“Adolescencia”, la serie de moda en Netflix, nos llena de miedos e interrogantes a los padres.
“Adolescencia”, la serie de moda en Netflix, nos llena de miedos e interrogantes a los padres.
Los actores Owen Cooper y Erin Doherty (la psicóloga infantil), en una larguísima escena de “Adolescencia”, la producción ambientada en el Reino Unido.
“Tú no controlas lo que hago en mi vida. Métetelo en esa cabeza de m…”: De la serie “Adolescencia”.
¿Cuánta crueldad puede haber en la mente de un niño?
Quedé perturbado. Las cuatro horas más perturbadoras del momento en Netflix corren por cuenta de la miniserie británica Adolescencia. Desde los primeros minutos ya le entra a uno la ansiedad por saber qué diablos está pasando aquí y de qué se trata esta locura, por qué la policía entra de forma violenta para llevarse de su casa a Jamie Miller, un niño de apenas 13 años de edad.
La angustia no cesa ni siquiera cuando termina el capítulo cuarto, que es el episodio final. Al contrario, el espectador queda sumido en una especie de desconsuelo y si es padre de familia, con más razón. Nos toca el alma de una manera que duele mientras observamos de reojo el precipicio.
En el capítulo tres, apenas parpadeamos durante una claustrofóbica escena de interrogatorio entre el chico y una joven investigadora que busca desentrañar la psicología de un crimen. A medida que sucedían los diálogos, —¡y qué diálogos!— todo lo que quería saber, y todavía no sé, es qué clase de perturbación tiene el muchacho. Si algún psiquiatra lo sabe, que nos lo cuente a todos. Nos hemos subido en una montaña rusa de emociones que casi rozan el desespero. No es una miniserie de terror, pero nos aterra y nos lleva de paseo por el caos del alma humana. Ese pequeño actor es un actorazo: Owen Cooper.
El hecho es que, por como habla y por cómo actúa el personaje, parece muy adelantado para su edad. Hay muchos adultos que difícilmente hilan una idea con otra. Tal vez sea yo el desactualizado.
“En la vida real, creo que los jóvenes de 12 y 13 años están tan contaminados de información y de diversiones, que fácilmente se pueden comportar como lo hace Jamie en esa miniserie. Diría que en Colombia se le suman las armas de fuego, el consumo de drogas y fiestas clandestinas. Me alegra haber crecido en un hogar calmado y dentro de una generación que todavía se consideraba morronga. Sus dioses amparen a quienes tienen que lidiar con pelados en esta generación. Yo con educarlos tengo”. Esto me lo dice Hassan González, profesor de inglés, a través de Facebook.
Nancy Yanet Montoya, madre, locutora radial y trabajadora social, añade: “No me parece demasiado improbable que un chico a esa edad llegue a tales consideraciones y expresiones. Puede haber un síndrome, no soy experta en el asunto, pero uno de mis hijos es Asperger y a sus 13 años hacía argumentaciones que aún me quedan grandes”.
Iliana Restrepo, también docente, afirma: “Conozco varios chicos de esa edad que son capaces de hacer ese tipo de razonamientos y mantener una conversación de ese nivel. Son perturbadores. La película me voló los sesos. Bien hecha, bien lograda. Un guion brutal y unas actuaciones increíbles. Aquí hay un problema de autoestima y de autocontrol, ustedes no saben lo difíciles que son de tratar cuando están juntos… son pelaos que si no se les trata adecuadamente pueden hacer cualquier barbaridad en un momento de rabia”.
El drama perturba tanto que en un momento es imposible no cuestionarse si hicimos lo correcto al traer hijos al mundo, y si están a tiempo de arrepentirse quienes lo están pensando. Debo confesar que, por cosas menores, he sufrido lo que significa ser papá: cuando tu hijo apaga el celular al irse de fiesta, cuando les rompen el corazón, cuando son víctimas del matoneo, cuando enferman o cuando hacen amistades que reprobamos… y una larga lista de etcéteras, a la que pueden agregar sus propios temores. Creo que la mayoría de padres hemos llorado donde no nos vean.
Diéramos lo que fuera para que no les pase nada malo, tanto que hasta preferiríamos soportar cualquier dolor por ellos, con tal de no verlos sufrir. Educarlos con amor y protegerlos ayuda y mucho, pero no es garantía de nada. En ese universo indescifrable que es cada ser humano, las posibilidades de un Big Bang son todas, y esas cosas no se controlan ni con dinero ni con títulos. Lo que ha de pasar pasa hasta en las mejores familias, porque casos hemos visto. Suceden, y solo nos damos cuenta cuando la realidad está ahí, abofeteándonos, haciéndonos sentir poca cosa como padres. Nos azotamos porque fallamos, porque no hicimos lo debido o lo suficiente.
“Es un tiempo terrible para formar seres humanos”, agrega Nancy Yanet. Yo creo que en silencio, muchos han deseado no haber tenido hijos, no porque no los amemos, sino porque no tenemos en nuestras manos su destino. Lo único que queda es rezar, como hacía mi abuelita cuando me iba de celebración, y ella en su cama, con la Biblia abierta, quedaba literalmente con el credo en la boca. ¡Pobrecita, los desvelos que le causé! Bueno, pues uno se vuelve papá, y más o menos le dan a probar de la misma medicina.
Les decía que mucha gente aborrece hoy la idea de tener hijos.
“No tengo hijos. No tendremos hijos. Es difícil tener hijos. No importa el amor que le des, la educación, la dedicación, si tiene 13 años y un celular está expuesto a la maldad. Todos hablan del fentanilo y no se legisla sobre las redes sociales. Toda la maldad del mundo está ahí. A los 13 años somos altamente influenciables. Un muchacho consumiendo odio todo el día, odio contra las mujeres, contra los migrantes, contra los cristianos, los musulmanes, los comunistas, los negros, los indígenas, contra lo que no se parece a él, es una bomba de tiempo”, dice en un post de Facebook el periodista Iván Gallo, quien, a raíz de la miniserie, concluye algo que estremece tanto como los cuatro episodios: “Tener hijos puede ser una maldición”.
Estamos de acuerdo en que esta producción es sobre nosotros los padres, sobre el dolor que nos produce no tener el control de cada situación y aún así tener que aceptar, con desconcierto e impotencia, que hasta la muerte nos sentiremos responsables de lo que nuestros hijos hagan con sus vidas.
Que los padres lo sabemos todo acerca de nuestros hijos, no es más que una frase de cajón. Quizás sabemos muchísimo menos de lo que quisiéramos saber. Aceptémoslo: Tenemos un rival poderoso -y difícil de derrotar- compitiendo por la crianza: esa nueva caja de pandora que se carga antes de encenderse, el nuevo escenario donde batallan el bien y el mal.
Ahora que la juventud nos quedó demasiado atrás, pienso que traer hijos al mundo es una lotería y la gente se lo debería pensar con calma. O al menos hablar, más que de esta serie, de lo que significa lidiar con unas infancias que cada vez se parecen menos a las nuestras.
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