Imágenes tomadas de redes sociales.

Pasaron tantas cosas en ese consejo público de ministros que, en serio, se podrían escribir muchos ensayos, unos en contra y otros a favor, analizando hasta los pequeños detalles. Por Cristo bendito, me pregunto, por ejemplo, por qué razón, en todo este asunto pasó casi tan de agache el ministro de Gobierno, Juan Fernando Cristo. El fin de semana por fin apareció en El Espectador haciendo un llamado a la tranquilidad: “Tampoco es el fin del mundo”, dijo. Y tiene razón. Las crisis surgen para ser resueltas.

En cambio, el fin del mundo podría sobrevenir el 22 de diciembre de 2032 si el asteroide 2024 YR4 cae en el Océano Pacifico al norte de Suramérica, uno de los sitios probables del impacto, según los científicos. Es decir, Colombia podría desaparecer y así todos nuestros males. Pero faltan siete años y dos gobiernos más.  

No obstante, cualquier comentarista corre el riesgo de quedar desactualizado u opinando fuera del tiesto, pues están sucediendo demasiadas cosas en lapsos de tiempo muy cortos, que es imposible pensar sobre cada cosa que acontece hoy en Colombia. Es realmente frenético. Y tiene de bueno que la política nos puso a hablar a todos. O todos tenemos algo qué decir. Eso está bien: interesarnos y asumir posiciones como ciudadanos. La tal indiferencia de la que se le acusa a la sociedad siempre.  

El detalle que llamó poderosamente mi atención fue el asunto del rating: la manera como los colombianos están pendiente de lo que haga o diga el presidente, caiga bien o caiga mal. Podría decirse de una vez que el gran perdedor del consejo de ministros fue el Canal RCN, que no levanta cabeza (audiencia), pese a tener un reality al aire, perdió frente al presidente. “Tres millones doscientas mil familias viendo al gabinete”, trinó contento el mandatario. 

A cambio de encuestas, hay medición de audiencias. La transmisión del consejo de ministros por televisión obtuvo un rating del 5,15%, (lo cuarto más visto del día), superando la mayor audiencia del Canal RCN el mismo martes (4,63%) y muy cerca de Noticias Caracol del mediodía: 5,49%, según Kantar IBOPE Media.

Creo que esto merece un análisis reposado. Pensando en esos titulares espectaculares que ciertos medios usan para atraer lectores, alguno podría haber titulado: “Presidente se lleva por delante a canal privado de televisión”.  Y seguramente, como este es el tiempo de informarnos a punta de titulares, no faltaría quien dijera con preocupación que el presidente está atentando contra la libertad de expresión, antes de ir al meollo del cuento.

Sin embargo, hay que decir que el ganador aquel día fue el Canal Caracol con la transmisión del partido Colombia-Paraguay (campeonato Sudamericano Sub-20), con 10.73% de audiencia, y que es líder indiscutible del prime time con “Yo me llamo” (12,45%).  

“El espectáculo sin precedentes generó un rating que superó el del reality de la Casa de los Famosos en TV abierta”, dijo tímidamente La Silla Vacía. Traducción: Petro superó en audiencia al Canal RCN. Y lo hizo con una transmisión de cinco horas. Esto tiene tanto de largo como de ancho.

Mientras los medios ignoran ese análisis, la oposición ya hizo tele-réplica; aunque saben que cualquier pantallazo sirve, ¿alguien los vio? Se han llenado de envidia ante la sagacidad/atrevimiento de Petro de volverse “protagonista de novela” en horario prime, y en consecuencia aquellos oponentes se van a someter a ser medidos con la misma vara del rating. ¡Qué mejor encuesta que esa!

Que el presidente supere en audiencia a un reality show significa por un lado que a una masa importante de colombianos sí le interesa la política y si le preocupa el país, y por otro lado ratificó la crisis que viven los medios, pero en especial el canal de televisión de la Organización Ardila Lulle, OAL.

Desde el día cero se le ha criticado a este gobierno la falta de una estrategia clara de comunicaciones y ahora el presidente se la juega con las transmisiones del gabinete en pleno para que la información llegue descontaminada a los consumidores, sean afectos o desafectos al gobierno. Yo creo que es una jugada acertada, teniendo en cuenta que el mundo de hoy premia la imagen en movimiento sobre la letra escrita y, aunque critiquen al gobernante por auto glorificarse, nadie queda indiferente ante las cosas que dice Petro, así suenen a las de un loco, como le sonaron a Carolina Sanín en la palabrería de su último monólogo, que otro día de la semana comentaré.

Con metidas de pata o no, Petro tiene al país hablando de él. Ha impuesto la agenda informativa.

Es increíble la cantidad de columnas de opinión que se siguen escribiendo sobre lo que pasó la semana pasada. Por ahí vi un artículo que le daba la razón al presidente cuando dijo que el güisqui era peor que la cocaína. “… el alcohol es la droga más dañina en términos globales, superando incluso a sustancias como la heroína y el crack (cocaína fumable)”, se lee en esta nota de El Espectador.

Y creo que por largo rato se seguirá hablando del primer consejo de ministros televisado, o al menos hasta que alquilemos balcón para el segundo, que –presumo- dará de qué hablar también.

A lo mejor, en este episodio se cumple el dicho popular: “Que hablen bien o que hablen mal de uno, pero que hablen”. Y Petro es buenísimo haciendo que el país hable de él. Para eso no necesita un consejero de comunicaciones.

Desde la posesión, el 7 de agosto de 2022, cuando exigió la espada de Bolívar en el ceremonia, ya sabíamos que sería un presidente rompedor de las formas y con esa actitud –arrogante para unos, inteligente para otros- ha conseguido el suficiente ruido mediático. Petro es provocador, pero ahora nos espantamos. Lo del consejo de ministros fue sumamente provocador, en línea con esa personalidad coherente de la que ahora nos aterramos. Bueno, por algo dicen que el que no ha visto a Dios cuando lo ve se asusta.

En sus análisis, los detractores pasan por alto el hecho de que Petro es un auténtico “animal político”, solo alguien así pudo retar a Donald Trump, y no estamos hablando acá de las consecuencias de sus trinos ni de decisiones erráticas. Por lo mismo tanto, nadie es ajeno a lo que piensa, dice, tuitea o calla.

Por otro lado, editorialistas y columnistas examinan lo que está pasando, centrándose absolutamente en la figura de Petro, pero no se están preguntando, muchos menos analizado, cómo está tomando la gente esto que está pasando. Este presidente llegó al poder con el respaldo no sólo de políticos y partidos, sino de más de 10 millones de colombianos. Sean hoy más o sean menos, a esa masa humana le está hablando hoy el presidente, y nadie debería desconocerlo.

En materia política, en Colombia se comete el error de pensar más en los políticos que en los electores.

Le están midiendo el aceite al presidente y eso está bien, pero nadie le está midiendo la temperatura al país al calor de los acontecimientos, que no son pocos. Como todos andan criticando y nadie propone nada –algo muy propio en nuestro ADN latino-, la propuesta más “sensata” se la leí un internauta de las redes sociales: propuso que en cada consejo de ministros haya un eliminado, y no solo un amenazado por convivencia, y que esa decisión se deje en manos de la audiencia a través de votos y llamadas. Eso sería realmente democrático y, con toda seguridad, el primer personaje en salir pitado de la Casa de Nariño sería Armando Benedetti y después Laura Sarabia. Ahí ya se podría acabar el juego para ponerle orden a la casa.  

Por primera vez salimos de nuestras zonas de confort, llamémoslo aletargamiento nacional. Nos hemos sacudido y de qué manera. Lástima que no sea medible en la escala de Ritcher para conocer los verdaderos daños y a quiénes afecta, por dentro o por fuera del gobierno. Tal impacto causó la bomba mediática que la oposición rapidito exigió mojar pantalla, pero pocos analistas están hablando de lo que dijeron, porque, insisto, Petro acapara la atención.  La idea del presidente les debió parecer buenísima, pero no se le ocurrió a la Derecha en su tiempo, que de seguro habría hecho una gran puesta en escena donde todo saliera divinamente para que el país mantuviera incólume sus vestiduras.

Aunque la Derecha siga llamando circo a aquel consejo de ministros, y rezando para que el gobierno se desintegre en átomos volando, en el fondo de su alma al principio se sintieron felices –complacidos con lo que pasó-, pero es posible que hoy se sientan más bien preocupados, porque el desenlace de este momento político no está en manos de ella, de la Derecha digo, sino de Gustavo Petro. Las llamas queman, que no se acerquen.

Todo lo que les queda es seguir satanizando cada cosa que diga o haga el mandatario. Si hace un consejo de ministros distinto al primero, con todos los funcionarios bien puestecitos para salir en cámara, aplicados y con sendos informes de sus gestiones —es lo que debería pasar— tampoco eso le gustará a la oposición, y le caerá al gobierno con toda por la cifra, por el tonito o por lo que no se dijo. ¿Insisto: importa lo que digan los detractores o también lo que piense la gente en sus casas? ¿O estamos creyendo que en estos tiempos, en que cambió la manera de comunicarnos, los analistas todavía tienen el poder de moldear a la opinión pública por el solo hecho de salir en un noticiero de televisión o de radio? 

Hay quienes piensan que este merecumbé de acontecimientos debe servir para que la Izquierda colombiana salga fortalecida. Yo pregunto: ¿Fortalecida cómo: Con Petro o sin Petro? Pero ese será tema de otro blog. Por aquí los espero.

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