Cuando éramos jóvenes y bellos, bebíamos guaro para evadirnos de la realidad. Luego aprendí que el mismo efecto se consigue leyendo buena literatura sin los malucos guayabos terciarios ni los terribles daños a la salud.  Pero éramos felices entonces con nuestro “embellecedor” de fin de semana, porque nos bastaban unas cuantas copitas para verlas hermosas, y a las mujeres les pasaba igual. Al otro día estábamos arrepentidos junto al inodoro y sin un confesor cerca. Pero ya no hablamos del embellecedor, incluso un informe de El País de España (julio de 2023) aseguraba que marcas clásicas como aguardiente Néctar “han perdido entre un 15% y un 20% del volumen de producción anual”.

Del embellecedor pasamos al embrutecedor por cuenta de las afirmaciones que hizo el presidente Gustavo Petro durante una visita a la Universidad Nacional. Él, que gusta de hablar sin adornos, dijo que RCN y Caracol embrutecen a la gente.

“El momento de privatización hizo que mucha gente se quedara sin estudio, que la sociedad colombiana fuese embrutecida a través de RCN y Caracol, que el único saber que se transmite a la mayoría de las ciudadanías es el que llega a través de las ondas de esas emisoras, que cuando uno abre, y no quiero discutir sobre gustos musicales, pero cada vez que uno abre la emisora no encuentra sino un embrutecedor que va adormilando a la sociedad colombiana. Le va haciendo sentir que la muerte es normal, que el genocidio es normal, que la violación de derechos sobre los y las más humildes es normal y no reacciona, no se despeluca, no se pellizca, cuando hoy, más que nunca, hay que pellizcarse”.

Me parece que, bajo esa premisa, los términos embellecedor y embrutecedor podrían ser sinónimos: quiso decir el mandatario que, en algunos casos, la radio criolla produce unos efectos anestésicos para hacernos ver la realidad distinta: las cosas como no son. O para ser más exactos: las cosas como quieren que las veamos. Un ejemplo lo encontré esta semana en la cuenta de Facebook del analista de medios Germán Yances: “El periodista Luis Carlos Vélez (La FM de RCN) quiere desconocer que Salvatore Mancuso fue un elemento de la derecha sangrienta que masacró el campesinado de este país y ahora quiere presentarlo como aliado del gobierno progresista de Gustavo Petro. Mancuso es hoy simple aliado de la verdad”.

La verdad: hace rato dejé de consumir radio de forma regular. En la pandemia (año 2020) me di cuenta de lo cansón que es escuchar todos los días el mismo sonsonete mañanero. Cambiar de dial para encontrar más de lo mismo: demasiada gente comentando desde su orilla ideológica, periodistas que usan el micrófono para juzgar al entrevistado o congraciarse con él, dependiendo de su simpatía política, como si el oyente fuera bobo y no supiera que le están dando gato por liebre: opiniones disfrazadas de noticias. Además, ciertos informativos fungen como el escampadero de políticos huérfanos de poder y a la espera de un puesto, añadiendo más leña, en nombre del periodismo, al fuego de la polarización.

A veces, esas mesas de trabajo parecen salas de audiencias, no cabinas radiales. Meter gato por liebre es una expresión que viene de la Edad Media y significa engañar con mala fe. A los comensales les servían carne de gato haciéndole creer que era carne de liebre.

Por esos mismos días, Felipe Cabrales, presidente de Caracol Radio y CEO de Prisa Media América, anunció que esa cadena radial, se retiraba del ECAR, Estudio Continuo de Audiencia Radial.  

Su argumento: “… nosotros hace rato pasamos de ser una empresa radiodifusora a ser un gran ecosistema de medios y eso no se refleja en el ECAR”. No dijo que en la última medición de audiencia, (correspondiente al mes de noviembre de 2023), Caracol Radio perdió más de 104 mil oyentes, y que también perdió oyentes W Radio (116.465), ambas del mismo conglomerado. (De la segunda es imperdible “El reporte Coronel”, que sigo por Spotify o Youtube)

Según ese ECAR, (debe estar por salir el de este primer trimestre de 2024), Caracol Radio es cuarta en la principal franja de noticias, (de 6:00 a 10:00 a.m.), que lidera Blu Radio, seguida por W Radio y La FM, según lo reportado por el diario La República.

De la entrevista del CEO, dos frases más llamaron mi atención: “El mundo de los oyentes se acabó hace rato. Hoy vivimos en la era de las audiencias” y “El ECAR es un estudio del pasado, muy limitado, que no refleja la realidad de las audiencias de hoy”.

La verdad puede ser otra: cuando a un medio las cifras ya no le favorecen, lo mejor es arrimarse a otro árbol.

¿Para qué enredarse con eufemismos? Las audiencias han sido audiencias desde siempre: oyentes tiene la radio, lectores tienen los periódicos y televidentes tienen los noticieros de televisión. De hecho, el diccionario de la Real Academia Española las define como el “número de personas que reciben un mensaje a través de cualquier medio de comunicación”.  Así fue ayer, así es hoy. No le busquen la comba al palo.

Los medios tradicionales tratan de sumar aquí y allá para que los números les cuadren, pues de ellos depende la pauta, de la que viven y sobreviven. La FM se fusionó con la Cadena Básica (ambas de RCN) y nos echaron el cuento de que es la que más crece en audiencia. Si dividimos una finca en dos herencias, a la larga su origen es la misma vaina, ¿no?

De nuevo, la verdad es otra: La radio informativa está perdiendo terreno. Y lo pierde, por ejemplo, frente a los pódcats que también nos están contando las noticias de una manera reposada, despreocupados del “síndrome del clickbait, que reemplazó al “síndrome de la chiva”, sin ese afán de acumular likes a punta de titulares editorialistas, tendenciosos, cuando no sensacionalistas.

Me late que la radio sobrevive gracias a los oyentes más viejos, (¿los  mayores de 50?), pero conforme mueren estos, no han encontrado la manera de sintonizar con las nuevas generaciones para que se produzca el natural relevo generacional que las seduzca y mantenga cautivas.

No nos digamos mentiras: Los jóvenes (muchos con poder adquisitivo) están metidos de cabeza en Tik Tok, atraídos por el poder del video, pero también ansiosos por contenidos novedosos, que les hablan en su propio lenguaje, independiente de la opinión que tengamos los adultos sobre su calidad. Porque también fuimos jóvenes y consumimos basura, incluida la comida chatarra. Es el proceso doloroso de madurar. Probar de todo, incluido el aguardiente, hasta encontrarle el charm a la vida, que en esos trámites nos vamos haciendo viejos.

Mientras el pódcast sorprende por el tratamiento profundo de la actualidad y la explicación de los acontecimientos desde distintas posturas del espectro político (caso A fondo con María Jimena Duzán o El Hilo de Radio Ambulante, Presunto Pódcast y Huevos revueltos con política de La Silla Vacía), la radio tradicional insiste en sus viejos formatos, su humor trasnochado en las tardes, los mismos analistas de siempre, muchos de los cuales ya deberían estar disfrutando de una merecida jubilación, permitiendo que voces nuevas se pongan por delante del micrófono. Y no hablemos de lo esencial: la pérdida de credibilidad que afecta a la prensa a nivel mundial. Una radio anquilosada seguirá viendo cómo el pódcast le quita seguidores, con la ventaja de ser un formato que uno escucha cuando y donde se le antoje. Podcasteros tienen los pódcast, que ofrecen un menú a la carta con una experiencia sonora distinta.

La radio debe recuperar la compostura, contar la noticia desde el lugar de los hechos, ese poder de la inmediatez que la hizo grande y la reportería que tanto extrañamos. Ahora nos venden cuatro y hasta más horas de “mesas de trabajo” donde arreglan al país de formas maravillosas. La Radio Nacional de Colombia destaca por exaltar la colombianidad, nuestras raíces, nos pasea por ese país pluri-étnico y pluri-cultural que somos, más allá del escándalo o el escandalito del momento.

¿Quién fue el que dijo: “o cambiamos o nos cambian”? Un político antioqueño de cuyo nombre no quiero acordarme, pero la frase pueden adoptarla los señores de las ondas hertzianas antes de que las audiencias sigan mirando (con sus oídos) hacia otra parte.

El pódcast gusta por la manera sencilla de exponer temas espinosos y de actualidad, con el debido contexto, donde opinan los expertos -no los periodistas-, como debería ser.

Hoy la radio está in… sufrible, el pódcast  in… teresantísimo.

No quiero parecer catastrofista, pero si la radio no se espabila, a ciertas emisoras les podría sobrevenir una muerte lenta y dolorosa en términos económicos.

Puesto que yo también tuve veinte años, puedo dar fe de que el aguardiente embrutece. Juzguen ustedes si la radio actual también, porque -por ahora-ando despegado del dial.

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