El escritor judío Stefan Zweig se quitó la vida el 22 de febrero de 1942, convencido de que Adolf Hitler terminaría corrompiendo al mundo, luego de que Austria cayó en manos del ejército Nazi y aquél huyó por su vida de su natal Viena.  

Si Zweig resucitara hoy, año 2024, estaría, otra vez, triste por los resultados de las recientes elecciones europeas, viendo con desasosiego político el auge de una extrema derecha xenófoba en el Parlamento europeo y a Europa gateando lenta ¿y peligrosamente? hacia el totalitarismo. ¿Exageraciones?

La preocupación es tan real que hasta los deportistas están atemorizados. “La situación política es más importante que el fútbol ahora mismo”, dijo el futbolista Kylian Mbappé instando a los franceses a contener el avance de la extrema derecha en su país.  

“El mundo de ayer”, para muchos la obra más importante del escritor Stefan Zweig, es de esos libros que cada persona debería leer al menos una vez en su vida… y deberíamos leerlo hoy.

Dice Zweig, página 482: “Los pocos escritores que realmente se habían tomado la molestia de leer el libro de Hitler, se burlaban de él en lugar de ocuparse de su programa (…) Los grandes periódicos democráticos, a su vez, tranquilizaban a sus lectores, en lugar de prevenirlos, confiados en que todo aquel movimiento (…) debía desmoronarse de un momento a otro, de manera inevitable. Pero quizá nunca se comprendió en el extranjero el verdadero motivo por que Alemania subestimaba y ridiculizaba en todos aquellos años la persona y el creciente poderío de Hitler”.

Lo que el escritor austriaco nos está diciendo ochenta años después de su muerte, lo dijo también, con otras palabras, el escritor italiano Primo Levi, sobreviviente de un campo de concentración nazi y autor de la magnífica “Trilogía de Auschwitz”: “Ha sucedido y, por consiguiente, puede volver a suceder”, nos advirtió.

Del libro de Primo Levi, página 544: “Se nos pregunta con frecuencia (…) si Auschwitz puede repetirse: es decir, si volverá a ver exterminios en masa, unilaterales, sistemáticos, mecanizados, provocados por un gobierno, perpetrados sobre poblaciones inocentes e inermes y legitimados por la doctrina del desprecio. Profetas, afortunadamente, no somos, pero algo podemos decir: que una tragedia semejante, casi ignorada en Occidente, ha ocurrido en Camboya hacia el año 1975. (…) Sobre lo que pueda ocurrir en otras partes del mundo, o más tarde, es prudente suspender el juicio”.

Varias guerras han seguido después de su muerte, en 1987, y si viviera se horrorizaba con lo que pasa ahora mismo en la Franja de Gaza y en Ucrania, conflictos de lo que se habla cada vez menos, quizás porque las guerras solo nos importarán cuando lleguen a la puerta de nuestra casa.  

Para no olvidar que el horror sucedió ante la mirada complaciente del mundo, y lo inenarrable puede suceder otra vez, además de leer a Zweig y a Levi, échenle una repasada a la docu-serie “Hitler y los nazis: la maldad a juicio”, recién estrenada en Netflix. 

Con cada nuevo documental salen a la luz detalles sobre un Hitler que pasó de ser un don nadie a autor intelectual de la mayor masacre de la historia: invadió países en nombre de su odio a los judíos (antisemitismo) y los saqueó para financiar la guerra, esclavizó a más de 12 millones de seres humanos y convenció a un ejército, igual de demente a él, de matar judíos para salvar al mundo. Su macabra “solución final a la cuestión judía” incluyó campos de concentración y cámaras de gas, donde murieron niños, adultos y viejos. (En Prime Video puede verse otra buena película sobre cómo se planeó el exterminio en “La Conferencia de Wannsee”, en enero de 1942) Esa fue, en resumen, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que dejó 60 millones de muertos entre civiles y soldados.

La docu-serie “Hitler y los nazis: la maldad a juicio” recrea detalles del histórico juicio de Núremberg a los responsables del Holocausto y cuenta la historia de cómo vivió tales acontecimientos William L. Shirer (reportero de la CBS y autor de “Diario de Berlín”) y la manera valiente cómo salvó los diarios donde escribió lo que vio. 

Por otro lado, en el libro “Mi Lucha” Hitler confesó sus planes demenciales para imponer su orden a fuego y sangre, incluida “la repugnante idea antiinmigración de que ´solo los miembros de la nación pueden ser ciudadanos del Estado´, propuesta que formaba parte, precisamente, del punto 4 del programa nazi en 1920”, como lo señaló la periodista Soledad Gallego-Díaz, en su columna del diario El País de España.

Con el suicidio de Stefan Zweig el mundo de ayer perdió a uno de sus grandes pensadores, pero nos queda su obra monumental para repasarla cuidadosamente. También Hitler murió por mano propia, él sí cobardemente de un tiro en la sien, sin pagar por sus crímenes. El “führer” (autoproclamado gobernante supremo) sigue vivo en la mente de aquellos que abrazan el fascismo. Quizás sea hora de matar a Hitler en el mundo de hoy antes de que nos mate mañana, porque como dice Fernando Pessoa, “nosotros heredamos la destrucción y sus resultados”.  

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