“Los jinetes de la cocaína”, ese clásico del periodismo colombiano
Fabio Castillo fue un “Tintín” hecho de carne, hueso y buen olfato para rastrear delitos y criminales. En el libro del legendario periodista, fallecido esta semana, salen mal parados figuras como Álvaro Uribe Vélez o Álvaro Leyva Durán. Homenaje a una leyenda del periodismo colombiano, a través del testimonio de sus colegas y amigos.
El periodista Fabio Castillo, autor de “Los jinetes de la cocaína”, en el trazo de su amigo, el maestro Héctor Osuna. La imagen aparece en el perfil del reportero en Facebook.
“Todos los estamentos sociales del país tienen algún muerto que llorar”. Fabio Castillo, reportero colombiano. (1956 – 2025)
“Ningún periodista puede tolerar que existan en el país temas tabú, y el de la mafia pretende ser el primero”. Fabio Castillo, reportero colombiano.
Estas palabras, escritas y publicadas en 1987, en pleno boom del narcotráfico y la danza de los millones mal habidos, eran una lápida encima.
El valiente que las dijo se llama, se llamaba, Fabio Castillo, extraordinario reportero colombiano, pluma y sabueso judicial del diario El Espectador.
Porque hubo un tiempo en que ser periodista de investigación en Colombia significaba jugarse la vida, hacerles fieros a la muerte, meterse en la boca del lobo, como le dijo don Guillermo Cano a su joven reportero Fabio Castillo en los años 80, cuando ambos, el director y su pupilo, decidieron enfrentar a los capos de la mafia colombiana, desde las páginas de El Espectador, diario valiente que lloró con sangre su coraje. Aquel día, Castillo tomó el siguiente vuelo a Cali y regresó varios días después con una primicia: La historia secreta del mafioso Gilberto Rodríguez Orejuela sale a lo ancho de la primera página: “La jugada del ajedrecista”, alias del jefe del Cartel de Cali. El periodismo se hacia entonces en la calle -en el lugar de los hechos, como toca- y arriesgando el pellejo. La obra de Fabio es una clase magistral de periodismo para los noveles reporteros.
“Recuerdo su humor negro, que mostraba la persona inteligente que fue. Sabíamos que la mafia había puesto un precio por su cabeza. Nos vimos varias veces mientras estuvo escondido en Bogotá y mantuvimos correspondencia por carta mientras estuvo en el exilio. Yo era el enlace entre las editoriales y El Espectador cuando el libro se publicó. Hasta hoy caigo en cuenta del delicado trabajo que estaba haciendo. El libro de vendía como pan caliente y muy pronto, pirateado, se conseguía en cualquier semáforo.
Fabio sale del país tras la publicación de “Los jinetes de la cocaína”. Él amaba este oficio, lo ejerció de manera limpia y transparente, nunca dejó de ser periodista, Estudió derecho y fotografía. Fue un maestro de vida. Una de las cosas que yo hice fue estudiar derecho y en parte lo hice por él. Era una persona muy inteligente, muy crítica, muy informada; casi que lo obligaba a esforzarse para estar a su altura. Una conversación con Fabio era una conversación muy intelectual”: Gilda Sarmiento, periodista.
Un día del año de la pandemia, le escribí a Fabio Castillo por Messenger:
“Maestro, su vida es de película. Todavía no entiendo porque nadie la ha hecho”, le dije —Porque yo la estoy escribiendo, me respondió, y con eso me despachó; me fui de la conversación sin pelear por la historia, consciente de que varias veces tuve el privilegio de conversar con un ser despojado de vanidades.
Caminando por el centro de Bogotá, calle 15, abajo de la Séptima, donde venden los libros de segunda mano (ediciones originales y en buen estado, que conviven con las ediciones piratas), encontré esa joya del periodismo colombiano que es el libro “Los jinetes de la cocaína”.
Debajo del título, en minúsculas aparece el nombre de un hombre en mayúsculas: fabio castillo. Valiente también la editorial que lo publicó en 1987: “Documentos Periodísticos”. Después vendría un segundo libro: “La coca nostra” (editorial Oveja Negra, 1991)
“… los narcotraficantes colombianos empezaron a ser llamados ´los jinetes de la cocaína´ en referencia a los tiempos del Far West, cuando toda diferencia personal se resolvía a plomo. (…) Los narcotraficantes colombianos (…) empiezan casi siempre por asesinar a los familiares de su rival, y solo si no logran amedrentarlo, concluyen asesinándolo a él”, escribe Castillo.
Doscientas setenta páginas de pura adrenalina escritas en clave de buen periodismo y por ratos convertido en un obituario en homenaje a todas aquellas víctimas de los carteles del narcotráfico, empezando por don Guillermo Cano, asesinado el 17 de diciembre de 1986 por orden de Pablo Escobar.
En el libro aparece esta fotografía de don Guillermo Cano con la siguiente leyenda: “La lucha contra la mafia del narcotráfico se llevó a cabo desde varios frentes. Don Guillermo Cano la asumió desde la página de su periódico, El Espectador. La libró solitario y con una ardentía que contrastaba con su timidez personal. Su sacrificio estremeció la conciencia de la Patria”.Columnas valientes como esta (página 219) le costaron la vida a don Guillermo Cano.
En la lista también figuran ministros, magistrados, policías y más periodistas. Fabio Castillo se salvó de puro milagro, pero pagó su hazaña con el exilio. Nadie en Colombia sabía que estaba en España y se llamaba Manuel Carreras; siguió trabajando desde la clandestinidad para el periódico.
Ligia Riveros, otra reportera exiliada, lo recuerda así: “Volví a encontrar a Fabio Castillo en Madrid, cuando llamaba a Fernando Cano de El Espectador desde una cabina telefónica. A pesar de la lejanía, continuaba con sus denuncias pero a través de llamadas desde Europa. Jamás perdió su contacto con El Espectador, periódico que lo respaldó en todo momento, como lo hizo Cromos conmigo cuando tuve que salir de Colombia hacia España por las amenazas que recibí”.
Hubo intentos de silenciar el libro y sacarlo de circulación. Es un placer casi morboso volver a leerlo para comprobar con cierta rabia que en los males de esta nación está la mano de políticos, narcos, militares y guerrilleros.
Atravesar sus páginas es recuperar la memoria. La investigación está soportada con fotografías de los capos y de sus lujosas propiedades, fotos de los verdugos y sus víctimas, descripciones de sus métodos despiadados, las estrategias usadas para lavar dólares, sus tentáculos en la política y en el fútbol pero también en el boxeo, el automovilismo, la hípica y los toros.
“Habían decidido comprar el país”, escribe Castillo en la página 122.
“Hay tantas cosas anecdóticas que viví con Fabio, desde nuestras parrandas de fin de semana cuando ambos trabajamos en El Espectador. Pero quizás una significativa fue tiempo después de que Fabio llegó obligado del exilio y tuvo que cambiar de residencia en varias oportunidades porque las amenazas contra su vida persistían. Yo era muy amigo de la gerente del Hotel Tundama, un edificio de once pisos, localizado en la calle 21 con novena, un sector que por esas épocas era considerado zona roja, pero más que por razones de seguridad, porque allí merodeaba la prostitución callejera. Fabio me pidió hablar con ella para saber sí era posible que le permitiera hospedarse mientras disminuían las tensiones sobre su seguridad. La gerente, una mujer querida y generosa, lo aceptó de inmediato y Fabio se fue a vivir allá por cerca de un año, llevando como equipaje un gran morral cargado de documentos y de algunas prendas personales. Ella le dio albergue totalmente gratis. Fabio se sentía muy seguro en el sector, el que, según decía, era el peor sitio de Bogotá, donde nadie se imaginaría encontrarlo. Desde allí siguió escribiendo sus investigaciones para El Espectador y para sus libros. Yo lo visitaba ocasionalmente y él no perdió la rutina de recorrer el centro de la ciudad, intentando llevar una vida normal, con las precauciones del caso y siempre confiado en que había encontrado su mejor escondite. Por fortuna nunca me pasó nada, borrachito o en sano juicio, comentaba jocosamente algún tiempo después”:Gonzalo Silva Rivas, periodista.
En el libro “Los jinetes de la cocaína” pueden leerse también aspectos relacionados con la toma del Palacio de Justicia, hecho del que se cumplen 40 años este 2025, la extradición de narcos y hasta el asesinograma con la estructura de la organización liderada por Escobar para asesinar al ministro Rodrigo Lara.
“…antes de que el libro saliera a las librerías yo ya tenía amenazas de muerte concretas. “¿Pero cómo es posible?”, me preguntaba, y no había sino una explicación: el editor trabajaba para la mafia”, contó Castillo en una entrevista que apareció en el periódico Universo Centro.
Hechos claves de nuestra historia, así como personajes que siguen vigentes en la vida pública aparecen mencionados en “Los jinetes de la cocaína”. ¡Pero qué frágil es la memoria…!
LA BONANZA MARIMBERA
“En la Costa Atlántica también hubo explosión de dinero. En 1972 empezó a trascender a la prensa la historia de unos señores costeños, medio exóticos, que hacían pública ostentación de grandes capitales que, según explicaban ellos mismos, provenían de la venta de una yerba que, para la idiosincrasia colombiana, solo se fumaba en el Festival de Woodstock: la marihuana”.
(…)
“De esta época es la famosa colección de Ferraris del clan Lafaurie González (Eduardo, Iván y Fernando) y las casas con sótano blindado y provisión de alimentos para varias semanas, que hoy se pueden visitar como auténticos museos, en Maicao y Riohacha”.
“Un kilo de cocaína llegó a costar casi lo mismo que un buque cargado de marihuana”: Fabio Castillo, en “Los jinetes de la cocaína”.
ÁLVARO LEYVA DURÁN
“Álvaro Leyva Durán, senador conservador por Cundinamarca, se quedó con buena parte de los esmeralderos simpatizantes del grupo político ospinista. Estuvo a punto de ser asesinado durante la campaña para el Congreso en 1986, cuando le hicieron varios disparos en el momento de abordar un helicóptero de uno de ellos, en el marco de una nueva guerra que sostienen dos facciones rivales de ´gemólogos´ desde 1985”.
“Los recuerdos que tengo de Fabio, son los de un hombre reservado, alegre, cálido y con una sonrisa, que hablaba más que sus palabras. Se le tenía respeto, en general a su equipo, pero él se acercaba a hacer amistad con nosotros. Me da tristeza su muerte. Un buen colega, respetuoso, serio y sencillo”: Claudia Forero, escritora y ex reportera.
EXPRESIDENTE ALFONSO LÓPEZ
“En el gobierno de Alfonso López (1974-1978) se creó la ´Ventanilla Siniestra´ en el Banco de la República por la que ingresaron los millones de dólares de la bonanza marimbera, confundidos con los de la bonanza cafetera, que por lo demás en buena parte correspondieron a contrabando del grano”.
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“Años más tarde, a raíz de la reunión de López Michelsen con los narcotraficantes en Panamá en 1984, se supo que la DEA le había entregado, siendo presidente de la República, el Libro Blanco de la Marihuana. López explicó entonces que no lo había tomado en serio ´porque era una lista de nombres casi sin pruebas´”.
PABLO ESCOBAR
Escobar todavía estaba vivo cuando Fabio Castillo se refirió a él en su libro. “Pablo Emilio Escobar Gaviria, quien para entonces era un ´gatillero´, como denominan a los sicarios de la mafia, dio muestras de ser implacable en la lucha por el poder. La vida de Pablo Escobar, anterior a su ingreso a los círculos de la mafia, había estado vinculada con los bajos fondos delincuenciales antioqueños”.
El equipo de investigación de El Espectador reveló esos antecedentes en 1983, y esa fue la génesis de la persecución de la mafia contra el diario más antiguo de Colombia y sus periodistas. Don Guillermo Cano publicó la foto de un joven Escobar reseñado por el DAS tras ser capturado en Itagüí con otros compinches. “En su poder –escribe Fabio- se encontraron 18 bolsas de polietileno que contenían 39 kilos de cocaína de alta pureza…”.
“Escobar Gaviria era todo un personaje en Medellín. Sus campañas cívicas habían generado que se le calificara en la revista Semana como el ´Robin Hood paisa´ desconociendo su tenebroso prontuario”.
“A su amiga pública, una animadora de televisión, Vallejo, le regaló un estudio de televisión para que filmara sus programas sin necesidad de salir de casa, y una fábrica de medias femeninas”.
“Recuerdo que cada hora salía una camionetica azul, de platón, marca Kiamaster, de la sede de El Espectador de la Avenida 68 a la oficina del centro, que quedaba en la Avenida Jiménez con carrera 4a, generalmente llevando correo entre sede y sede. Y Fabio, a eso de las 10:00 de la mañana cogía esa camioneta en el edificio de la 68 y nos decía: ´Me voy para Bogotá´, lo que generaba risas entre los compañeros de redacción”: Orlando Henríquez, periodista.
ÁLVARO URIBE VÉLEZ
“También es oriundo de Antioquia el senador Álvaro Uribe Vélez —cuyo padre, Álvaro Uribe Sierra, era un reconocido narcotraficante—, quien le otorgó licencia a muchos de los pilotos de los narcos, cuando fue director de Aerocivil”.
“Los coqueros buscaron la solidaridad social a través de programas que aparentaban tener un sentido cívico, como Medellín sin Tugurios, plan lanzado públicamente en Bogotá por el alcalde Álvaro Uribe Vélez, y que consistió, según se supo luego, en las mil casas en obra negra que fueron donadas a los residentes en un basurero de la ciudad, financias por Pablo Escobar”.
CARLOS LEDHER
Tras la separación de sus padres Carlos Enrique Ledher Rivas “entonces de 11 años, vivió poco tiempo con su padre (el alemán Guillermo Ledher casado con la ex reina caldense Helena Rivas Gutiérrez), a quien mortificaba con un santuario personal —bajo el descanso de una escalera— con una veintena de fotos de Adolfo Hitler, a quien alumbraba con la misma veneración que tendría luego por los dólares y la marihuana”.
“Callado. Meticuloso. Gozado de la vida. Y ruidoso al reír. Él se relacionaba con su grupo: Osuna, Vladdo, Ignacio Gómez, Juan Guillermo Cano, Aura Rosa Triana… y supongo que con sus fuentes nacionales y extranjeras. Se interesó mucho en el Proceso 8000”: Juan Pablo Ferro, ex jefe de redacción de El Espectador.
DON GUILLERMO CANO ISAZA
Cuenta Fabio Castillo que si bien “son pocos los pormenores que se conocen acerca de la forma como se planeó el asesinato del director de El Espectador”, al día siguiente del crimen, exguerrilleros que trabajaban al servicio de la mafia “fueron acribillados frente a las instalaciones del complejo habitacional Metrópolis, a pocas cuadras de la sede del diario… una espectacular balacera que se prolongó por más de tres cuadras”.
También revela que por la muerte de don Guillermo pagaron $10 millones de pesos de la época.
Fabio Castillo. Foto Archivo El Espectador.
¿Y por qué se fue de El Espectador en 1982? Me fui de secretario privado del procurador Carlos Jiménez Gómez.
¿Y por qué regresó El Espectador apenas un año después? Pues porque terminó aliado con Pablo Escobar (se ríe). Mi oficina quedaba justo al lado de la del procurador. Sobre el escritorio de la oficina tenía una lamparita de esas chiquitas y como un viejito me quedaba a veces hasta las once de la noche pegado de los papeles, leyendo todas las investigaciones, seleccionando lo que servía y lo que no. Cuando pum, pum, pum, se prendieron todas las luces y entraron como cuarenta tipos, y como en esa época el M19 nos tomó de rehenes dos veces me dije “mierda, otra vez”. Cuando entró el señor Pablo Escobar Gaviria directamente al despacho del procurador. Yo apagué la luz y me quedé calladito, escondido.
¿Qué pasó por su cabeza en ese momento? Lo peor, y me dije que no había sino una forma de saberlo. Al otro día llegué a las 6:30 de la mañana, el procurador llegaba a las siete. Tan pronto lo vi pasar me fui para su oficina y le dije: “quiubo procurador, ¿cómo le fue anoche?”; “bien hombre, estuvo tranquilo”; “¿y dónde estuvo?”; “por allá en una comida”; “¿aquí?”; “no, no, yo de aquí me fui a las seis y no volví”; “mire”; “¿qué es esto?”; “mi renuncia”, y me fui. Salí, llamé a don Guillermo: “don Guillermo, me tocó renunciar”; “¡¿qué pasó?!”; “no, yo no le puedo contar, pero es gravísimo”. Y así fue que regresé.(Fragmento de la entrevista a Fabio Castillo en Universo Centro)
La periodista María Isabel Naranjo recoge varias anécdotas increíbles en un trabajo de grado, del cual se publicó un fragmento en Universo Centro (2013).
¿Y sobre qué está escribiendo ahora? No se puede saber.
¿Por qué? Porque me matan.
¿Alguna vez se ha dejado tomar una fotografía? No.
¿Por qué? Porque ese es mi seguro de vida.
Pocos reporteros en Colombia pueden contar una vida que parece sacada de una novela. Hoy pienso que Fabio Castillo, además del extraordinario reportero que fue, debió ser un extraordinario novelista, el hombre que debió haber escrito la gran novela sobre la mafia colombiana. A lo mejor, mañana me levanto con la noticia de que él, Fabio Castillo, el maestro, dejó escrito ese libro que me dijo que estaba escribiendo y que después la historia de su vida aparecerá en Netflix o en la gran pantalla. Creo que sería un homenaje justo para alguien que hizo del periodismo el motivo de su existencia.
Alexander Velásquez
Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha escrito para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana (la antigua); El Tiempo y Kienyke. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Autor de la novela “La mujer que debía morir el sábado por la tarde”. El nombre de este blog, Cura de reposo, se me ocurrió leyendo “La montaña mágica”, esa gran novela de Thomas Mann.
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