La biblioteca personal de don Guillermo Cano se conserva 39 años después de su vil asesinato. Foto: cortesía Fernando Cano.

Para ser un buen periodista se necesita lo mismo que para ser un buen escritor: ser ante todo un buen lector. Y don Guillermo Cano, director durante 34 años del periódico más antiguo de Colombia, fue un lector voraz e incansable desde niño, incluso hasta agotar la luz de las velas. Leía literatura con la misma pasión con que leía las cartas que le enviaban amigos y lectores. 

Quise saber qué pasó con la biblioteca de don Guillermo. Se lo pregunté al periodista y fotógrafo Fernando Cano Busquets, su hijo, quien asumió la dirección, junto con su hermano Juan Guillermo, tras el asesinato del director de El Espectador, el 17 de diciembre de 1986: “Esa biblioteca existe parcialmente en el apartamento de mi madre. Creo que alcanzó a tener unos cuatro o cinco mil libros. Estaban los clásicos, muchos libros de historia, colecciones sobre Colombia (geografía, historia, artes plásticas, artesanía, ensayos económicos). La mayoría eran novelas policíacas, detectivescas, hechos históricos novelados. Literatura latinoamericana y española”.

De su padre mantiene vívido el recuerdo de cuando iban en familia los fines de semana a la finca Fidelena, cerca de Bogotá. “Después de leer, revisar El Espectador y comunicarse por radioteléfono para orientar la edición del día siguiente, no paraba de leer las dos o tres novelas que había llevado”, me cuenta.

Sobre sus libros favoritos nos venimos a enterar por el libro “Tinta indeleble: Guillermo Cano, vida y obra” (650 páginas, sello Aguilar), escrito a varias manos (Marisol Cano Busquets, Jorge Cardona Alzate, Carlos Mario Correa Soto y Maryluz Vallejo Mejía), con participación de El Espectador, Grupo Bolívar y la Fundación Guillermo Cano Isaza, que preside su viuda, doña Ana María Busquets de Cano. Una obra de obligatoria lectura que debería estar en la biblioteca de todo periodista y estudiante de periodismo para comprender la grandeza y el legado de este mártir y maestro del periodismo colombiano.

“Cada año más y más personas celebran el Día de la Libertad de Prensa y muestran que Guillermo Cano no murió en vano. Su legado es crucial en nuestra lucha colectiva para la libertad de expresión y en contra de los ataques a periodistas y trabajadores de los medios de comunicación”, escribió Irina Bokova, siendo directora general de la Unesco.

“Su Libreta de apuntes no fue una columna convencional, era un cruce entre opinión y narración, lo más parecido a un ensayo cronicado o a una crónica ensayística dividida en tres o cuatro actos. (…) Cada domingo sorprendía al lector por los cambios de tema: pasaba del escándalo del momento a un recuerdo de juventud, a una apasionada reseña literaria, a un divertimento en clave de sátira sobre un político de sus desafectos o traía a colación una entrevista polémica”, se lee en el prólogo. La obra reproduce a manera de antología muchas de sus crónicas y textos de opinión.

De la página 487 en adelante, la periodista Maryluz Vallejo Mejía escribe lo siguiente: “Cuando Jorge Valencia Jaramillo, director de la revista Pluma, le pidió la lista de sus cinco libros preferidos, excluyendo la Biblia El Quijote, el director escogió: la Odisea, de Homero; Hamlet, de Shakespeare; los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez y La alianza, de James Michener”.

Quizás tres de esas novelas no necesiten presentación y tal vez sobra decir que don Guillermo fue maestro de Gabo cuando éste ingresó a El Espectador como reportero en los años 50. De los otros dos libros podemos decir que Episodios nacionales son 46 novelas, divididas en cinco series, que relatan hechos clave ocurridos en España en los albores del siglo XIX, en tanto que La alianza, como se lee en la contraportada, deslumbra por el paisaje asombroso de África del Sur, además de recorrer Indonesia, Francia, Holanda e Inglaterra. “La presentación dramática de personajes reales y ficticios sobre el fondo de acontecimientos históricos es una técnica narrativa en la que Mr. Michener se ha acreditado hace tiempo como reconocido maestro”.

La escritora Maryluz Vallejo relata que el propio don Guillermo contó en sus columnas acerca de su reencuentro con Balzac, “el autor de la gran Comedia humana, en quien adivina algo garciamarquiano y en García Márquez algo balzaquiano”.

“La última novedad literaria, preferiblemente en clave de novela policiaca, podía darle la primicia de un hecho que pronto sería noticia”:

La literatura influyó en su trabajo periodístico. “Cuando no estaba oliendo las ´chivas´ con su olfato ´canino´, estas lo perseguían hasta en sus momentos de reposo dedicados a la lectura. La última novedad literaria, preferiblemente en clave de novela policiaca, podía darle la primicia de un hecho que pronto sería noticia, o que recientemente había saltado a la primera plana”, cuenta Vallejo.

Ella pone como ejemplo la coincidencia entre la lectura Voraz como el mar, de Wilbur Smith, una novela sobre la lucha contra las multinacionales petroleras, coincidiendo con un desastre ecológico en el Mediterráneo, en cuyas aguas se derramaron miles de barriles de petróleo.

El 26 de diciembre de 1982, don Guillermo les contó a los lectores de su columna Libreta de Apuntes cómo se hizo lector en la infancia, y cómo este hábito lo alejó de un vicio que él combatió: la televisión.

“Leía todo lo que caía en mis manos, hasta libros prohibidos (…) Pero leía también en Villeta, en la casita llamada paradójicamente Villa Luz, pero donde no había luz eléctrica, alumbrado por las lámparas de petróleo hasta la ´hora de toque de queda´ (…) y luego a la luz de una vela, hasta que la cera derretida ya no daba para más. Me acostumbré, pues, a leer y para mí continúa siendo la lectura mi distracción predilecta. Estoy, pues, vacunado anti-televisión”.

“Tinta indeleble: Guillermo Cano, vida y obra” es el libro más completo que se ha escrito sobre este hombre valiente que entendió como pocos para qué se es periodista. Su sacrificio, a manos de la mafia colombiana, nunca será en vano mientras haya periodistas que ejerzan este oficio con apego a ética y a la verdad, como lo hizo él durante más de cuarenta años de entrega al periodismo. Habrían sido muchos años más si unos mafiosos cobardes no ponen precio a su cabeza.

Pero en realidad don Guillermo no murió: sigue vivo en cada línea y en cada párrafo que escribió.

Biblioteca de don Guillermo Cano. Foto: cortesía Fernando Cano.

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