Podríamos enlistar todos los adjetivos que definen a Donald Trump: mitómano, aporofóbico, misógino, racista, clasista, xenófobo, gruñón, ricachón, presidente cascarrabias y los que el lector a su buen juicio quiera agregar. Una réplica en carne y hueso de un personaje muy famoso por estas fechas: Ebenezer Scrooge.
Johnny Depp da vida al señor Ebenezer Scrooge en la película A Christmas Carol. La foto de Donald Trump fue tomada de un video de sus redes sociales.
El escritor Tony Schwartz hizo un análisis psiquiátrico del presidente Donald Trump: “Hay siete características asociadas al “trastorno antisocial de la personalidad” (…): engaño, impulsividad, incumplimiento de las normas sociales respecto a comportamientos lícitos, irritabilidad y agresividad, desprecio temerario por la seguridad de uno mismo o de los demás, irresponsabilidad constante y falta de remordimiento. He observado las siete características en Trump a lo largo de los años (…)Es la última —la falta de remordimiento— la que le permite ejercer libremente las otras seis”. (The New York Times).
¿Donald Trump llora? Tengo esa curiosidad. ¿Es Trump el hombre más odiado del planeta? Tengo esa otra curiosidad.
Lo que vemos de labios y puertas hacia afuera es que Trump es un tipo insensible que ama el dinero más que a sí mismo. ¿Ama a Dios? Tal vez lo ame sobre todas las cosas menos los billetes verdes.
Trump amenaza, intimida, pordebajea. ¿Cómo se dice matoncito en inglés? ¿Bully?
Hoy por hoy es una de los seres más aborrecidos del planeta y sus alrededores. En la prensa y en las redes sociales se dicen cosas terribles de él. Tan terribles que más que el personaje del año es el personajillo del año. El villano de esta película llamada realidad.
Si Donald Trump fuera el personaje de un cuento perfectamente sería el viejo Ebenezer Scrooge por la edad, la avaricia y su carácter neurótico. Scrooge es el señor patológicamente tacaño de Un cuento de Navidad, del gran Charles Dickens.
Trump es un hombre de corazón duro no solo con los migrantes, -pero especialmente con ellos-, sino con sus paisanos, pues crece el número de estadounidenses que buscan el sueño americano fuera de su país, a juzgar por este artículo de The New Yorker.
Dickens describe así al señor Scrooge: «El frío de su interior le helaba las viejas facciones: le amorataba la nariz afilada, le arrugaba las mejillas, le entorpecía la marcha, le enrojecía los ojos, le ponía azules los delgados labios; hablaba astutamente y con voz áspera».
Donald Trump se pone anaranjado de la rabia y escupe esa rabia a través de los mensajes en su propia red social, Truth. Sobre la reportera Katie Rogers, del The New York Times, dijo que es “fea por dentro y por fuera”. Es claro que el señor no se ha visto en un espejo. Pero quizás no sea un hombre vulgar sino con talento para las malas palabras.
A Costa-Gavras, el director de cine franco-griego, le preguntaron si Trump no merecía una película suya. Esto le respondió a El País:“… es un ejemplo de la banalidad del mal llevada al máximo. Pero resulta demasiado atroz, demasiado inverosímil, como para dedicarle una película. Ni siquiera existe la posibilidad de parodiarlo, porque él ya se parodia a sí mismo”.
A veces, solo a veces, tengo la impresión de que Donald Trump morirá antes de que termine su mandato. Su rostro avinagrado parece el de una persona triste o incompleta. El niño interior que no ha sanado.
¿Está enfermo? Mucho se ha especulado sobre su salud. Sólo su médico lo sabrá. El periódico The New York Times insinúa que se duerme en las reuniones de gabinete. “A lo largo de dos horas y 18 minutos, el presidente, que tiene 79 años, en ocasiones pareció esforzarse por mantener los ojos abiertos mientras los funcionarios del gabinete recorrían la sala describiendo su trabajo y deshaciéndose en elogios hacia él”, escribió el reportero Zolan Kanno-Young.
“… creo que soy más listo que hace 25 años”, se defendió el todopoderoso Trump de sus críticos.
La astucia de la que se ufana ha cobrado la vida de personas inocentes, como los lancheros venezolanos y colombianos, que han muerto en aguas del Caribe acusados de narcotráfico, sin derecho a un juicio, violando el Derecho Internacional Humanitario. Son ejecuciones extrajudiciales.
La guerra de Trump contra los supuestos narcos “tiene implicaciones profundas para el orden jurídico internacional, los derechos humanos y la estabilidad territorial en América Latina, sin que exista certeza alguna de que logrará frenar el flujo de drogas hacia Estados Unidos”, analiza el diario global El País.
A Trump ciertas vidas humanas parecen importarle un pito. Su desprecio ha quedado retratado en frases como esta: “Son basura”, refiriéndose a los migrantes somalíes.
Escribe la BBC: “Trump dijo que Estados Unidos iría ´por mal camino si seguimos acogiendo basura en nuestro país´”.
“Todo viajero tiene un hogar, no importa dónde”, escribió Charles Dickens, autor de Un cuento de Navidad.
Hay quienes creen que el presidente de los Estados Unidos necesita una revisión psiquiátrica urgente; yo también lo creo.
Trump tiene las características del misántropo, lo mismo que el viejo Scrooge: esa persona con aversión hacia los seres humanos. Quizás hasta esté convencido de que hay razas inferiores.
De Somalia dijo que “apenas es un país, ya saben, no tienen…, no tienen nada. Solo se dedican a matarse unos a otros. No hay estructura”.
“Ya nadie puede sorprenderse con Trump. Suelta tantas cosas escandalosas, crueles, inexactas o conspiranoicas que da igual. Solo contribuyen a aumentar su atractivo entre los suyos”: David Remnick, director de ‘The New Yorker’: (Diario El País, junio de 2024)
Plata llama plata
Si usted tiene un millón de dólares se puede quedar en Estados Unidos; si no, se puede devolver por donde vino. Esa es la suma que Trump cobrará a quienes quieran obtener residencia y ciudadanía a través de la tarjeta Gold Card. Hábil para los negocios, debe traerse algo entre manos.
La pregunta es: Si solamente se quedan los ultrarricos, ¿Quiénes trabajarán para ellos? ¿Los gringos?
El viejo Scrooge es banquero o prestamista, no se sabe muy bien. En todo caso, es un hombre cercado por su propia avaricia, con un trato tiránico hacia sus empleados, ama la plata hasta la obsesión, de la misma manera que Donald Trump, como empresario, ha dedicado su vida a amasar lujo y fortuna, con un odio casi visceral hacia los pobres en la figura de los inmigrantes.
Scrooge cree que el mundo sería mejor si los pobres estuvieran muertos. Me gustaría preguntarle al presidente de los Estados Unidos si él piensa lo mismo.
Cero empático y compasivo, Donald Trump no llora, factura. Incluso, está facturando como presidente a través de las demandas que impone por medio de sus abogados contra aquellos que lo cuestionan, contradicen o interpelan.
En septiembre de este año, CNN informó: “YouTube acordó pagar US $24,5 millones para resolver una demanda presentada por el presidente Donald Trump después de que las plataformas de redes sociales lo suspendieran tras la insurrección del 6 de enero de 2021”.
En octubre, The New York Times tituló: “Trump exigirá 230 millones de dólares al Departamento de Justicia por los casos en su contra”.
A comienzos de 2025 causó revuelo la noticia de que Trump estaría pensando en convertir la franja de Gaza en una especie de Riviera francesa con lujosos hoteles con vista al mar, que así lo reportó Euronews.
La noticia no tendría nada de escandaloso de no ser porque esa región del Medio Oriente quedó convertida en cementerio, con cerca de 70 mil palestinos muertos, como consecuencia de los ataques ordenados por Benjamín Netanyahu, primer ministro Israelí. Pero Trump es ante todo un constructor que ve enorme riqueza envuelta entre paredes y hormigón. Casi tocó el cielo con la Torre Trump en Nueva York además de hoteles, casino, limusina, helicóptero, yate y avión privado… Como en el cuento de La pobre viejecita, tiene de qué presumir.
Imagen toma de la cuenta oficial de Donald Trump en la red social Truth.
Donald Trump debe ser consciente de los pocos años de vida que le quedan, y es casi seguro que el tiempo que le resta como gobernante de la llamada “primera potencia del mundo” lo usará en beneficio de su propio emporio y legado.
Para entender su amor obsesivo por la money cash es menester leer el libro “El arte de la negociación”, que escribió para él un escritor fantasma, Tony Schwartz, que luego se declaró arrepentido. “… un libro que hoy considero una obra de ficción involuntaria”, escribió Schwartz en este ensayo para The New York Times en 2024.
Escribe Schwartz: “Fred, el padre de Trump, desdeñaba abiertamente cualquier admisión o expresión de debilidad o vulnerabilidad”.
El escritor no solo descubrió que Trump mentía sin asomo de remordimiento, sino que tenía la necesidad de llamar la atención. “Bajo sus fanfarronadas y sus alardes, me pareció una de las personas más inseguras que he conocido —y una de las menos conscientes de sí mismas”, escribe.
Dice también que Trump creció sin amor, que debió esforzarse por obtener la aprobación de su padre, “y evitar su ira”. Ahora el mundo tiene que aprender a defenderse de la ira de un Trump que, así parece, no logró resolver los traumas de su infancia. Y los demás están pagando los platos rotos.
Trump y el viejo Scrooge se parecen mucho. Es posible que la opulencia del uno y del otro sirva como escudo de una personalidad narcisista y autoritaria para esconder algún terrible complejo de inferioridad… sin ánimo de ofender.
Ojalá los fantasmas de la Navidad lleguen este año a la Casa Blanca y toquen el corazón insensible del presidente #47, que ya fue ya el #45, antes de que el mundo se vaya al traste.
En 2026 Colombia celebrará sus elecciones libres. Pero no serán libres si un octogenario Trump mete sus narices. Lleva tiempo amedrentando. Dijo que después de Venezuela, el siguiente país en la mira es Colombia por inundar de droga a los Estados Unidos. De donde vengo yo hay un dicho: “Perro viejo late echado”. Por ahora prefiero al viejo Ebenezer Scrooge porque incluso alguien miserable como él al final desarma su corazón y consigue redimirse.
Alexander Velásquez
Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha escrito para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana (la antigua); El Tiempo y Kienyke. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Autor de la novela “La mujer que debía morir el sábado por la tarde”. El nombre de este blog, Cura de reposo, se me ocurrió leyendo “La montaña mágica”, esa gran novela de Thomas Mann.
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