Precandidatas presidenciales: Vicky Dávila, Claudia López, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal. Fotos tomadas de sus perfiles en la red social X.

En su última encuesta, la firma Cifras y Conceptos indagó sobre la imagen favorable o desfavorable de varias figuras públicas. Nadie está hablando de lo que parece obvio: Cuatro mujeres encabezan la lista con la peor reputación: Vicky Dávila (51%); María Fernanda Cabal (49%); Claudia López (47%) y Paloma Valencia (37%). Es decir, la imagen desfavorable de cada una supera por mucho su imagen favorable.

Creo que eso no tiene reversa, porque en los cuatro meses que restan de campaña es difícil hacer que la gente cambie el concepto que se formó de uno durante años, para bien o para mal. En el caso de ellas, es evidente que ha sido para mal. Cría fama y échate a dormir, dicen por ahí.

También creo que el sueño de que por fin una mujer gobierne en Colombia se está apagando y podría quedar en remojo otros cuatros años, a juzgar por los resultados del sondeo… a menos de que aparezca en la escena una outsider mientras vestimos el arbolito de Navidad.

Esta es una de las fichas de la última encuesta (noviembre de 2025) de las firmas Cifras y Conceptos y Polimétrica.

¿Qué tienen en común estas cuatro mujeres? Las cuatro se caracterizan por un discurso antipetrista desde que se levantan hasta que se acuestan; es posible que Petro también se les aparezca en sueños; no estoy seguro, tocaría preguntarles. Un Petro con “efecto teflón” que tiende a crecer. No lo han entendido.

Tres de ellas aprovechan cualquier oportunidad para, además de cazar peleas con el mandatario, satanizar a la izquierda, y ninguna de las cuatro sobresale por una propuesta audaz que nos haga pensar que un ella, en vez de un él, está llamada a cambiar de lugar los muebles en la Casa de Nariño, entre 2026 y 2030.

Las cuatro tienen en su contra el haber nacido en un país que sigue siendo machista. Nunca la han tenido fácil, no la tienen fácil ahora, a pesar de que han conquistado espacios de poder con mérito sobrado, sin que les regalen nada. Pero tampoco se ayudan.

¿Qué pueden hacer Vicky, Claudia, Paloma y Mafe para cambiar esa percepción negativa? Creo que una posibilidad es retirarse a tiempo, con algo de dignidad. Porque en política una imagen tan desfavorable resulta riesgosa para negociar.

De las cuatro, la mejor imagen, entre comillas, la tiene Claudia López (26%), la única con cargo importante en la administración pública (fue alcaldesa de Bogotá), y quizás ese lánguido 26% le sirva como premio de consolación para ser vicepresidenta. Porque ser alcaldesa es una cosa y ser presidente de la República es otra. Todavía no aparece la Claudia Sheinbaum colombiana (dicen que la presidenta de México está más preparada que un yogur). A lo mejor está por nacer, está gateando o, como mínimo, se está graduando.

Claudia López querrá el premio mayor como las demás, pero al igual que las demás tendrá que aprender de la paciente Noemí Sanín, que esperando se quedó la banda presidencial. Los astros nada que se alinean.   

Vicky Dávila, alejada del periodismo y fracasada en la política, quedó como la canción de Facundo Cabral: No soy de aquí, no soy de allá.

Por el lado de Vicky Dávila, ya de ese Titanic saltaron dos personajes, según informa La Silla Vacía. La W reveló que Sandra Suárez, gerente de campaña de Vicky Dávila, y Alicia Arango, jefa de debate, dejaron su equipo presidencial. Ambas estrategas aportaban un enfoque cercano al expresidente Álvaro Uribe dentro de la campaña de Dávila”.

De las cuatro, Dávila es quien está en el peor de los mundos, porque alejada del periodismo y fracasada en la política, quedó como la canción de Facundo Cabral: No soy de aquí, no soy de allá. Parece difícil que un medio quiera arriesgar su reputación para contratarla como reportera antes de las elecciones. Le tocaría, en caso tal, hacer lo mismo que hizo cuando la sacaron por la puerta de atrás de La FM: crear su canal de YouTube a ver si otro Julito viene en su rescate. Dicen que al perro no lo capan dos veces. No sé si ese dicho se aplique en el mundillo del periodismo. Creo que sí, pero ya veremos.  

Paloma Valencia y María Fernanda Cabal tienen ambas una imagen favorable que produce lástima y lastima sus egos: apenas un 16%, el número perfecto para que se animen a escribir el discurso de renuncia. 

Con todo respeto, es hora de hacer las preguntas incómodas: ¿Esa imagen tan pobre es proporcional al desempeño de ambas en el Congreso de la República? ¿Qué leyes, de su propia autoría, sacaron adelante para transformar positivamente a la sociedad en el largo tiempo que llevan legislando? ¿Para qué gastar plata en encuestas internas si ya una encuesta pública confirmaría la derrota de manera anticipada? Un equipo de campaña inteligente debería saber interpretar la sutil advertencia tras las resultados de Cifras y Conceptos. Las asesoras de Vicky Dávila lo entendieron y ya echaron mano de los chalecos salvavidas.

Esta es una de las fichas de la última encuesta (noviembre de 2025) de las firmas Cifras y Conceptos y Polimétrica.

Además, en el caso de las dos precandidatas del Centro Democrático, su derrota se prevé como un hecho casi consumado por un resultado contundente de la misma encuesta: el 70% de quienes respondieron, no ve con buenos ojos a ninguno de los posibles candidatos del uribismo de cara a las elecciones de 2026. Dicho de otra forma: esto no lo salva nadie, porque el problema de fondo es de malos candidatos, no de estrategas que hagan milagros.

Estamos viendo las consecuencias del juicio que desgastó la imagen de Álvaro Uribe, algo que anticipé en este mismo blog, así que todo aquel candidato que esté pensando en recibir la unción del expresidente debería pensarlo dos veces antes de hacer turismo por el Ubérrimo. 

Si ayer con Uribe se hacían cuentas alegres, hoy ese ilustre apellido resta con la amargura de quien cuenta centavos, en vez de pesos. Es posible que estemos asistiendo al principio del fin del uribismo, pero los políticos están metidos dentro de una burbuja infranqueable, desde donde se niegan a ver las realidades ajenas y aún las propias. Desde una burbuja es difícil leer correctamente al país. Un país que, de a poquitos, está cambiando políticamente. La vieja clase política no ha querido entender la premisa: o cambian o los cambiamos.

Además, ninguno ha entendido que solo hay una manera de ganarle a Petro. 

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