También reí viendo esta película, pero la historia es más seria de lo que sugieren varias de sus escenas divertidas. Es que la vida, en el fondo, no es tan chistosa. Comentario con espoiler encubierto.
También reí viendo esta película, pero la historia es más seria de lo que sugieren varias de sus escenas divertidas. Es que la vida, en el fondo, no es tan chistosa. Comentario con espoiler encubierto.

Fotos: cortesía Proimágenes.
La poesía no arregla el mundo; el dinero sí, incluso los malentendidos. Porque a veces la literatura no salva ni siquiera a aquellos que la hacen. Pero estamos aquí para celebrar la miserable vida de Oscar Restrepo.
¿De qué trata la película “Un poeta”? Yo pienso que las películas como los libros tratan de todo aquello que toque el alma de los espectadores. Se me antoja entonces que “Un poeta” es sobre la derrota más que sobre el fracaso. Una derrota que no es rotunda. Derrota y fracaso son cuestiones distintas. Creo que todos hemos pasado por ahí, sólo que para qué desandar los pasos.
Pero “Un poeta” también es sobre la justicia como último consuelo. Pagar lo que no tienes para evitarte un pleito mayor o que tu reputación —¡já, como si a alguien le importara!— no se vea manchada.
Es una oda fugaz a Silva, a Bukowski, a Pizarnik y a tantos más. Triste sería no saber quiénes son (fueron) esos personajes. ¿Y qué importa si uno sabe o no sabe? ¿En qué cambian las cosas? ¿En qué cambia el mundo?
Viendo “Un poeta” me alegré al enterarme de que todavía los profesores ponen a los muchachos a leer poesía. Me alegré por Alejandra Pizarnik, aunque ella ya no está para alegrarse de que hay quienes la siguen leyendo después de que ella decidió cortar relaciones con este mundo, para no decirlo escabrosamente.
no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible (Del poema “En esta noche en este mundo” de Alejandra Pizarnik)
“Un poeta” es sobre el poeta bogotano José Asunción Silva, sólo si uno ha visto tan siquiera una fotografía de Silva. Está dibujado en el billete de $5 mil, cinco mil pesos que alcanzan para componer unas onces de afán, pero no para comprar su novela “Sobremesa”, por ejemplo; ni de segunda, porque cuesta $20 mil.
Mejor dicho, “Un poeta” no es sobre él, sino sobre los que son cómo él: “esa pobre vida ajena perdida en el desbarrancadero del tiempo, en el pasado común sin fondo, más remoto, más brumoso, más insondable que el mío”, como dijera Fernando Vallejo, en “Almas en pena, chapolas negras”.
“Un poeta” es sobre el escritor Charles Bukowski. Mejor dicho, no sobre él, sino sobre los que son como él: bebedores de tiempo completo. Si su literatura embriaga, es porque la escribió en los resquicios de su ebriedad. Es que transitar este mundo a palo seco es cosa jodida, debió pensar aquél en cualquier momento de sobriedad… agarrado de la botella.
“Cuando bebes el mundo aún está ahí afuera, pero en ese momento no te tiene cogido del cuello”: Charles Bukowski.
“Un poeta” es sobre la poeta Alejandra Pizarnik. Mejor dicho, no sobre ella, sino sobre los que son como ella: ¿acaso una víctima de su genialidad poética o simplemente alguien que se siente culpable de existir en ese eterno sufrir que es la vida para muchos?
¿Es una película sobre la poesía? Yo diría que sí. Pero más que sobre poesía pienso que es sobre la literatura desahuciada y sobre los personas desahuciadas por la sociedad, esas a las que el mundo va arrinconando hasta que un día ya no existen, existiendo.
El protagonista es un hombre más cercano a la melancolía (a la melancolía severa si se quiere) que al fracaso. ¿Existe la melancolía o es un invento de los poetas para ser poetas?
Pensemos qué sería de la poesía sin la melancolía de los hombres que no encuentran más que palabras para escupir su melancolía ante de que la melancolía los consuma.
Ojalá que después de esta película los espectadores vayan detrás de Silva, de Bukowski y de Pizarnik. ¿Será mucho pedir?
No creo que “Un poeta” gane el Óscar a Mejor Película Extranjera. Creo que es una gran historia, no una historia extraordinaria. Personas como los protagonistas de esta cinta, están ahí, afuera, por millones, invisibles para el mundo, y es triste pensar que eso no cambiará.
Ya sabemos que la cinta del director colombiano Simón Mesa representará a Colombia en la alfombra roja, esa que nunca conocerán los poetas, porque los poetas son criaturas ajenas a las banalidades del mundo. Pero Óscar Restrepo ya se ganó el Óscar en nuestros corazones, así sea por la profunda lástima que nos produce. ¿Qué tan diferente puede ser esa lástima de la lástima que sentimos por nosotros mismos?
Viéndolo bien, no somos más que almas en pena.
“Un poeta” es sobre la salud mental que en realidad es el infierno que todos llevamos dentro, aunque en unos ese azufre arde con más fuerza: sean poetas o no sean poetas. Hay criaturas que parecieran estar pidiendo perdón por existir o permiso para existir. No sé, una de dos.

El actor Ubeimar Ríos personifica al profesor Óscar Restrepo en la película colombiana “Un poeta”: Foto: cortesía Proimágenes.
Cuando las luces del teatro se encendieron, me quedé preguntando si Óscar Retrepo, el poeta de la película, será capaz de encontrar un atajo para llegar más rápido al otro lado, allá donde todos llegaremos de todas formas.
Es una película donde al caído caerle, pero menos mal está la plata que suele salvar a último momento: así fue en el pasado, no es diferente en el presente, y no lo será en el futuro. Tal vez necesitemos más billetes donde esté Silva que libros donde esté Silva. Las salvajadas que me hace decir este capitalismo salvaje.
“Un poeta” es sobre la autenticidad y la gente bienintencionada que no espera nada a cambio. ¿Y entonces para qué diablos sirven las buenas intenciones en un mundo lleno de malagradecidos?
Pero “Un poeta” es también la derrota de la literatura toda, en un tiempo en que los libros importan poco y los escritores menos. “Un poeta” es la derrota de una literatura que ya no conmueve ni convence; ni siquiera a aquellas criaturas como la estudiante Yurlady, la que tiene alma de poeta, aunque para ella son más importante sus uñas y los esmaltes. La poesía puede esperar, y ahí se quedará esperando.
Yurlady es el reflejo de un sistema que ha olvidado a los más pobres, a esos que necesitan dinero antes que poesía para sobrevivir en un medio donde las condiciones de vida son tan poderosamente precarias, que logran opacar el genio poeta que refulge en una niña común y corriente. Quizás se necesitan muchos profes Restrepo para descubrir el aura de la genialidad ajena.
“¿Cuántos años tendría yo entonces, cuando leí por primera vez a Silva? ¿Nueve? ¿Diez? ¿Once? Ya no me acuerdo. Me acuerdo que eran las seis de la tarde, cuando en Medellín oscurece, y que estaba en el vestíbulo de mi casa llorando por él, por sus versos, la milagrosa belleza de esos versos suyos que me inundaban el alma, y porque se mató, lo matamos, nosotros, Colombia toda que no tiene esperanza ni perdón”. (De la novela “Almas en pena, chapolas negras”, de Fernando Vallejo, biografía sobre el poeta José Asunción Silva).
El tráiler dice que “es una película para llorar de la risa”. Pues no me parece.
“Un poeta” es la historia ya otras veces vista en películas como “Rodrigo D” o “La Vendedora de Rosas” (aunque sin las violencias extremas de éstas), cuyos finales ya conocemos. Esa Medellín (podría ser otra ciudad latinoamericana) que no se ha ido ni se irá. Porque la historia ya se ha contado y nada ha cambiado. Pasa lo mismo con los libros y la literatura. Las historias se han escrito y nada ha cambiado. A veces pienso que el mundo cambiará para bien cuando los intelectuales y los artistas y los escritores y los poetas reemplacen a los políticos. Con su poder no han cambiado la vida de nadie, suelen más bien empeorarla. Porque así son ellos: los políticos, digo.
Cada vez hay menos lectores y un día los libros serán apenas una pieza de museo, si es que el polvo y las polillas no se los han tragado antes. Tal vez llegue el día en que nos hagamos conscientes de que ya no es necesario escribir libros ni poesía, sino más bien leer los que ya existen. Salvo cada nueva novela histórica que se escriba en el futuro sobre lo que pase en el presente, pareciera que todo lo demás ya está dicho. ¿Para qué más poetas, sino valoramos a los que ya partieron y a los quedan por ahí, cual fantasmas como Óscar?
Se podría hacer una encuesta a la salida de los teatros para saber cuántos espectadores saben que ese que está ahí, pegado en la pared, es el poeta José Asunción Silva; sí, el que se pegó un tiro en el corazón en la Bogotá de finales de 1800. Me gustaría conocer los resultados de esa encuesta.
Si después de ver “Un poeta” el espectador va en busca de Pizarnik, Bukowski o Silva, habrán ganado la literatura y la poesía; entonces, la película ya no será más sobre el fracaso ni la derrota.
Queda a la imaginación del espectador especular sobre cuál será el destino del poeta de la película después de ese día en que hizo, como Silva, una marca en el sitio del pecho donde presume queda el corazón. Al fin de cuentas lo único que él quiere es ser poeta, y ya sabemos cuál es un destino posible para los poetas y también para los no poetas.
Vayan a verla, vale la pena.
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