Podría ser la mamá… (Pero no lo es…)

¿Qué podría salir mal, en la vida real, si una mujer de 60 años se enamora de un tipo de 30? En la ficción un guionista es el dios capaz de edulcorar la realidad. En una noche lluviosa, ella comienza su tórrido romance, después de un beso robado y no sin antes cachetear al Lolito, para rabia de unos (hijos y exmarido), y la envidia de otros: un público excitado que en las redes sociales confiesa sin pudores el deseo de ser ellos: la solitaria y millonaria Gabrielle (Monica Guerritore) o Elia (Giacomo Gianniotti).

“Detengamos el tiempo, quedémonos así”, le dice ella.  

Sí: los relojes estorban tanto como las prendas cuando nos enamoramos.

En líneas generales, este es el tema central de “Engaño” (Netflix), una serie ligera de ropas: gente bella, escenas eróticas (en la cama, en la piscina, en el jacuzzi, en altamar…), unos paisajes de ensoñación (al alcance de nuestros ojos) y varios conflictos (algunos descabellados), que le añaden un suspenso más bien flojo.

La trama: nada del otro mundo. Una historia pobre en cuanto a recursos dramáticos y argumentativos, incluso escenas injustificadas o de relleno (la protagonista matando una rata en su mansión-hotel, o la pistola que aparece y desaparece ante la cámara), pero tiene bastante carne en el asador (aparte de tintes homo-eróticos y secretos inconfesables), suficiente para despertar el morbo y las bajas pasiones.

La producción puso en el centro de la conversación un tema controversial: el amor-amor entre viejos y jóvenes, en este caso entre la señora elegante y el muchacho que nada viringo y en deudas.  

Desde el primer capítulo –son seis- es difícil creer en las buenas intenciones de él. ¿Es amor del bueno o simple estrategia para salir de apuros, sonsacando dinero? En la vida real la plata lo compra todo, hasta el sexo, pero no el amor. Por eso nos cuesta creer que personas otoñales puedan tener derecho a una segunda oportunidad sobre la Tierra; a sentir y ser amadas, sin importar el colágeno de más o de menos.

Porque treinta años de diferencia son siete gobiernos y medio, casi la edad de Cristo. Hagan cuentas: cuando ella tenía 30, él ni siquiera gateaba. En nuestro lenguaje folclórico, ella vendría siendo la “asaltacunas”, la versión italiana de nuestra Señora Isabel, la serie de 1993. Después de que su marido la abandona por una jovencita, a sus 50 años Isabel Domínguez Calderón de San Martín (Yudy Henríquez) se enamora Miguel Ángel Matiz (Luis Meza), de 25.

Hemos normalizado las relaciones entre hombres veteranos y jovencitas –al estilo de la novela Lolita (1955), de Vladimir Nabokov (hombre de cuarenta y tantos se enamora hasta la obsesión de una niña de 12), o de Caballo Viejo, la telenovela colombiana de 1987, donde Epifanio del Cristo Martínez (Carlos Muñoz) se enamora de la veinteañera Nora Márquez (Silvia de Dios).

Pero, ¿y qué si la señora despierta las ansías de un muchacho? ¿Quién no botó las babas por la profesora bonita o la amiga de la mamá?

La protagonista no es una veterana cualquiera. Es una mujer cuya belleza no se ha extinguido del todo: todavía atractiva pero ya mustia.

Se nota que la actriz Monica Guerritore, hoy de 66 años, ha cuidado cada centímetro de piel y esculpido su figura para retrasar los efectos de la le ley de gravedad, efectos que a todos, hombres y mujeres, nos pondrán graves y nostálgicos un día. Ella, muy puesta en su sitio, solo se descoloca en presencia de Elia, encarnado por un actor de 36 años. Consideren la actividad física temprana como un afrodisiaco y a la vez un seguro para la vejez.

La serie también puede ser vista como un aliciente para quienes vieron el tren irse, como si Juan Gabriel les machacara la cabeza: “Yo no nací para amar, nadie nació para mí”. Tengan paciencia, a lo mejor no ha nacido quien les dará tres vueltas, ¡nadie quiere resignarse a vestir santos, pudiendo desvestirlos!

Sin embargo, en la vida real las cosas no siempre salen como queremos. La doctora Olga Susana Otero, psicoterapeuta de pareja, señala: “No es fácil una relación con tanta diferencia de edad. Al explorar más profundamente, vemos que las personas de manera inconsciente están buscando la figura paterna o materna de la que carecieron cuando niños. Es una interpretación psicoanalítica si se quiere, pero la elección de pareja está marcada por nuestras experiencias infantiles, en términos del modelo masculino o femenino que tuvimos al crecer, además del tipo de dinámica que percibimos en la relación de nuestros padres”.

Su experiencia profesional le ha mostrado que estas relaciones pueden ser temporales. Por lo general, los dos miembros de la pareja tienen una carencia similar y creen, en apariencia, que se complementan. “Claro que se puede tener una relación con una persona mayor, y de hecho las vemos, pero hay que advertir que ese vínculo se puede transformar, convirtiendo a uno de los dos en el padre o la madre que inconscientemente nos dolió no haber tenido”.

¿Es un derecho, un riesgo o una provocación querer tirar todas las canas al aire antes de la marcha final?

Ella, separada y con hijos hechos y derechos, nos demuestra que lo que dice la canción es verdad: cuando el amor llega así de esa manera, uno no se da ni cuenta (…) un corazón amarrado, cuando le sueltan la rienda, es caballo desbocado: son el estrógeno y la testosterona que ponen los cuerpos en piloto automático.

Todos conocemos historias más o menos parecidas, aunque sin el glamour y la buena vida que ofrecen la paradisiaca Costa Amalfitana.

Una amiga que escribe poesía erótica me contó la historia de un médico que se enamoró de quien pudo haber sido su madre (o él su hijo), pero, para dicha de ambos, eran un par de extraños. Aunque vivieron en el mismo edificio, en pisos y camas separadas, fueron felices hasta el último suspiro ella. —“El doctor, ahora viudo, debe andar por sus cincuenta, me cuenta Maryluz, que con ese nombre nació para ser poeta y Celestina.

Recuerdo ahora mismo al primo sin hijos que conoció a una mujer mayor y con cuatro retoños. Contra todo pronóstico, superando los malos augurios y la presión familiar, se enamoraron y llevan más de 20 años comiendo perdices.

Vean “Engaño” para que tengan de qué hablar en la oficina, pero no se dejen engañar por el título. Y lleven paraguas siempre: nunca se sabe si el amor les caerá del cielo envuelto en uno de estos aguaceros.

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