El escritor Felipe González Giraldo fusionó familia, historia y ficción para recordarnos que Colombia tuvo cierto protagonismo durante la Guerra Fría.
El escritor Felipe González Giraldo fusionó familia, historia y ficción para recordarnos que Colombia tuvo cierto protagonismo durante la Guerra Fría.

“Seúl 88”, obra del escritor antioqueño Felipe González.
“La vida y la época de un escritor deben, por definición, filtrarse en la obra por cada grieta”: Stephen Greenblatt, historiador literario y profesor de Humanidades en Harvard.
“La verdad se encuentra dentro. Quien busca por fuera es como el que busca agua en el océano. Echemos un vistazo a nosotros mismos”: De la novela “Seúl 88”.
¿Existe el género de la novela militar en Colombia?
En un país, con un conflicto interno que se extiende a lo largo de tres siglos y miles de muertos, es extraño que existan pocas novelas históricas de corte militar.
Tengo en mis manos una que podría clasificar dentro de ese género. “Seúl 88” es una novela histórica, la primera de Felipe González Giraldo, un abogado que escribe literatura cuando no está en los estrados judiciales.
Su obra está basada en hechos reales, inspirados en la propia familia del escritor. Podemos decir, entonces, que toda novela bien podría ser una confesión, si como lo dijo la escritora rusa Ludmila Ulítskaya, “un escritor se apoya en la experiencia de su propia vida”.
En este caso, son historias entretejidas que van y vienen entre Colombia y Corea del Sur. Aquí están narrados episodios tenaces del conflicto armado colombiano, contados desde las entrañas del ejército colombiano. A través de Constantino, el protagonista, y de los hombres de su pelotón, presenciaremos una operación contraguerrilla en las selvas antioqueñas.
“Desde la noche anterior había comenzado a escribir en aquel papel amarillento y rayado que existía un planeamiento operacional para dar con los bandidos del Eln en los lindes del municipio de Santo Domingo: el segundo pelotón bajo el mando del comandante de la compañía, el capitán Adolfo Franco, había preparado la emboscada y sería el que abriría el combate. El tercer pelotón cubriría la retaguardia y el primero protegería el flanco izquierdo”.
Constantino parte en misión diplomática hacia Corea del Sur en una época de tensiones políticas que amenazan la paz del mundo, y en la antesala de los Juegos Olímpicos del año 88. Un año antes, Corea del Norte hizo explotar un avión comercial con 115 personas a bordo.
“Constantino pasó los dedos por su bigote. Se hallaba en un lugar donde la muerte estaba presente (…) Supuso que de eso se trataba la Guerra Fría y en ningún otro lugar como ese se ejemplificaba mejor la muerte interna del ser humano antes que la violencia a gran escala”.
Constantino es un personaje de ficción inspirado en el padre del escritor. Foto: cortesía archivo del autor.

Tres décadas atrás, tuvo lugar allí la famosa Guerra de Corea (1950-1953), en la que peleó Colombia: murieron 611 soldados colombianos.
“Pero ¿para qué teníamos que ir a Corea a buscarnos un problema con los comunistas coreanos y chinos, si acá ya teníamos bastantes?”, preguntó Constantino de forma honesta”.
El protagonista, un hombre de origen campesino, “… de niño había sobrevivido junto a su madre, una masacre en la carretera entre Albania, en Santander, y Chiquinquirá, por el occidente de Boyacá, perpetrada por el bandolero Efraín González, alías ´Siete Colores´, y su cuadrilla de bandidos”.

El escritor Felipe González tenía dos años cuando viajó con su familia a Seúl.
Margarita, la esposa, una antropóloga valluna dedicada a la crianza, escribe cuentos que el lector irá descubriendo, al tiempo con las costumbres de una nación exótica. “La vejez es la humillación natural del ser humano”, dice la mujer.
Nos topamos a un embajador con fama de “comemierda” o una mujer paisa que vive su propia pesadilla tras casarse con un hombre coreano.
“Pensó que el sujeto racional en él sabía del despropósito que implicaba gastar sus fuerzas en una mujer que entretenía hombres por oficio”.
Como en toda novela, también hay un enredo amoroso por cuenta de Orlando, el cónsul de Colombia en Seúl, un hombre huilense, tragado de una mujer llamada Anna Reiter. Confundido o entusado —ya juzgará el lector— busca en el budismo el remedio para apaciguar su soledad.
Orlando se perdía al tratar de comprender las máximas del budismo. (…)
–¿Qué hace uno con la maldad ajena? –le pareció que su pregunta era la de un niño–. ¿Debo perdonarla?
El maestro seguía como una estatua.
–En el budismo no se habla del perdón. El perdón es posible cuando me ubico en una posición de superioridad y digo: yo que estaba en lo correcto, te perdono a ti que estabas en lo incorrecto. Buda dice que todos los seres conscientes somos iguales. ¿Cree tener la capacidad de decir quién es iluminado y quién no?
¿Qué justifica que se escriba una novela voluminosa en tiempos en que se especula con eso de la escasez de lectores?
Es un tema que daría pie a todo un debate. Creo que poquísimos autores en Colombia han tenido la disciplina y el arrojo para producir un texto robusto, casi 700 páginas, en una época en que la lectura enfrenta amenazas de todo tipo.
Felipe González lo consiguió luego de tres años de paciente escritura, eso que en el ámbito literario llaman la soledad del escritor. La novela “Seúl 88”, de la editorial Escarabajo, ya está en las librerías en busca de lectores. El viaje comienza con un presidente de la República que se halla entre la vida y la muerte.

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