Si a los políticos les quedó grande el Acuerdo Nacional, quizás una figura como Margarita Rosa de Francisco sea la indicada para tirar del hilo de la despolarización. Hagamos un karaoke nacional y pidamos que los medios se sumen a este propósito.
Si a los políticos les quedó grande el Acuerdo Nacional, quizás una figura como Margarita Rosa de Francisco sea la indicada para tirar del hilo de la despolarización. Hagamos un karaoke nacional y pidamos que los medios se sumen a este propósito.
El presidente Petro en medio de Marbelle y Margarita Rosa de Francisco.
¿Quién sos vos, Margarita Rosa?
Para los de mi generación y la generación anterior a la nuestra, Margarita Rosa de Francisco seguirá siendo “La Niña Mencha”. Nos enamoramos de aquella muchacha de cabellos ensortijados, bellamente alargada y menuda, cuando nuestras vidas giraban en torno a un televisor, porque la tele, sin ser la mejor, era y sigue siendo la forma de entretenimiento más barata.
En “Gallito Ramírez”, la telenovela del gran David Sánchez Juliao, las miradas las acaparó ella. Hacíamos tercero de bachillerato en 1986. Hemos envejecido con Margarita, que tenía 21 y nosotros 15. Desde entonces, donde quiera que saliera siguió siendo La Niña Mencha: en las series (Juanita Hinojosa en Los pecados de Inés de Hinojosa, Antonia Miranda en Hombres…); en las telenovelas (Gaviota en Café con aroma de mujer, La Caponera, María Luisa Suárez en La Madre…); en el cine (Ilona llega con la lluvia, Paraíso Travel…); y después como presentadora de noticias, cantante, conductora de realities, escritora, columnista de prensa y comentarista de libros.
En febrero de 2021 salió de El Tiempo por escribir una columna (Dilema ético), que cuestionaba al dueño, Luis Carlos Sarmiento.
La indomable Margarita dijo: “¿Cómo no asombrarse con el monopolio abusivo del sistema bancario que él ha creado y que denuncian constantemente sus clientes por las redes? ¿Cómo no querer que algún día se desarticule esa ligazón infame entre poder económico y poder político, que fabrica analfabetismo, hambre, enfermedad y violencia en la vida del colombiano olvidado de Dios y del Estado?”.
La hija del empresario, Luz Ángela Sarmiento, aceptó la renuncia con una carta pública llena de elogios:
“Esta columnista, no cuesta reconocerlo, es una pluma suprema. Margarita Rosa escribe como una diosa, con maravilloso estilo y magistral uso de figuras literarias, es un placer leerla. (…) Pero es inaceptable cuando lanza falsas acusaciones contra mi padre, como ´ese que algún día se ufanó de mandar confeccionar leyes a su medida´”.
En las redes sociales no la bajan de lo peor. La pordebajean sin tregua de día y de noche. La llaman mariguanera, borracha, drogadicta. Mejor dicho, ya saben de qué se va a morir.
Ella no se despeina. Se debe morir de la erre leyendo esos comentarios, aunque también pienso que una mujer con neuronas de sobra no gasta pólvora en gallinazos. La sangre y el dolor que nos ahorraríamos si al bagazo poco caso.
Pone el otro cachete, impávida, sin dejarse acariciar por ese huracán maltratador que orbita en las redes sociales. Si se lanza a cualquier vaina, de seguro sale elegida, porque tiene 2.5 millones de seguidores en X, por donde circula, para bien y para mal, la gente bienpesante y malpensante de esta patria en busca de remedio.
El sarcasmo le sienta bien. En su cuenta de X colgó un video jugando en el mar, con esta frase: “Antes de que el comunismo me volviera vieja y fea”. El periodista Gonzalo Guillén le respondió: “Eres la mamerta más bonita del estado de la Florida”.
Después se confesó con la BBC de Londres: “Me cansé de ponerme bótox y relleno, no me quiero perder el espectáculo de mi envejecimiento”.
Leer sus trinos es un deleite, como cuando, se refirió a Iván Duque: “No le digan cerdo a Duque. El cerdo (una obra de arte, como todo animal y toda planta) es un mamífero muy inteligente. No le demos dignidad de animales tan admirables a ningún ser humano. No merecemos tanto”.
Y cuando no trina, está poseída por la desabrochada y etílica Ruth Esneda Barrios Caviedes, su personaje de La Ranga.
Margarita Rosa no es una mujer de ínfulas. Contestaría a su manera, se desfarandulizó para condolerse del país, apelando a la dialéctica, se esté o no de acuerdo con ella.
Esta antesala para decir que me pareció noble ese gesto suyo al sugerir en X la posibilidad de cantar con Marbelle. “¿’Mi huella’ no sonaría divino a dúo con Marbelle?”, les preguntó a sus seguidores.
¿Otra ironía? No creo. Creo que las dos se verían magníficas en el mismo escenario, un tremendo hit del cacareado acuerdo nacional.
Si Margarita y Marbelle se juntan para cantar le estarán diciendo a Colombia que Derecha e Izquierda sí son capaces de humanizar la diferencia, sin agresiones, con respeto hacia las posiciones ideológicas ajenas. Porque, en un acto de fe en Colombia, como decía Fanny Mickey, yo sí creo que existe, aunque refundida, una mejor versión del colombiano.
¿Somos capaces de superar la histeria colectiva y la crispación? ¿Los medios, en uso de su función social, se sumarán al propósito, sin dar crédito a tanta novelería? ¿Qué legado dejarán los poderosos ante de morir?
Te invito Margarita Rosa a que abras la posibilidad, ya no de un sancocho nacional porque nos engordamos, sino de un karaoke nacional para cantar hasta quedarnos sin voz, pero no sin vos.
Porque a esta clase política de ahora no le interesa un acuerdo nacional. Su mente, hambrienta de poder, está ida, puesta en las elecciones del 2026, lista a manipular los hilos de la política tradicional, a costa del analfabetismo político que reina en Colombia. Y, mientras tanto, el país que se friegue con jota. Hay que decir también que el presidente la embarró al desbaratar el gobierno de coalición, pues a partir de ese hecho el acuerdo nacional nació cojo. Confiemos en que todavía es posible meter reversa.
De lado y lado, hay que conjurar el lenguaje vulgar, la verborrea, el insulto. Que desarmen la palabra quienes están envenenados contra Petro y el propio Petro, que cada que puede hiere susceptibilidades con sus dosis de urticaria verbal.
Si un paramilitar (Salvatore Mancuso) y un ex guerrillero (Gustavo Petro) pudieron estrechar las manos, sentarse en la misma mesa, escucharse con respeto e intercambiar sombreros como símbolo de buena voluntad, ¿de cuánta vanidad deben despojarse los demás? Las carnitas ya las conocemos. ¡Qué nos dejen ver ahora sus espíritus bienhechores!
Si sectores como el del arte y la cultura dan ejemplo, se estará enviando un mensaje contundente a los ciudadanos: que el proyecto de país es con ellos, o sea, nosotros que tenemos poder numérico sobre los políticos.
Margarita y Rosa. Dos flores en una en el país de las flores, ¡que mejor símbolo que ese para empezar a reconciliarnos! Tienen la palabra, nuestra Nina Mencha y Marbelle.
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