¿Cuántos periodistas más deben morir en Palestina para que la prensa haga sentir su voz? Si la muerte de un político duele, por la herida a la democracia, con más razón nos deben doler las muertes de los reporteros que van a la guerra para contar lo inenarrable.
El semanario Voz nació en 1957, como órgano oficial del Partido Comunista Colombiano. Su actual director es el poeta Zabier Hernández Vuelbas.
“Este es mi testamento y mi último mensaje. Si estas palabras les llegan, sepan que Israel ha logrado matarme y silenciar mi voz. Al principio, paz, misericordia y bendiciones de Dios para ustedes”: Anas Al Sharif, periodista palestino asesinado (1996-2025)
“Solo le pido a Dios / Que el dolor no me sea indiferente / Que la reseca muerte no me encuentre / Vacía y sola sin haber hecho lo suficiente /Solo le pido a Dios / Que la guerra no me sea indiferente / Es un monstruo grande y pisa fuerte / Toda la pobre inocencia de la gente”:León Gieco.
La portada de un periódico tiene un poder especial y puede ser en sí misma un símbolo de aquello que se quiere dejar como impronta para la historia. Los editores del semanario Voz, una publicación de izquierda, fundada hace 68 años, diseñaron dos tapas que son un grito genuino en favor de la vida y de rechazo contundente a la sinrazón de la guerra y la violencia.
La primera portada apareció el miércoles siguiente al atentado contra el congresista Miguel Uribe Turbay, durante un mitin, siendo precandidato del Centro Democrático a la presidencia de la República.
Adentro, aparece el artículo de página completa, firmado por el politólogo Federico García Naranjo, en el cual se lee lo siguiente: “…Desde la redacción de VOZ, hacemos firmes votos por su recuperación, convencidos de que la violencia no puede tener cabida en la política. Lo necesitamos con vida, senador”.
Pero el precandidato no sobrevivió. Dos meses después, al conocerse su fallecimiento, el periódico lamentó su muerte por medio de su editorial, al tiempo que denunció la manera cómo “la extrema derecha incita al odio y la venganza”. Todavía no se conocía el discurso negacionista de Álvaro Uribe en el que desconoce el genocidio contra la Unión Patriótica y, por el contrario, acusa a los militantes de ese partido político de promover secuestros y asesinatos en el pasado, y de ser “promotores de la droga y de otras fuentes de financiación del crimen…” en el presente.
En el Código Penal Colombiano debería incluirse el delito de negación de ese exterminio, como legislaciones del mundo hicieron, por ejemplo, con el genocidio contra el pueblo judío.
La senadora Aida Avella, quien sobrevivió en 1996 a un ataque con rocket a su vehículo en una avenida de Bogotá y debió exiliarse antes de volver al país, le respondió a Uribe. “Aquí sucedieron cosas peores que lo que hicieron los dictadores en el Cono Sur en medio de un gobierno o de gobiernos supuestamente democráticos”, dice ella, que lleva el inventario de los asesinatos y desapariciones forzosas de los cuales ha sido víctima la UP.
La otra portada es del 13 de agosto de 2025: un tributo a los seis periodistas del canal de televisión Al Jazeera que murieron en su tienda de campaña, a la entrada del hospital de al -Shifa, tras un ataque del ejército israelí. Desde octubre de 2023, han muerto más de 240 reporteros palestinos, según la ONU. Y seguirán cayendo, así como la población civil, mientras no haya poder humano capaz de frenar la carnicería desatada por Benjamín Netanyahu, porque ni Dios ha tenido el poder de salvarlos.
Murieron asesinados Anas Al Sharif, Mohammad Qreiqe, los fotoperiodistas Ibrahim Zaher y Moamen Aliwa; el asistente del fotoperiodista Mohamed Nofal, y Al Khalidi. Y mientras esto escribía, otros cinco periodistas se contaban entre los muertos en un doble ataque israelí contra otro hospital.
Medios como Voz y Revista Raya reprodujeron el lacónico último mensaje de Anas Al Sharif al mundo. Creo que los periodistas tenemos la obligación moral de difundirlo.
“Este es mi testamento y mi último mensaje. Si estas palabras les llegan, sepan que Israel ha logrado matarme y silenciar mi voz. Al principio, paz, misericordia y bendiciones de Dios para ustedes.
Dios sabe que he puesto todo mi esfuerzo y fuerza para ser un apoyo y una voz para mi pueblo, desde que abrí los ojos a la vida en los callejones y barrios del campamento de refugiados de Jabalia, y mi esperanza era que Dios prolongara mi vida para regresar con mi familia y seres queridos a nuestra ciudad original Ascalón ocupada Al-Majdal, pero la voluntad de Dios fue más rápida y su juicio es irrevocable.
He vivido el dolor en todos sus detalles, he probado el sufrimiento y la pérdida muchas veces, y a pesar de eso nunca he dejado de transmitir la verdad tal como es, sin falsificación ni distorsión, esperando que Dios sea testigo de quienes guardaron silencio, de quienes aceptaron nuestro asesinato, de quienes sitiaron nuestro aliento y no movieron en sus corazones los restos de nuestros niños y mujeres, ni detuvieron la masacre que nuestro pueblo sufre desde hace más de un año y medio.
Les encomiendo Palestina, la joya de la corona de los musulmanes, y el latido del corazón de todo hombre libre en este mundo.
Les encomiendo a su gente, y a sus niños inocentes y oprimidos, que no tuvieron tiempo de soñar ni vivir en seguridad y paz, porque sus cuerpos puros fueron aplastados por miles de toneladas de bombas y misiles israelíes, destrozados y sus restos esparcidos por las paredes.
Les encomiendo que no permitan que las cadenas los silencien, ni que las fronteras los detengan, y sean puentes hacia la liberación de la tierra y de la gente, hasta que el sol de la dignidad y la libertad brille sobre nuestra tierra usurpada.
Les encomiendo a mi familia con lo mejor, les encomiendo a la luz de mis ojos, mi querida hija Sham, a quien los días no me permitieron ver crecer como soñaba.
Y les encomiendo a mi querido hijo Salah, a quien deseaba ser un apoyo y compañero de camino hasta que se fortaleciera, para que cargara mi preocupación y continuara el mensaje.
Caricatura de Alfredo Garzón, aparecida en el diario El Espectador.
Les encomiendo a mi amada madre, cuya bendición y oración me llevaron a donde estoy, y sus oraciones fueron mi fortaleza y su luz mi camino. Pido a Dios que le dé consuelo y la recompense con lo mejor por mí.
También les encomiendo a mi compañera de vida, mi amada esposa Umm Salah Bayan, a quien la guerra nos separó por largos días y meses, pero ella permaneció fiel, firme como un tronco de olivo que no se dobla, paciente y confiada, llevando la responsabilidad en mi ausencia con toda fuerza y fe.
Les encomiendo que se unan a su alrededor y sean su apoyo después de Dios Todopoderoso.
Si muero, moriré firme en el principio, y doy testimonio a Dios que estoy satisfecho con su decreto, creyente en su encuentro, y seguro de que lo que hay con Dios es mejor y más duradero.
Oh Dios, acéptame entre los mártires, perdóname mis pecados pasados y futuros, y haz que mi sangre sea una luz que ilumine el camino hacia la libertad para mi pueblo y mi familia.
Perdónenme si he fallado, y recen por mí con misericordia, porque he cumplido el pacto, sin cambiar ni alterar.
No olviden Gaza…Y no me olviden en sus oraciones sinceras por perdón y aceptación”.
Al enterarme de la reunión de Iván Duque con Netanyahu, pensé en la mucha gente prestante que debió estar feliz saliendo en fotos con Hitler.
Aunque una primera plana no puede juntar los pedazos de un mundo descuadernado, es una poderosa constancia que dará cuenta del horror que están causando aquellos que hoy escriben la historia con la sangre ajena. Naciones Unidas declaró oficialmente la hambruna en Gaza, tras advirtir que 500.000 personas (¡medio millón de seres humanos!) están en riesgo de morir por inanición.
Al enterarme de la reunión de dos colombianos, el expresidente Iván Duque y el empresario Gabriel Gilinski, con Benjamín Netanyahu, pensé en la mucha gente prestante que debió estar feliz de fotografiarse en su tiempo con Hitler. Porque para mí no hay diferencias entre el genocidio de ayer y el genocidio que se comete hoy, o los genocidios que falten.
Sobre el señor Gilinski sólo diré que cualquier judío, con un mínimo de empatía ante la historia, debería estar en capacidad de conectar el sufrimiento del pasado con el sufrimiento presente, más allá de lo que dicten las religiones, que en los tiempos modernos parecen inmunes ante el salvajismo.
Debemos seguir preguntando lo mismo: ¿Qué podemos hacer para detener el exterminio del pueblo palestino? Hombres, mujeres y niños están muriendo a causa de tres violencias: la violencia de las balas y las bombas, la violencia del hambre, y la violencia que produce nuestra indiferencia. Creo que el pueblo israelí, aquel que eligió a los verdugos en las urnas, tiene la obligación moral de detener la barbarie, porque muchos de ellos, siendo judíos, conocen el dolor que padecieron los suyos en el pasado.
Quedarse callado ante la crueldad humana nos pone del lado incorrecto de la historia.
Alexander Velásquez
Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha escrito para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana (la antigua); El Tiempo y Kienyke. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Autor de la novela “La mujer que debía morir el sábado por la tarde”. El nombre de este blog, Cura de reposo, se me ocurrió leyendo “La montaña mágica”, esa gran novela de Thomas Mann.
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