Dulce Jesús mío, mi niño adorado, mejor procura no nacer por estos lados.
Dulce Jesús mío, mi niño adorado, mejor procura no nacer por estos lados.
Imágenes generadas por IA (inteligencia artificial).
Advertencia: Estos relatos pueden herir la sensibilidad de creyentes católicos o cristianos.
I
Reyes sin cinco
Desde el Medio Oriente, María y José llegaron a Colombia como refugiados para poner a salvo al Niño Dios, tras huir de los ataques crueles de Israel contra Palestina. La Virgen rompió fuente al ver lo cochina que estaba la capital, sin contar que el miedo a volar en avión aceleró sus contracciones, por lo que no fue necesario aplicarle Pitocin.
Los reyes magos realizaron un largo trayecto a pie para ver a la criatura, pues los taxistas amarillos andaban en paro, como cosa rara, para exigir prima navideña anticipada. La contaminación de la ciudad ocultó la estrella que los guaría esa noche y por tal razón se les hizo tarde. Contrario a lo que todos pensábamos, los tres reyes magos se presentaron al baby shower con las manos vacías.
—Nos perdimos las ofertas del Black Friday, se lamentó Baltasar, a quien por el tono de su piel no se le notó que estaba colorado hasta las orejas.
En esas, Gaspar cuchicheó con Melchor, sin disimular la preocupación. —¡También ha nacido Judas! La noticia ya se hizo viral en Twitter, susurró.
—Querrás decir en X, lo corrigió José.
—Querrán decir en Bluesky, que es la red social de moda, pues todo el mundo está abandonando la plataforma X por tóxica desde que la compró Elon Musk, interrumpió Baltasar.
María, con un sexto sentido celestial, indagó intrigada: —¿Y quién ese niño Judas, por qué es tan importante?
Apesadumbrados, los reyes magos pusieron caras largas; luego de un silencio eterno, por fin Melchor tranquilizó a la Virgen con una palmadita en el hombro: —No tienes de qué preocuparte, María, le mintió piadosamente.
—No por ahora, añadió Gaspar dulcemente, mientras le hacia el primer TikTok a al divino baby para informar al mundo la buena nueva: “¡El Niño Dios ha nacido en Colomba!”.
II
Generación Alfa
José estaba solo en la carpintería. María apareció vistiendo una gruesa ruana y cargando en tiestos las onces, justo a las 11:00 de la mañana, según observó en su reloj inteligente. Le llevaba agua de panela caliente con almojábana y queso, pues eran días de aguaceros bíblicos en Bogotá y hacía un frío de los mil demonios.
Después de saludarla de beso en la frente, le preguntó enfadado:
—¿Por qué viniste sola? Aquí hay mucho qué hacer. ¿Dónde está Jesús?
—¡Ese muchacho está muy rebelde, José! Se la pasa escuchando reggaetón. ¡Ya ni para hacer los mandados quiere servir! ¡No sé qué vamos a hacer con él!
—Lo que necesita es un par de fuetazos, ripostó José. ¡Y nada de teléfono celular durante dos semanas!
—No hay que ser extremistas, porque después nos echan la policía, hay que llenarse de paciencia con esta generación Alfa, intercedió María en favor de su hijo, como lo haría cualquier madre amorosa y alcahueta.
Y prosiguió, queriendo abstraerlo de su furia:
—Más bien dime para qué soy buena, esposo mío.
José soltó un largo y resignado suspiro, acomodando la madera al lado del serrucho. —Debo terminar estas tres cruces, es un pedido que hicieron los romanos para Semana Santa.
III
El Niño Dios entre leguleyos
Jesús, que tenía 12 años, llevaba tres días perdido en Bogotá y por las redes sociales circularon anuncios para dar con su paradero. Resulta que el Niño entró al templo más antiguo de Bogotá para conversar con los doctores de la Ley; es decir, los maestros expertos en burlar las leyes colombianas.
Haciendo coquitos, vio que los doctores hablaban precisamente sobre cómo salvar a sus apoderados de la cárcel por la vía del vencimiento de términos. Jesús se mezcló entre aquellos y los sorprendió tanto con su sabiduría que hasta llegaron a pensar que se trataba del mismísimo Mesías, pero no porque para ellos el verdadero Mesías era un expresidente en líos con la justicia, acusado de soborno y fraude procesal, al que le gustaba trabajar, trabajar y trabajar, mientras a ellos, los leguleyos, les encantaba dilatar, dilatar y dilatar los procesos.
Entonces, Jesús contó la parábola del hombre asaltado por bandidos y le preguntó a un doctor de la Ley quién era el prójimo del hombre. El abogado respondió que era el que tuvo compasión del hombre, y Jesús le dijo que debía hacer lo mismo.
—El hombre es la sociedad y ustedes son los bandidos, les recriminó con severidad.
Nos abstenemos de revelar los nombres de los abogados para evitarnos una demanda de sus respectivos bufetes.
En ese momento, apenadísimos, aparecieron José y María, que llevaban tres días buscando a su pequeño.
—Perdonen los doctorcitos las impertinencias de mi muchacho, dijo una humilde María, sacando al Niño a empellones del templo, y exponiéndose a una demanda ante el ICBF por maltrato infantil, porque en Colombia la ley es para los de ruana… y recuerden que María ya había comprado la suya de lana virgen.
IV
¡Milagro en las encuestas!
Jesús demostró su poder divino haciendo milagros ante los incrédulos, como caminar sobre las aguas de la ciudad inundada, multiplicar los peces del río Bogotá después de descontaminarlo, sanar a los enfermos antes de que las EPS los dejaran morir, e incluso revivir a Sergio Fajardo en las encuestas presidenciales, como hizo una vez con Lázaro.
Encuesta Colombia Opina elaborada por Invamer para Blu Radio y Noticias Caracol.
Cuando los médicos tocaron a Fajardo en la frente, se dieron cuenta de que seguía tibio. ¡Milagro! ¡Había resucitado de entre los muertos… políticos!
Sin embargo, esa mañana fue diferente y las cosas salieron al revés. Los discípulos imploraban desde muy temprano para que Jesús multiplicara los panes, porque en la panadería de la esquina no quisieron fiarles más mogollas ni liberales.
V
Cueva de ladrones
Jesús merodeaba por las oficinas de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, UNGRD. Entró y echó del lugar a todos los que compraban (conciencias) y vendían carrotanques para llevar agua a La Guajira. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas de la paz total. Cuando apresaban a unos hombres por orden de la Fiscalía, antes de retirarse, hecho un tití, pronunció estas palabras: “Escrito está —dijo—: “Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.
VI
Un traidor en la última cena
Desde la noche anterior Jesús se había mostrado, ansioso, incómodo, disgustado, tanto que prefirió alejarse para meditar. Durante la última cena soltó una verdad que se le había atragantado: Tomó un trozo de pan y haciendo de tripas corazón, soltó la bomba: “Uno de ustedes va a traicionarme”.
—¡Es Judas, maestro!, se apresuró a responder Juan.
Jesús se quedó mirando al discípulo amado y lo reprendió delante de todos: —¡Por qué haces spoiler, Juan!
VII
Las manos sucias
Poncio Pilatos no quería que la Historia lo tratara como el villano que ordenó crucificar a Jesús, así que corrió de prisa a lavarse las manos. Pero fue muy de malas, porque ese día el alcalde de Bogotá había decretado racionamiento de agua en la localidad de Mártires, donde los ciudadanos debían escoger a quién indultarían entre el “Rey de los judíos” y Barrabás.
VIII
Día de inocentes macabro
El rey Herodes el Grande ordenó matar a todo niño menor de dos años que habitare en Bogotá y sus alrededores, con el único fin de quitar del camino al enviado de Dios.
Pero un ángel se le apareció en sueños a José y le ordenó: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye al barrio Egipto; quédate allí hasta que te avise, porque los esbirros de Herodes van a buscar al niño para matarlo”.
Muchos años atrás, habían asesinado a 6.402 jóvenes inocentes, haciéndolos pasar por guerrilleros. Los mal llamado falsos positivos fueron ejecuciones extrajudiciales, una macabra inocentada del ejército colombiano en tiempos de Herodes el Pequeño, a cambio de recompensas para los militares que cometieron tales crímenes, sin que hasta la fecha se sepa quién dio la orden desde arriba (y por arriba no nos referimos al cielo).
José hizo caso. Los tres abordaron la ruta F23 de Transmilenio que los dejó en la estación Museo del Oro. De ahí echaron quimba hasta el barrio Egipto. Se hizo de noche. Las calles estaban desoladas por la inseguridad. Nadie quiso abrirles la puerta. Ignoraban que aquel Niño era el Salvador del mundo. Bogotá seguiría siendo una ciudad indolente con los menesterosos y todavía más con los forasteros, a no ser que trajeran dinero en sus bolsillos.
Tullidos de frío, con hambre y sed, derrotados por la apatía de los que se hacían llamar cristianos, turnándose para cargar al Niño siguieron caminando a tientas por la Avenida Circunvalar hasta el Parque Nacional, creyendo vanamente que ahí podrían acampar. No sabían que el burgomaestre, hijo del mártir Luis Carlos Galán, había cerrado el parque para impedir que unos dos mil indígenas de la comunidad Emberá de Risaralda levantaran sus albergues allí, como lo habían hecho meses atrás otras familias indígenas para reclamar sus derechos. Vinieron a denunciar la presencia de grupos armados en sus territorios ancestrales y otras violaciones a los derechos humanos. El gobierno los escuchó y prometió solucionar sus demandas.
El Niño Dios comparte el mismo destino trágico de miles de niños colombianos: todos son víctimas del desplazamiento forzado por culpa de la violencia.
(Otra historia sin FIN)
(…)
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