Foto de la cuenta de Donald Trump en X.

El sueño americano nunca me ha trasnochado y menos ahora que el gringo aquel no nos quiere ver ni en pintura. Hagamos uso del derecho a no migrar, propongo yo. Quedarnos quietos para curarnos en salud.

Decía el escritor portugués Fernando Pessoa: “¡Oh, Lisboa, mi hogar!” Yo digo: ¡Oh, Bogotá; oh, Colombia, mi hogar!

No somos ciudadanos del mundo. Ese es un cuento que nos cuentan pero no pasa de ser cuento. Si a usted le niegan una visa, le niegan el derecho a ser ciudadano del mundo. Punto.

“Aquí no eres bienvenido”. No se lo dijeron así, pero fue lo que le insinuaron cuando le devolvieron los papeles, sin mirarle la cara de estreñido.

“América again!” ¡Gringolandia para los gringos!, aunque necesiten de los latinos para limpiarles la mugre. Primero ellos, segundo ellos, tercero ellos. Se las están dando de mucho coffee con milk, alentando un sentimiento antinorteamericano. ¿Vieron el insulto a Colombia durante la gala de los Grammy?

Se nos olvidó que primero fuimos nómadas, durante miles años íbamos a cualquier parte o a ninguna parte. Decidimos asentarnos y con el sedentarismo empezaron los problemas. Cada quien sintiéndose dueño de un pedacito del mundo, como ahora lo hace el señor cara de tomate, un mala papa, que levanta su rostro vengador para decirnos que es el dueño de lo que ve y de lo que no se ve.

Estados Unidos le quedó chiquito. Cual Tío Rico, quiere quedarse con Groenlandia, el Canal de Panamá y el Golfo de México… por ahora.

¿Es Donald Trump el perro que ladra y no muerde o, a sus 78 años, es el perro viejo que late echado? ¿Amenaza y luego se corre? Démosle tiempo al gringo.  

Somos prisioneros del país donde nacimos. Si llegas a otra prisión, los presos de allá te humillarán, te pisotearán, te harán la vida de cuadritos. Pero eso está bien porque al final entenderás, por las malas claro, que eso te pasa por ir a buscar lo que no se te había perdido. Uno no debe estar donde no lo quieren. Insisto: Nos queda el derecho a no migrar. Ahora el mundo está al alcance de un clic para recorrerlo sin salir de casa, dicen los optimistas.   

El sueño americano me tiene sin cuidado. Tampoco me trasnocha el ratón y su ratona. Sí, como dijo Mickey Mouse, cada quien para su jaus (house). Con grilletes o sin grilletes, dignos o indignos, aquí están llegando por docenas. Han despertado por fin del sueño (americano) a la realidad de la vida. Un delincuente convicto los devuelve por delincuentes, hágame el favor. Así de desquiciado está el globo. Un día de estos explota y por fin se acaban todas nuestras angustias. Por ahí como que viene un meteorito a toda.

Ese tipo está loco. La sangre le hierve y por eso está caricolorado a toda hora. O a lo mejor es la hipertensión, qué voy a saber yo. Algo raro debió pasarle en su infancia para que ahora quiera vengarse de la humanidad: los que no somos gringos, aunque nos hagamos los gringos de vez en cuando para sobrevivir.

Un día escribiré un perfil de Donald Trump cuando haya resuelto un par de dudas sobre ese personajillo y los de su entorno: ¿Sufre de complejos? ¿Por qué un hombre paga por acostarse con prostitutas? ¿Acaso cuántas mujeres lo han rechazado en su vida? ¿Qué sabemos de la relación con su madre? ¿Por qué se escondió Melania Trump detrás de un sombrero fúnebre durante la posesión de su marido? Apenas si se le veían los ojos. ¿Estaba apenada esta mujer que, a punto de cumplir 55 abriles, se sigue viendo bella?

Dejemos de creer en el tal sueño americano. Empecemos a construir el sueño colombiano para al menos poder decir, antes de morir, que sabíamos dónde estábamos parados.

Me atengo a lo que dijo Fernando Pessoa: “Podré ir a buscar riqueza a Oriente, pero no riqueza de alma, porque la riqueza de mi alma soy yo mismo, y yo estoy donde estoy, con Oriente o sin él”.

También yo estoy donde estoy, con los yunais o sin los yunais.

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