“En Colombia hay libertad de palabra: hablada y escrita, tanto que puede decirse todo, menos la verdad”: Germán Arciniegas (periodista colombiano, 1900-1999)

 ¿A quién le creen hoy los colombianos a la hora de informarse?

La credibilidad es el principal capital con que cuenta cualquier empresa periodística. Pero las hay que alardean de ser las favoritas de las audiencias por el número de likes, porque pasamos de la veracidad de la información a la voracidad de los datos. Seamos sensatos: No porque el plato esté a rebosar significa que la persona está alimentándose bien. Varios kilos después uno se vuelve consciente. Pasa lo mismo con la prensa: El buen periodismo es proporcional a la calidad, no a la cantidad. Sí, menos es más: Con la cantidad el ciudadano corre el riesgo de atragantarse.

Llama la atención que hoy los dos fenómenos del periodismo colombiano, María Jimena Duzán y Matador, están por fuera de los grandes medios de comunicación, y aun así cada uno es líder en su campo. Las audiencias cautivas con que cuentan (ella en Spotify y él en las redes sociales) se antojan sumamente atractivas para cualquier anunciante.

Es lo que se infiere tras analizar los resultados del último panel de Cifras y Conceptos, firma que cada año mide la manera como se informan los líderes de opinión de este país. Son, nada menos, que la gente que toma decisiones por todos nosotros, o al menos influyen en ellas: empresarios, políticos, académicos y periodistas. Para bien o para mal, los llaman “la élite”.

Tres medios se consolidan como los más importantes: El Tiempo (17%), El Espectador (15%) y revista Cambio (13%) en cuanto a las páginas web más consultadas; en tanto que en impresos los líderes indiscutibles son los dos diarios más antiguos: El Tiempo (30%) y El Espectador (25%). Esto último muestra que la prensa de papel goza (todavía) de buena salud.

Los independientes, aunque de manera tímida, empiezan a tomar fuerza; sin músculo financiero, trabajan con las uñas: Razón Pública, Cuestión Pública y Vorágine.

El País de España se lleva por delante a todos los medios regionales, lo que sugiere que algo hacen bien los de afuera que no hacen debidamente los de adentro.

Además de ser una de las cuatro columnistas más leídas, con su podcast “A fondo” María Jimena Duzán es la favorita en el universo del audio por  demanda, un buen candidato a premio de periodismo por la profundidad de los temas que trata, el manejo equilibrado de la información y, últimamente,  sus bien documentados especiales de elecciones “No coma cuento, vote bien” (recomendados los capítulos ‘House Of Char’ sobre el clan político barranquillero, entre el agua y la pila bendita por presunta corrupción electoral). El podcast de Duzán causa doble sorpresa porque con su 34% de favoritismo supera a la líder de las emisoras de la radio tradicional (W Radio) con apenas el 27%, y por encima incluso de El Tiempo (30%). En contraste, caso dramático es el de La FM (recientemente fusionada con la cadena básica RCN), muy alejada de las preferencias, quizás por ese periodismo militante al que las audiencias han terminado por castigar, repitiéndose lo del canal RCN, que no levanta cabeza, ni ayer que era un informativo de tendencia uribista, ni ahora haciéndole oposición al gobierno de Gustavo Petro.

Con estos malos resultados, uno se pregunta por qué el señor Luis Carlos Ardila sigue manteniendo un modelo informativo que, además de afectar sus finanzas, lesiona la credibilidad del periodismo. Lamentable fue el episodio del agarrón entre Luis Carlos Vélez y la ministra de Agricultura, Jhennifer Mojica. El periodismo no funge de juez porque no es un juego de roles ni está para cazar peleas (menos al aire, con irrespeto hacia los oyentes); para eso están la justicia y los organismos que ejercen control sobre los funcionarios públicos.

Tirarle el teléfono a una mujer (¡y ministra!) es una patanería que deja mal parado al gremio… ¿más? Ese tipo de comportamiento amerita un análisis sosegado por parte de los observatorios de medios y los tribunales de ética periodística, que -¡oh sorpresa!- brillan por su ausencia.

El binomio credibilidad/confianza es el patrimonio no endosable de la prensa. Sin eso, corre el riesgo de volverse un panfleto o cuadrilátero de combate en polémicas ideológicas. Los periodistas están más ansiosos que nunca, inmersos en ese hervidero de odio y activismo que son las redes sociales, como si algo los obligara a inmiscuirse en ese ambiente hostil.

Algo similar ocurre con la revista Semana. En una entrevista para El Espectador el 20 de agosto, el presidente de la FLIP, Jonathan Bock le dijo a Cecilia Orozco: “Me parece lamentable, por ejemplo, que la revista Semana use la estrategia de atacar personalmente a sus críticos. Menciono a Semana, pero no es el único medio intolerante. La pregunta para todos, propietarios de los medios, directores y periodistas es: ¿Cuál es el compromiso que tienen ustedes con la autorregulación y con la crítica de los demás?”.

Un paréntesis: Muy cierto ese dicho de que cada quien habla de acuerdo a como le fue en la.fiesta. Como Semana no lidera ninguno de los rankigs, Guillermo Franco, uno de sus columnistas y analista de medios, salió a despotricar del estudio. Arguye una y mil razones de porqué el panel dirigido por César Caballero “no es confiable” y “deja muchas dudas sobre su metodología y conclusiones”.

 “Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”: Truman Capote, periodista y escritor.

 Insinuar, como le escuché decir una vez a un colega que “entre periodistas no nos pisamos las mangueras”, es aceptar que existen prácticas no santas. ¿Qué mensaje se les está enviando a esos muchachos que un día los reemplazarán?

“Quien deposita su confianza en el periodista que le informa a diario, no admite ninguna clase de doble juego”, dejó dicho Javier Darío Restrepo.

 ¿Acaso se nos está olvidando en qué consiste este oficio? “Nosotros somos reporteros, nada más que reporteros, contadores de historias (…) No somos Clark Kent, no solucionamos nada, no somos el Estado, contamos historias para honrar la Historia”, les dijo el periodista Jorge Cardona a los estudiantes de los Andes, en una clase magistral que reproduce el podcast 070. La Fundación Gabo lo premió como el editor colombiano ejemplar en 2016.

La democracia necesita una prensa que incomode con su buen olfato a todos los poderes de la rama pública, no una que haga venías u oposición al gobierno de turno, dependiendo de si se lo ve como amigo o enemigo.

“El periodismo tiene que ser un contrapoder. Y eso significa no avalar ningún acto político, ninguna acción desde el poder. El periodismo es militante, si es que milita por los derechos civiles, por los derechos humanos, pero el periodismo militante político se convierte en una contradicción profunda de los valores del verdadero periodismo….”, le dijo al diario La Nación de Argentina la periodista mexicana Lydia Cacho, quien huyó por su vida en 2005, tras ser secuestrada, abusada y torturada-; la valiente reportera encarna los valores del buen periodismo que pregona.

Caso interesante es Noticias Uno, el noticiero que dirige la periodista y columnista Cecilia Orozco: si bien quedó por fuera de la señal abierta durante el gobierno de  Iván Duque,  es segundo en preferencia entre los consultados, por encima de RCN y CM&. Toda una proeza sabiendo que únicamente emite los fines de semana y se sostiene por obra y gracia de la caridad; es decir, a punta de donaciones.

Sin embargo, el caso emblemático se llama Matador: sin tener un medio que lo respalde (recordemos que El Tiempo lo echó por la acidez de sus trazos, escudándose en una denuncia archivada por maltrato), es el caricaturista más leído de Colombia, (34%). Su trabajo aparece en las redes sociales, donde cuenta con una audiencia superior a la de muchos medios. Es un caso extraordinario teniendo en cuenta además que lo suyo es la caricatura política que analiza diariamente la realidad nacional, en tanto que el segundo puesto, Vladdo, lo es por la viñeta semanal de su personaje Aleida, que trata temas livianos a manera de frases que buscan ser divertidas o reflexivas. Y a diferencia de Matador, Vladdo cuenta con tres tribunas: radio (Radio Red de RCN), televisión, (canal DW) y periódico (El Tiempo, donde además es columnista).

No obstante, descarada es la manera como ese periódico presentó los resultados de Cifras y Conceptos. En la edición del domingo anterior escribió: “El segundo en el escalafón global es Vladdo, con 23%. Su popular viñeta sale todos los domingos. (…) Otros caricaturistas que aparecen en el sondeo son Matador, Osuna, Mheo, Bacteria…”.

“Decir que otro de los caricaturistas más vistos es Matador, cuando en realidad es el primero, es un buen ejemplo de lo nociva que es la manipulación. Si lo hacen de manera soterrada con algo fácilmente comprobable, qué puede esperar el lector sobre la información trascendental”, cuestiona Germán Yances, catedrático y analista de medios.

Los resultados de la encuestadora no son para sentarse a celebrar. Son para analizar con cabeza fría. Si la prensa no vuelve a ocupar su lugar, es posible que más temprano que tarde, las audiencias se cansen, como ha sucedido en Estados Unidos, donde se cierran periódicos a un ritmo pasmoso (2.500 desde 2005) mientras  las audiencias jóvenes (de 18 a 24 años) migran en desbandada hacia TikTok para informarse.  Lo corroboró El Espectador con datos del Instituto Reuters: “Los periodistas pierden influencia, mientras que las redes sociales encantan cada día más a las audiencias jóvenes”.

El periodismo, con excepciones, parece atascado en una especie de oscurantismo. Va siendo hora de que recupere figuras como la del defensor del lector (caso admirable el de El Espectador con “Redacción al Desnudo”, donde el director expía los pecados propios y los de su plantilla) y que los defensores del televidente sirvan para algo más que cumplir a regañadientes la ley que los creó; no pueden ser mero relleno, pues al fin de cuentas se deben a sus audiencias. Los premios también deberían repensarse en función de exaltar la ética (la individual y la empresarial), así como las buenas prácticas periodísticas, en tanto que la academia le haría un bien a la sociedad si revive los observatorios de prensa y crea, por qué no, sus propios consultorios de ética, que sirvan de espejo a reporteros en ejercicio y a estudiantes en formación.

La sociedad necesita una prensa respetuosa y respetable. Tal vez le llegó el turno de usar el látigo… contra sí misma.

  • LAPIDARIO  semanal

Lunes: Hay un loco con motosierra que quiere ser presidente de Argentina. Un tal Javier Milei. Debiera usarla para cortarse ese greñero.

Martes: En un reportaje sobre las migraciones humanas a través Tapón del Darién, The New York Times cuenta sobre las mafias que se lucran con las ilusiones de la gente: “Trayecto en lancha para llegar a la selva: 40 dólares. Alguien que carga tu mochila: 100 dólares. Un plato de pollo y arroz: 10 dólares. Los paquetes especiales con tiendas, botas y otros básicos: 500 dólares, o más”.

Miércoles: En la ONU, Petro dijo que hacia 2070, unas 3 mil millones de personas irán a Estados Unidos  no atraídas por la riqueza (ni por el ratón Mickey, agrego yo) sino por el agua. Pidió detener la guerra y el cambio climático “para tener el tiempo de salvarnos”. Luego, el propio secretario de la ONU, Antonio Guterres, lo confirmó en tono dantesco: “Hemos abierto las puertas del infierno”.

Jueves: En la misma semana apocalíptica, Pepa Bueno, la directora de El País/España, señaló que los medios tienen la obligación de detenerse en debates como la batalla climática y lograr que los ciudadanos nos sintamos implicados. Ojalá sus plegarias sean atendidas por estos lados.

Viernes: En Madrid sigue la Semana de la Moda. En Colombia siempre estamos en la Semana de la Joda. Entre a Twitter y lo verá.

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