaban el baño por la puerta, vieran primero a los altos  magistrados… Está bien que el creador/los creadores no den cuenta de la mayoría de sucesos externos que motivan mis primeras preguntas (¿por qué había tanta gente?, ¿cómo fue el incendio?, etc.), porque lo que a él/ellos interesa es lo ocurrido en el baño, y quizás las interrelaciones de un grupo humano sometido a ese horror; pero ¿por qué no se preocupan por señalar lo que ocurre en ese momento en que explota una pared por la que les disparan inmisericordemente a todos los ocupantes de ese reducido espacio? ¿Por qué no muestran que en medio del horror hubo actitudes que reivindican la condición humana?

Tuve la oportunidad de leer completo el expediente del tribunal que armó Belisario Betancur algunos meses después para analizar el caso. Esta es una de las fuentes más importantes -y quizás la imprescindible-, sobre este terrible suceso, por haber sido recopilados los testimonios de lo ocurrido con la memoria todavía fresca y los sentidos despiertos a la vivencia, y porque se hizo el esfuerzo de hacer comparecer ante los jueces responsables hasta el último ser humano que vivió los hechos en carne propia: funcionarios del Palacio, desde magistrados hasta choferes y personal de servicios, visitantes del edificio, vigilantes, militares de todos los rangos, vecinos de la Plaza de Bolívar, escobitas responsables de la “limpieza”… ¡Es impresionante el volumen de ese expediente!

Al respecto digo que la historia del baño es la más fácil de reconstruir porque hubo numerosos sobrevivientes y muchos testimonios para contrastar, comprobar y mostrar, incluido el de una guerrillera que no compareció ante los jueces, pero sí dejó un escrito con su recuerdo.

“Noviembre es una película valiosa en cuanto muestra el horror de la guerra y de lo que puede ocurrir cuando no parece haber vía diferente para la política que las armas”.

En segundo lugar aclaro que no encuentro correspondencia entre muchos de los testimonios y las actitudes de guerrilleros y magistrados que muestra la película. Deja qué desear la imagen que se proyecta sobre Almarales y sobre el magistrado Gaona. En los testimonios, este último es presentado como un hombre ponderado y valiente, cuyo liderazgo fue aceptado por sus colegas y por los guerrilleros; y que logró ser el gran mediador entre ambos grupos, quizás el que impidió que se mataran entre ellos. No obstante, en la película es descrito como un hombre que pierde la cordura e inicia un escape en el cual desaparece para siempre de la escena.

Y en los testimonios que leí vi a un mando guerrillero que no se opuso a la reacción natural e instintiva de quienes estaban delante, de intentar ganar la salida de ese infierno, como lo lograron varios magistrados, quienes apenas llegaron al entrepiso fueron recibidos con granadas y disparos de fusil provenientes del piso de arriba. Así murió Gaona.  

Es irrespetuoso el trato dado a la imagen de la consejera Aydé Anzola. Posiblemente alguien haya dado un testimonio al director o al guionista sobre su actitud en esas horas de agonía, pero lo cierto es que ella murió ahí como consecuencia de una situación que no era responsabilidad suya. Es una víctima. E independientemente de lo que la película tenga que decir sobre ella, ¿qué necesidad había de mostrar una supuesta actitud arrogante y poco compasiva, con nombre y apellido? ¿Acaso no tiene la consejera Anzola una familia que la sobrevive y que también es víctima de la tragedia? La libertad creativa y la estética de la producción no se afecta en nada si no se acude al nombre propio.

En cuanto a Almarales: él estaba en ese lugar y momento porque era parte del equipo que iba a presentar la demanda contra el gobierno ante los magistrados de la Corte Suprema. Él nunca fue un comandante militar. Tenía incluso cierta aversión hacia las armas. Lo suyo era la negociación, el debate, el discurso, el análisis, el diálogo; y a eso fue al Palacio de Justicia.

Es paradójico e incluso trágico que él fuera el único mando sobreviviente a la masacre del cuarto piso y al incendio. No obstante, salvo muy pocos testimonios (como el del magistrado Murcia Ballén, quien acusa a Almarales y demás guerrilleros de haber querido matarlos), la mayoría de testimonios muestra a un hombre que evidentemente estaba mirando de frente a la muerte, pero dueño de la situación, que asume su condición de mando con compostura, dignidad y humanismo: explica, intenta calmar, permite la salida de quienes intentaron huir de las balas que entraban por el boquete abierto y permite la salida de las mujeres, incluidas dos guerrilleras que le piden permiso para irse. Se contenta con advertirles: “va a ser peor para ustedes allá afuera… pero pueden irse”.

En resumen, tuve la impresión de que Noviembre es una película valiosa en cuanto muestra el horror de la guerra y de lo que puede ocurrir cuando no parece haber vía diferente para la política que las armas (sean estas de tirios o de troyanos); y lo muestra aprovechando instantes claves de una historia real, que además recompone y novela al gusto de sus creadores (como debe ser), pero no los recrea con fidelidad.

Lo que probablemente sí sea fiel a esa realidad es el cúmulo de sentimientos de impotencia y terror, frente al estar atrapados en una situación que nadie pidió, de la que se sienten víctimas. También lamenté los poquísimos gestos de humanidad frente a la inhumanidad, porque ahí hubo grandeza humana, pero lamentablemente en la película aparece apenas insinuada, cuando no desdibujada. Y me pregunto si esa es una opción intencional, para no comprometerse del todo, y asegurar una producción que no sea “acusada” de tomar partido, que pueda ser exhibida por Cine Colombia.

Con todo y todo, lo repito: agradezco la existencia de Noviembre. Lo que nos haga pensar en lo ocurrido es parte del camino de una verdad que debemos seguir buscando, hasta que podamos conocerla, entenderla y perdonarla: para que nunca se repita”.

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