El daño ya está hecho. ¿Podemos remediarlo?

En la encuesta bimestral de la firma Invamer Poll, a los medios de comunicación les fue como a los perros en misa: el 78% de los colombianos no confían en la prensa. Dice Diego Martínez Lloreda, en Las 2 orillas, que la culpa es de Petro y de los empresarios que socavan la independencia. Sí y no, y no en todos los casos.

Llamar a las periodistas “muñecas de la mafia” al servicio de “poderes ocursos” fue una indelicadeza del presidente, calificativos que “perpetúan los estereotipos de violencia contra las mujeres periodistas”, como dijo la FLIP.

Pero un discurso no justifica por sí solo la encrucijada de una prensa cuestionada. Si las palabras del primer mandatario tienen tanto poder, pidámosle de rodillas que se eche un discurso estigmatizador sobre los productos ultraprocesados a ver si los colombianos dejan de creer en ellos. Enfermarán menos, tendrán mejor calidad de vida y le ahorrarán recursos al sistema de salud.

Han pasado 240 años desde que empezó la historia del periodismo colombiano, así que la prensa está bastante crecidita como para limpiar la casa.

Sobre el otro asunto, el de la independencia, El Espectador, por ejemplo, hoy en manos de un conglomerado, ha sido históricamente un referente. Lo reiteró en su editorial del pasado 15 de septiembre:  

El Espectador no habría sobrevivido si un grupo económico no hubiera decidido comprarlo y sostenerlo año tras año. Eso no significa que el trabajo de nuestros periodistas durante estas décadas haya estado al servicio de los caprichos de los dueños. Por el contrario, el mandato por parte de quienes nos respaldan ha sido claro: hacer un periodismo independiente, autónomo, que construya confianza y aporte a la democracia del país.”.

Los gobiernos pasan pero la prensa queda. Tal vez sea hora de lavar la ropa sucia en casa. Se llama: autoregulación, que no es autocensura. Además, en medio de este clima de polarización, cabe preguntarse si el desprestigio de la prensa y el desprestigio de un presidente guardan alguna relación, y si la misma relación existe al hablar de prestigio en ambos casos. Se podría hacer un análisis profundo a partir de dos cifras contundentes de la mencionada encuesta: el 78% de los colombianos no le cree a la prensa y el 58% desaprueba la gestión del presidente. Es decir, tanto el primer poder como el cuarto tienen mucho en qué pensar antes de buscar chivos expiatorios.

Al no tener ya el monopolio de la información, la prensa debe reinventarse, porque hoy compite no contra sus pares, sino contra la nueva inmediatez: la viralidad. Antes de que un medio informe de la muerte de fulanito, el video del difunto ya anda rondando por ahí. Incluso, las redes sociales han “matado” a quien sigue muy vivo, como pasó con el poeta Jota Mario Arbeláez, “noticia falsa” que fue replicada por medios como W Radio y El Tiempo, donde el poeta escribe su columna. Con lo fácil que era antes levantar un teléfono para confirmar o desmentir las cosas. El poeta les habría dicho lo que le dijo a El País de España: “Estoy consternado con la noticia de mi fallecimiento”.

Para nuestra alegría o pesar, el mundo cambió: el que ayer era un receptor pasivo, hoy es también un emisor activo, (capaz de dar noticias, inventarlas y hasta explicarlas, sin ser periodista), gracias al poder en bruto que pusieron en sus manos las redes sociales y plataformas como TikTok, YouTube y Facebook  

Del momento complejo que vive la industria de las noticias, tampoco se debe culpar a esos influenciadores, -por informar o mal informar-, porque también hay periodistas influencers que opinan dentro de los medios o “a nombre propio” en las redes sociales. Es decir, son arte (reporteros) y parte (opinadores). Pero obsérvese algo: Un periodista es importante mientras esté al amparo de un medio. El medio hace al periodista, así que es el medio el llamado a sopesar el aporte o daño que le hacen sus empleados a la credibilidad de la marca o empresa mediática.  

Periodismo y activismo generan un conflicto de interés. Ese doble rol terminó por minar la confianza en la prensa. El ciudadano de a pie no distingue que una es la periodista Darcy Quinn que da noticias y otra distinta la ciudadana Darcy Quinn opinando en X sobre lo divino y lo humano, echando pullas a Fulano o aplaudiendo a Zutana. Tras el episodio del Porsche Tycan parqueado en el canal RTVC, quedó como “la mujer mejor desinformada de Colombia”.

La lista es larga de quienes hacen activismo y en los ratos libres periodismo. Lo que un ciudadano entiende es que ahora los reporteros juzgan más de lo que informan. Sólo les falta vestirse de toga y empuñar el martillo para dictar sentencia.

El analista Germán Yances interroga: “Estos políticos-periodistas están frente a un micrófono o escribiendo columnas y opinando a la espera de que algún gobierno les ofrezca un digno regreso a la burocracia. Entonces, ¿con qué independencia informan y opinan unos personajes que están pendientes de ser nombrados en algún cargo público?”.

Si la prensa quiere recuperar y proteger su reputación, puede empezar por consensuar ciertas reglas de juego con los periodistas. Podrían apelar a la pluralidad de visiones (más allá de la visión de ex funcionarios públicos) o separar los espacios informativos creando espacios de debate para aquellos y aquellas con tantas ganas de perorar.

Revolver noticias con comentarios personales, a veces infundados (hecho que le costó el puesto a Luis Carlos Vélez en La FM), estropea más la imagen del medio que la del periodista, que, a fin de cuentas, hoy está aquí y mañana allá, porque la rotación en este oficio es alta, como la de meseros en los restaurantes. Recuerden que a Vicky Dávila la sacaron de La FM, saltó a W Radio y finalmente aterrizó en Semana (todavía no sabemos si el salto con garrocha le dé para llegar hasta la Casa de Nariño en 20026).

En un país polarizado, un medio que no sepa controlar su ímpetu gobiernista o antigobiernista, corre el riesgo de ser castigado por la audiencia.  De qué otra manera se explica que Semana/Vicky Dávila ya no es la reina del clickbait, ni siquiera la virreina.

La publicación del grupo Gilinski parece hecha a la medida de una audiencia que votó en contra de Gustavo Petro y su gobierno, y en consecuencia ejerce la oposición mediante los discursos de sus periodistas: Andrea Nieto, Salud Hernández, Juanita Gómez y la mismísima Vicky Dávila con sus editoriales y entrevistas atadas a una agenda y narrativa politizadas.

La misma crítica aplica para los medios públicos afectos al gobierno. Un “periodismo” ideologizado no es periodismo y sí le hace un daño tenaz al periodismo que se rige por principios y valores no negociables.

¿Podrá la prensa expurgar sus pecados?

Las audiencias de hoy mastican más que las de antes. Están aprendiendo a separar la paja del grano, (mejor símil no pude encontrar); es decir, diferenciando los medios que hacen periodismo genuino de aquellos que usan el periodismo para encubrir sus agendas políticas y/o económicas. Proyectos valiosos como Presunto Podcast educan a los ciudadanos para consumir medios de forma responsable y analítica.

Por consiguiente, los dueños de los medios deben juzgar si vale la pena arriesgar la credibilidad, sabiendo que en últimas arriesgan reputación y ganancias al mismo tiempo.

La Silla Vacía publicó este gráfico con la siguiente leyenda: “El Partido Liberal y el Partido de la U fueron los que recibieron más plata de empresarios y son los partidos que más coronaron en las elecciones a gobernaciones en 2023”.

La pregunta es obvia: ¿Puede la financiación de campañas por parte de grupos económicos afectar la independencia de la prensa?

Del periodismo esperamos noticias y veracidad, no opiniones y mucho menos opiniones irresponsables o activismo político, que deforman la opinión pública en vez de formarla, con el coste que esto implica en términos de construcción de democracia.

Sirva la ocasión para pedirles encarecidamente a las facultades y a los premios de periodismo (CPB y Simón Bolívar) que salgan de sus zonas de confort. Repensarse en función de garantizar a la sociedad el mejor periodismo posible, donde la ética del medio y la de sus periodistas sea la costumbre, no un por si acaso. El Premio Gabo es hoy el mejor referente para Colombia e Iberoamericana al exaltar cada año la excelencia periodística. ¿Tienen algo qué decir Asomedios y la Asociación Colombiana de Medios de Información, AMI?

La prensa debe mirar hacia adelante, pero de vez en cuando puede voltear la cabeza para honrar el pasado. El Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes declaró el 2025 como el “Año Guillermo Cano”, al cumplirse cien años del nacimiento del mártir del periodismo colombiano, sacrificado por los narcos. El mejor tributo a quien pagó con su vida el amor a este oficio es emular la rectitud de su comportamiento.  

“Estamos presenciando el crecimiento de una generación sin fronteras morales, sin valores ni principios éticos. Eso es lo que combatimos. Con meridiana claridad”: Guillermo Cano (1925-1986)

Nadie se compare con don Guillermo Cano, a menos de que en su corazón humilde anide una vocación sin tacha y una pasión genuina por ejercer un periodismo comprometido con la búsqueda de la verdad… y nada más que la verdad.

Mi cuenta en X: @alexanvelasquez

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