Hablemos de esta serie italiana no apta para llorones. Aprendí que cada familia es disfuncional a su manera y que no siempre eso es malo. Un drama que hace reír, una comedia que hace llorar.
Hablemos de esta serie italiana no apta para llorones. Aprendí que cada familia es disfuncional a su manera y que no siempre eso es malo. Un drama que hace reír, una comedia que hace llorar.
Elenco de Storia della mia famiglia (Netflix)
“Soñé con el futuro, yo no estaba ahí, pero todos estaban bien”: De “La historia de mi familia”. (Netflix)
Escoja quién es usted: ¿Fausto? ¿Lucía? ¿Demetrio? ¿María? ¿Valerio? ¿Ercole?…
Las series que a mí me gustan son esas que se parecen a la vida misma. Aquellas que nos incomodan porque hablan de uno: de sus demonios, de sus frustraciones, de las torpezas que seguimos cometiendo en este continuo aprendizaje que es vivir, y de lo rotos que estamos aunque por fuera nadie lo note.
Las buenas series nos interpelan, nos sacuden y nos recuerdan que somos mortales. Porque, de pronto, sucede lo tenaz, la noticia que lo cambia todo, un diagnóstico que manda la alegría a la porra, la confirmación de que hay un final para todos… y no hay reversa.
Pero nadie está muerto hasta que esté muerto. Así que esta serie es en realidad un canto a la vida y a las ganas de vivir.
Un guionista que conmueve y hace reír al mismo tiempo es un buen escritor. No sabría decir si “La historia de mi familia” es un drama italiano con tintes de comedia o una comedia con tintes de drama. Dejémoslo en que es la vida real con sus alegrías y sus tristezas, con sus bemoles y sus gratificaciones, con sus más y sus menos: es sobre la felicidad que sí existe y sobre la infelicidad que también. Pero nos podemos remendar y seguir.
En esta tragicomedia nos reconocemos como personas frágiles y llenas de temores, (y de tumores en el caso de Fausto, el protagonista); seres que persiguen el amor y sus sueños, criaturas imperfectas e inseguridades, humanos en duelo permanente, sostenidos por hilos de ilusión.
—“Yo ya no siento amor”. (Fausto a su pareja)
—¿Quieres usar mi problema de salud para quitarme a mis hijos? (Sara)
Conflictos, conflictos, conflictos: entre hermanos, entre parejas, entre padres hijos, entre extra parejas con hijos… ah, y los infaltables: los conflictos de uno conmigo mismo. Son los peores y, a veces, los que más descuidamos.
—“La guerra acabará con ustedes. Lo que necesitan es un Congreso de Viena. La paz. Armisticio. Matternich”: Sergio a Lucía, en “La historia de mi familia”.
Pero, pero, esta serie también es sobre cómo recordamos a los que se fueron prontamente y cómo incluso un pequeño mono de carne y hueso nos sirve de ilusión para creer que el otro reencarnó.
—“¡Hace cuánto no cenábamos los cuatro juntos!” (Fausto)
Ser capaces de expresarles a las personas que amamos lo que pensamos realmente de ellas, sea bueno o sea malo, antes de que los otros se vayan o nos vayamos nosotros. La serie nos enseña que la familia es la familia y que el infortunio trae enseñanzas duras pero necesarias.
Por ejemplo, hasta ahora me hago esta pregunta: ¿Cuál es el significado de esparcir las cenizas de un ser amado? Es más: ¿Queremos que esparzan las nuestras? ¿Qué nos enseña esto? Se me viene a la mente los miles de deudos para los que no hubo, durante la pandemia, la oportunidad de un último adiós porque estábamos confinados, y sus familiares muriendo en una UCI. Creo que esta serie nos prepara de un modo bellamente aleccionador para el duelo y para asumir lo que no tiene remedio.
Al ver los conflictos de pareja, uno de los temas centrales de la trama, recuerdo que también existe la posibilidad de amar la soltería sobre todas cosas, pero cuando veo, como veo en esta serie, que la gente se enamora en la recta final de la vida, caigo en la cuenta de que sin importar a qué edad, con cada enamoramiento nos volvemos estúpida y hermosamente adolescentes. Lo que quiero decir es que estar enamorados es bonito, que el amor llega cuando a él se le antoja, no cuando uno diga. Todavía podemos esperar el tren de las seis o aceptar que no enamorarse también es lícito.
—”Sergio, dime una cosa, alguna cosa dulce, algo que me brinde alegría”.
Sergio le hace una propuesta de matrimonio a Lucía y como esto es una comedia con tintes de drama –o al revés- nadie puede imaginarse el desenlace de dicha escena. Entonces, otra vez recapacito: por lo general usamos las palabras para ofender al otro y pocas veces nos esforzamos por darles motivos para ser felices, así sea brevemente, que en realidad así es la felicidad: fugaz pero llenadora.
—“Atravieso una época de mierda”.
No importa quién lo dijo. Nunca es el fin hasta que llegue la muerte que es el único fin de mundo posible para cada uno de nosotros. De todo lo demás podemos levantarnos para mañana reírnos de lo que hoy nos causa dolor. Sí, nada es para siempre, ni lo malo ni lo bueno.
Me divertí mucho con “La historia de mi familia”. Creo que cada espectador encontrará un mensaje personal en sus seis episodios. ¿La vieron? ¿Les gusto?
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