Tras la dimisión del presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá, quedan muchas preguntas en el aire y una mancha en la historia del CPB a 80 años de su creación.
Tras la dimisión del presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá, quedan muchas preguntas en el aire y una mancha en la historia del CPB a 80 años de su creación.
Sin palabras, estupefacto y con el corazón en el puño, queda uno tras las declaraciones de la periodista Cielo Reyes a Semana denunciando de viva voz que fue víctima de conductas inapropiadas y abuso sexual por parte del presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá… y en las propias oficinas del CPB.
Según la comunicadora, Víctor Hugo Lucero Montealegre la citó un domingo por la tarde con la excusa de entregarle personalmente un cheque por sus servicios profesionales, y el resto ya es este escándalo lamentable que deja un mancha sobre el CPB y, por extensión, un golpe más a la ya minada credibilidad del periodismo colombiano, además de muchas preguntas de la opinión pública que ameritan respuestas.
Como era previsible, el día de ayer (22 de septiembre de 2024), el presidente de la agremiación anunció que se apartaba del cargo a través de un comunicado de prensa: “He decidido retirarme de mis funciones como presidente del CPB, de manera indefinida, hasta aclarar todo lo relacionado con este asunto para concentrar mis esfuerzos en el proceso legal que he iniciado contra la señorita Reyes”, indicó.
Todo en este episodio hiede y la imagen del CPB quedó por el suelo. De acuerdo con el testimonio de Cielo Reyes, miembros de la junta directiva (2023-2025), incluido su vicepresidente, le habrían pedido a la víctima callar para no enlodar la imagen del Círculo. Como lo expresé en la Cura de reposo anterior (19 de septiembre de 2024), “Los valores del periodismo nacen de periodistas con principios”. Eso no es transable.
Por el bien del periodismo, y por el bien de la dignidad y honra de los implicados, estos hechos deben aclararse cuanto antes. Lo más grave sería comprobar que se usaron las instalaciones del CPB para la comisión de un presunto delito y, de ser así, la junta directiva quedaría como encubridora del mismo. En consecuencia, y mientras las investigaciones siguen su curso, lo procedente y decoroso en este momento es que la junta directiva en pleno presente su renuncia irrevocable, siguiendo el ejemplo del ahora expresidente, y dejar en manos de una asamblea extraordinaria el futuro de esta institución octogenaria. Es el momento de que los socios hablen.
Se requiere un cuadro directivo que genere confianza pero también respeto, que sea ejemplo de comportamiento ético y se comprometa a sacar al Círculo de su mala hora; convertirlo en una entidad de vanguardia, no en un club que organiza almuerzos cada año en Navidad para congraciarse con los socios, sin mostrar gestión con resultados tangibles, ajustados a su mandato y estatutos.
El CPB está integrado por las comisiones de Ética y de Disciplina, lo mismo que las secretarías de Bienestar, Relaciones Internacionales y Comunicaciones, que, en conjunto, se supone, deben trabajar en favor de los periodistas. Salvo la Comisión de Disciplina, que hizo lo correcto al atender con prontitud las denuncias y exigir anticipadamente una sanción para el máximo directivo, nada sabemos de la misión que cumple el gremio con la elección de nueva junta cada dos años.
Un CPB paquidérmico no le sirve ni al periodismo ni a los periodistas. El periodismo mutó. Evolucionó de la mano de los avances tecnológicos y ahora lo hace con ayuda de la inteligencia artificial (IA), que está cambiando la manera de informar y de informarnos. Hoy la verdad está en peligro, sitiada por la desinformación y los intereses políticos ocultos; a la falta de credibilidad y confianza de las audiencias en la prensa, súmele que de la nada están naciendo medios que se autoproclaman periodísticos sin serlo, y se dedican a crear y esparcir mentiras y rumores. Por el bien de las libertades y la democracia, urge un CPB que defienda el derecho a la libertad de expresión pero también el derecho a la verdad.
Se requiere un CPB de altas calidades humanas y profesionales que sepa interpretar esta difícil coyuntura, un CPB que le sirva más los periodistas que a los dueños de los medios (porque los primeros en su mayoría pasan necesidades, y cada día muchos pierden sus trabajos); un CPB que les dé importancia a todos los periodistas, sin excepciones de ningún tipo, porque reporteros hay en Bogotá pero también en provincia, un CPB que trabaje por mejorar el periodismo, hoy señalado de servir a intereses políticos o económicos, cuando debería estar al servicio de la sociedad y a los ciudadanos. Estamos a menos de dos años de un proceso electoral (2026) y gremios como el CPB están llamados a cumplir un papel determinante para que la prensa, ceñida a unos valores y principios, sea el contrapoder de los demás poderes.
Se necesita un CPB capaz de atraer a los jóvenes y retenerlos con proyectos audaces; que, a cambio de una cuota de sostenimiento mensual, les brinde actualización, formación y refuerzos en asuntos inherentes al oficio.
De igual manera, hay que adaptar el Premio Nacional de Periodismo CPB a los tiempos que corren. En el web site del CPB se lee lo siguiente: “La FUNDACIÓN PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO C.P.B., legalmente constituida como entidad sin ánimo de lucro, (…) tiene por objeto fomentar el periodismo, estimular el trabajo de los periodistas colombianos y propender al mejoramiento de todos los aspectos inherentes al ejercicio de la profesión…”.
Pues es hora de pasar del papel y la retórica a la acción, materializar tales postulados, dando cabida e importancia a la gran prensa pero también a los medios independientes y el periodismo alternativo, mientras hagan periodismo.
El Premio de Periodismo debe tener representación nacional en la escogencia de sus jurados y pre-jurados, pues se trata de un galardón de alcance nacional; es un error seguir creyendo que los periodistas importantes están en la capital, sabiendo que muchos colegas, incluso aquellos que han ofrendado su vida persiguiendo la verdad, ejercen desde las regiones, muchas veces sin garantías, con sueldos miserables y, lo más grave, sin protección para su integridad personal.
A sabiendas de que la verdad es la materia prima del periodismo, del CPB se espera transparencia y honestidad sobre los oscuros episodios que han lesionado su imagen. Insisto: La actual junta directiva, en un acto de grandeza, debería renunciar. Hay que tener coraje y valentía para saber retirarse cuando toca. Quizás sea hora de hacerse a un lado para salvar al CPB del propio CPB.
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