El Acuerdo de Paz está huérfano de padre. El expresidente Juan Manuel Santos recogió su Premio Nobel y se olvidó de la criatura. De tanto en tanto aparece para señalar culpables. Conversé con una excombatiente sobre sus polémicas declaraciones.
El Acuerdo de Paz está huérfano de padre. El expresidente Juan Manuel Santos recogió su Premio Nobel y se olvidó de la criatura. De tanto en tanto aparece para señalar culpables. Conversé con una excombatiente sobre sus polémicas declaraciones.

Expresidente Juan Manuel Santos. Foto tomada de su cuenta en X.
Hay algo sumamente vanidoso, y por lo tanto arrogante, en querer ir detrás de un Premio Nobel de Paz. No por nada Donald Trump quiere el suyo: mientras ordena el bombardeo de barcos venezolanos en aguas caribeñas (van 17 muertos y la ONU dice que son ejecuciones extrajudiciales), está ansioso porque Benjamín Netanyahu ponga fin a los bombardeos de Israel en la franja de Gaza, que desde 2023 han matado a 65 mil inocentes, entre niños y adultos palestinos, además de dos centenares de periodistas. Genocidio se llama.
El Nobel para el gringo dependerá de la buena voluntad del grupo terrorista Hamás y del gobierno de Israel. Pero, ¿le importa más a Trump un trofeo que las vidas humanas?
Igual pregunta podemos plantear en Colombia sobre el genuino interés de Juan Manuel Santos sobre el Acuerdo de Paz con las FARC, que él firmó en 2016, mismo año en que recibió su Nobel en Estocolmo. ¿Qué acciones concretas ha desarrollado el expresidente colombiano en favor de ese Acuerdo desde que dejó el poder, más allá de sus periódicas apariciones mediáticas para criticar por obra u omisión al gobierno de Gustavo Petro?
En declaraciones a El Espectador, Santos dijo que no hay avances en cuanto a la implementación de lo acordado, que Petro ha hecho menos de que lo hizo Duque, que la paz total ha sido “un total fracaso” y le ha generado un mal ambiente al Acuerdo, que todo lo hecho últimamente por el presidente “tiene un tufillo electoral” y recordó que a los firmantes de paz los están asesinando (“muchos de ellos por las llamadas disidencias”). En pocas palabras, no dijo nada que no hubiéramos escuchado ya. Con todo, creo que sus declaraciones, ameritan réplica.
El Acuerdo de Paz visto por una excombatiente
Sobre las afirmaciones del expresidente, conversé con Laura Vega, firmante de paz y representante de los excombatientes ante el Consejo Nacional de Reincorporación, ARN.
Ella dice: “Desconocer lo que se ha logrado en estos años, especialmente bajo el gobierno de Gustavo Petro, es pasar por alto avances concretos en áreas estructurales del Acuerdo. Aunque es cierto que la implementación ha sido lenta, no se puede ignorar que los primeros años estuvieron marcados más por los cuestionamientos al acuerdo que por su consolidación, seguidos de una clara oposición durante el gobierno de Iván Duque. En contraste, el actual gobierno ha mostrado una voluntad política mucho más visible y decidida para avanzar en temas clave que habían quedado rezagados”.
Reconoce que si bien varios compromisos estructurales quedaron apenas en etapas iniciales, (especialmente los relacionados con la reforma rural, la participación política y el desarrollo integral de los territorios más afectados por el conflicto), sí ha habido avances, por ejemplo, en materia de Reforma Rural Integral, contenida en el Punto 1 del Acuerdo. “Se han entregado 133.132 hectáreas de tierra a campesinos y se han formalizado 1.228.452 hectáreas. De las 17.547 hectáreas entregadas a los firmantes del Acuerdo, 16.758 hectáreas corresponden a lo realizado por el actual gobierno”, afirma.
Añade que se han activado 16.923 iniciativas de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), “lo que representa cerca del 51% de lo previsto. También se aprobaron 11 Zonas de Reserva Campesina, que abarcan más de 555.000 hectáreas, beneficiando a cerca de 9.900 familias”.
Ve con complacencia el Acto Legislativo 03 de 2023 (Jurisdicción Agraria y Rural) que permite resolver conflictos agrarios de forma especializada y el Servicio Social para la Paz, como alternativa al servicio militar obligatorio, “una medida coherente con los principios del Acuerdo”.
No obstante, como vocera de los firmantes de paz le pide al presidente Petro meter el acelerador para que “los objetivos del Acuerdo no se queden en el papel por falta de tiempo o voluntad política”.
Los enemigos del Acuerdo
Lo que yo creo es que al expresidente Santos le ha faltado verraquera para defender su Acuerdo de Paz. Como padre de la criatura, debió plantearse un papel más activo que justifique la concesión de un galardón que muchos ansían por mero esnobismo. Le pasó lo que a esos papás que tienen hijos y luego se les olvida para qué los tuvieron. No basta con repetir el elevado número de firmantes de paz que han sido asesinado durante estos nueve años: no son casi 500 como él dijo; según la Agencia de Reincorporación Nacional, ARN, ya son 539. A parte de las disidencias, ¿quiénes más los están matando?, cabe preguntar. En el país nada se habla sobre eso.
El Acuerdo de Paz es hoy el pobre huerfanito con muchos enemigos que, casi diez años después, insisten en volver añicos… y también a la JEP. Sin dolientes, las cosas se pondrían peor si en 2026 llega a la Casa de Nariño un gobierno de derecha —o peor, de extrema derecha—.
Apenas unos días atrás el Centro Democrático calificó a Santos de cínico por afirmar en Blu Radio que cometió un error al someter el Acuerdo a un plebiscito que fue derrotado por el No. Es decir, Santos le sirvió la papaya al uribismo que papayas preciso es lo que necesita cuando está en campaña y con su líder máximo en la mira de la justicia, incluido lo último: “Piden investigar a Álvaro Uribe por el asesinato de los abogados Eduardo Umaña y Jesús María Valle”, tituló El Espectador.
Sí, doctor Santos, lo del tufillo electorero es cierto: todo mundo anda en modo campaña, faltaba sumercé.
No creo que toque recordarnos que al uribismo poco o nada le interesa la pacificación del país; ahí no hay votos. Bienvenida la actitud reflexiva y crítica del expresidente Santos, pero de él, que experimentó en carne propia el sudor y las lágrimas que implica todo acto bienintencionado, se esperaría mayor compromiso e interlocución, dentro y fuera del país.
Mi preocupación se justifica en lo ocurrido comenzando este semestre, cuando Santos le propuso a Álvaro Uribe Vélez unirse para “defender la democracia”, tras el asunto del decreto del presidente Gustavo Petro para convocar una Consulta Popular. Me temo que esa fue una gran muestra de debilidad del Premio Nobel frente al principal enemigo de su Acuerdo de Paz.

Imagen tomada de la cuenta en X del precandidato presidencial David Luna.
Ahora resulta que el precandidato David Luna, ya en campaña y con afán de llamar la atención, pagó una costosa valla (¿o varias?, no sé), pidiendo que Santos y Uribe se junten para hablar. Sí, estoy de acuerdo que hablen para que Santos le exija al segundo —y sin atortolarse— que por el bien del país no siga satanizado más el Acuerdo de Paz, en consideración con las víctimas de un conflicto interno de nunca acabar y la mucha sangre derramada.
Aparte de eso, no veo de qué más querrían hablar el par de enemiguis. Bueno, tal vez sí hay algo adicional: lo mal que le debe estar pasando el doctor Uribe, carcomido por la ansiedad, en espera de su condena en segunda instancia, tras conocer la condena a siete años de casa por cárcel impuesta a su (ex) abogado Diego Cadena por soborno y manipulación de testigos.
Es posible que si la charla se alarga, hasta les alcance el tiempo para hablar de los falsos positivos que se cometieron durante el gobierno al que ambos pertenecieron. Pensándolo bien, sí tienen sus buenas razones para una amena velada al calor de unos buenos güisquis.
En la entrevista con El Espectador, Santos dijo otra cosa que sonó a ligereza: “El Acuerdo de Paz con las FARC terminó el conflicto armado colombiano”. Si eso fuera cierto, doctor Santos, no llevaríamos tres años hablando de paz total, así de simple. Las disidencias y grupos como el ELN son parte de un conflicto armado que sigue latiendo. Que haya bandas criminales haciendo y deshaciendo es parte del mismo problema de un Estado ausente en los territorios.
También alertó sobre la posibilidad de que la ONU se niegue a renovar su Misión de Verificación en Colombia y que un posible veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad le quite recursos a Colombia. Se me ocurre que el doctor Santos, en su calidad de Nobel de Paz, podría pedirle al señor Trump que respalde con dólares la implementación del Acuerdo de Paz, pues eso sin duda le sumaría puntos al gringo para ganarse el Nobel. Obras son amores y no buenas razones, dicen por ahí.
El expresidente Santos debe estar del lado correcto de la historia. Después de tantos muertos, lo correcto es respaldar sin ambages todo intento por pacificar a Colombia. Para algo nos debe servir a nosotros como país su Premio Nobel de Paz. Porque la paz no vino envuelta con el trofeo. Es una tarea que se le debería imponer como obligación a toda la sociedad. Es el derecho que nos han negado. No puede ser que ganarse un Premio Nobel parezca más fácil que concretar la paz con hechos reales.
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