Hablar mal del presidente está dando resultados: su imagen favorable subió cinco puntos esta semana, según Invamer Poll.

Me intriga saber de dónde nace la rabia del doctor Jorge Robledo contra Gustavo Petro. Algo terrible debió pasar entre ellos. Algo que ninguno de los dos ha contado. Y si no pasó nada, ¿de dónde tanta patada de ahogado?, ¿por qué descalificarlo de día y de noche sin concederle nada?

Pienso en lo que dijo Manuel Vilas, adaptándolo a nuestra muy colombiana manera de ser, que consiste en no dejar a los demás ser.

El doctor Robledo acaba de sacar un libro, Sin pelos en la lengua, (¡tan original el título!), dándole más relevancia a Gustavo Petro que a su propia figura y obra. Lo subtitula “Mi vida y mis luchas”, pero parece la continuación de su vida y sus luchas en X contra Petro. En esa red social donde mastica vidrio contra el otro sin pausa.

Curioso por naturaleza, pasé por una librería del centro solo para ojearlo, sin que la señorita me viera. No me equivoqué. Toda la segunda parte (capítulos 14, 15, 16, 17 y 18) se la dedica a Gustavo Petro, y no contento, en el capítulo 7 de la primera parte vuelve contra él. Demasiado evidente la obsesión. Si hay una segunda edición, quizás convenza a los editores de disimular esa bronca adherida al corazón como colesterol.

En una autobiografía el bombo es para uno, digo yo, ¿no? A nadie le importan ya las peleas entre Bolívar y Santander, del mismo modo que en 10 o 20 años nadie se acordará del encono de Jorge Robledo contra Gustavo Petro, y quizás tampoco de los libros que ambos escribieron… más “por sus obras los conoceréis”.

Y aquí salta la única verdad en medio de esta pelea: sin título nobiliario, Gustavo Petro llegó donde otros no pudieron llegar, al Palacio Liévano primero y al Palacio de Nariño después. Él pasará a la historia como presidente de la República y alcalde de Bogotá, y Robledo como el candidato que quiso pero no pudo. Petro hará historia como el exguerrillero que comandó a una nación, y el doctor Robledo podría modular su histeria, disimular la amargura del político en el ocaso, al que después del 2026 no le dirán “señor expresidente”. Se pueden estar dando la mano con Germán Vargas Lleras.

Lo dijo Alfredo Molano Jimeno en Cambio: “La amarga despedida de Jorge Robledo de la política electoral”, recordándonos que en las elecciones del 2023 para la Alcaldía de Bogotá, “apenas 34.000 personas apoyaron al locuaz dirigente de izquierda que estaba acostumbrado a recibir un multitudinario respaldo ciudadano”.

En otro artículo, La Silla Vacía nos recuerda que se fue del Polo y fundó el Partido Dignidad, tan digno que se unió a personas de la Derecha para conformar la Coalición Verde Esperanza. Sometió su nombre como candidato presidencial en 2022 y quedó de último con 161.176 votos. Para qué decir que Petro les ganó a todos.

Nos consta que hizo mucho como senador, el país reconoce sus aportes, las altas votaciones que obtuvo como congresista y los tremendos debates, como el de los sobornos de Odebrecht, así ningún pez gordo esté en prisión. 

De igual forma, el país sabe que como congresista Gustavo Petro se jugó la vida denunciando a gente peligrosa, inclusive durmiendo con el enemigo dentro del Congreso. Muchos parapolíticos terminaron encanados.  

Pasarán décadas para que volvamos a ver en el Capitolio Nacional gente valiente y juiciosa, como ellos dos, que justificaron con creces cada peso que pagamos los contribuyentes. La Izquierda ha aportado bastante verdad a la Historia reciente. Punto.

Admiro la sensatez del doctor Robledo: “No habrá otra aspiración de Jorge Enrique Robledo a la Presidencia”, dijo en La FM.

¡Bravo! Después de ¡medio siglo! de activismo político, hay que dejar a las nuevas generaciones brillar. Si yo tuviera 74 años, estaría disfrutando de esa jugosa pensión, rodeado de los nietos y la familia, porque –y esta es otra verdad- cuando nos vayamos, la vida seguirá sin nosotros. La cuestión de fondo es ésta: ¿Cómo quiere uno que lo recuerden… eso que con tanta pomposidad llaman legado?

El sociólogo Eduardo Pizarro Leongómez se pregunta si los expresidentes son “muebles viejos e inservibles”, y en su ensayo plantea un camino para ponerlos donde menos estorben; la frase debería aplicar también para los políticos que van de salida.

“Los expresidentes deberían hoy en Colombia jugar un papel más constructivo y, como los viejos sabios de la tribu, contribuir a encontrarle una salida al país en esta difícil encrucijada”. 

Sobre esas palabras, y no sobre las que siguen, se podría construir un legado auténtico, pero se requieren espíritus sosegados para eso.

Autopsia a un libro

Semana, la publicación que se deleita replicando cualquier cosa que sirva para menospreciar al presidente, escogió del libro Sin pelos en la lengua 10 frases demoledoras contra Petro”, que en realidad son nueve. Como diría mi abuela, se juntaron el hambre con las ganas de comer. Haré un breve comentario.

En el pasado fuimos gobernados nada más que por santas palomas, ¡cómo es que no los han canonizado! Pongamos de ejemplo a Álvaro Uribe Vélez, hoy en juicio por los presuntos delitos de fraude procesal y soborno en actuación penal (manipulación de testigos, tan pariente esa palabreja del verbo engañar). Tenga la certeza de que si Uribe es hallado culpable, habrá encontrado a uno con capacidad para engatusar.

En Colombia sólo ha habido un mesías verdadero. Tan mesías que resucitó para un segundo periodo (ni su bancada, doctor Robledo, pudo atajar el articulito de la reelección); tan Mesías que su hermano Santiago Uribe sigue pendiente de sentencia por paramilitarismo, acusado de patrocinar a El clan de los doce apóstoles”, como lo contó la periodista Olga Behar en su libro, y tan Mesías que tenemos el Credo en la boca, pendientes de si lo crucifican o no. Por los clavos de Cristo, ¿usted quiere/cree que lo condenen, doctor Robledo?

Implícitamente reconoce que, aunque muy pocos, Petro ha tenido aciertos. Sumercé, que ha visto pasar a por lo menos dieciséis presidentes, díganos cuál sí gobernó con sobradez y tino, y sin una oposición (incluida la suya), haciéndole la vida de cuadritos.

Le molestó el episodio de la espada de Bolívar al que llamó sainete. Si el presidente hubiese sido usted, en lugar de invocar a Bolívar, con seguridad habría acudido a Mao Tse-Tung para recordar sus orígenes y orgullosa militancia en el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR, que al final murió (para dar paso al partido Dignidad, cuyos principales dirigentes son Robledo y Aurelio Suarez), como tantos movimientos políticos que en este país nacen, se reproducen (con otros partidos) y desaparecen (a la Nueva Fuerza Democrática de Andrés Pastrana le acaban de quitar la personería jurídica).

La política es de símbolos; como político, eso lo sabe usted. Al final hay un hecho incontrovertible, otra verdad irrefutable: una de estas dos banderas ondeó y la otra permanece ignorada en cualquier cuarto de San Alejo, metáfora del olvido que seremos todos.

“…como autor del término, he explicado que este se refiere a los parapolíticos uribistas y no a todos los partidarios del Presidente. Por ejemplo, mi madre fue uribista, más no parauribista. Y la palabra tiene el respaldo de las cifras: los nueve congresistas presos son uribistas. 17 de los 19 parlamentarios en capilla son uribistas. Casi todos los firmantes del pacto de Santa Fe de Ralito son uribistas. Es uribista el ex director del DAS. Y más del 90 por ciento de los 83 parlamentarios mencionados por el estudio de la fundación Arco Iris sobre los parapolíticos es uribista”

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Su libro tiene 382 páginas y 40 están dedicadas a Gustavo Petro. Así que espacio tenía de sobra (342 páginas más) para comentar todos los disparates, errores graves y traiciones. Me pregunto si el propósito de darle vitrina a Petro era garantizar la venta del libro, porque ciertos medios compran peleas ajenas para tentar al algoritmo. La prueba es el artículo de Semana que comento.

Valiente gracia despotricar, más en las redes sociales desde donde es fácil tirar la piedra y esconder la mano, sin que le pongan el ojo negro a uno. Lo difícil, doctor, es el virtuosismo. Platón fue el que dijo: “El deber del político es luchar para que sus ciudadanos sean más virtuosos”. No aspiremos a tanto: en estos tiempos, por andar trinando, increpándose mutuamente, los políticos no tienen tiempo para ser buen ejemplo de nada.

Nadie se comerá el cuento de que usted le auguraba nada bueno a este gobierno; al contrario, lo puedo imaginar celebrando, como celebra Polo Polo y compañía cada revés del presidente, regodeándose con la Derecha, que en el colmo del cinismo espera que el país se vaya de bruces para darse la razón en pos del trono.

El problema es que la Derecha quiere que un presidente de Izquierda gobierne como si fuera de Derecha. No va a pasar y les tomará dos años más entenderlo… O quizás más, lo que diga el oráculo.

Usted se juntó con la Derecha para dárselas de Centro (porque así de dinámica es la política), a ver qué pescaba y no pescó ni ballenas en el Chocó, como el doctor Sergio Fajardo. Un día podríamos hablar de ese pragmatismo oportunista: el de correrse hacia el Centro cada cuatro años (la estrategia del hágase pallasito) para mostrarse más dignos y decentes que los demás. En las elecciones de 2022 se llamaron Coalición Centro Esperanza (Robledo, Alejandro Gaviria, Carlos Amaya, Sergio Fajardo y Juan Manuel Galán), en la cual hubo implosión por exceso de egos. ¡Qué sencillo es inmolarse en la hoguera de las vanidades!

Hay que reconocer, eso sí, que la respuesta más inteligente de un candidato en campaña, la dio usted, doctor Robledo, cuando le preguntaron si no estaba muy viejo para gobernar a Bogotá: “Yo les diría que tienen razón en esa apreciación si me estuvieran buscando para subir una nevera a un quinto piso, yo tengo todo mi vigor, mi capacidad intelectual, mi capacidad de trabajo y estoy haciendo una campaña al mismo ritmo que ustedes”.

Veo el video y me sigo riendo. Todos los políticos deberían reclutar cómicos para sus discursos, incluso para escribir libros; así, la política resultaría menos acartonada y no tan predecible como sus memorias, una a-versión minúscula del libro del desasosiego (perdonará el gran Pessoa), con más espacio para el resentimiento que para la esperanza (y no hablo ya de la Coalición Verde Esperanza).

Se aterra sabiendo que en campaña el candidato prometió “el cese de la contratación de exploración de petróleo en Colombia”, como lo reseñó Portafolio. ¿Al fin qué: que los políticos cumplan lo que prometen o no?

Insinúa que Petro quiere “espantar a los inversionistas para darle gusto a su desviación izquierdista”, ¿Desviación izquierdista? Me acordé de la senadora María Fernanda Cabal, que cuando se le da la gana los llama izquierdópatas, y del abogado Abelardo de la Espriella que los tilda de “zurdos sarnosos”. La ideología del insulto es la moda, aquello que define a la clase política actual. Es como llamarlos enfermos o humanos con sarna, ninguna diferencia con ese lenguaje pusilánime que se transformó en lápida para los miembros de la Unión Patriótica.  No hay respeto por el otro, ni quien lo exija. Reina la anarquía verbal en Colombia. En un país en conflicto, las palabras envenenadas son cuchillo para las gargantas. Nada aprendimos de un genocidio.

¿Cuál es esa fórmula mágica para que de un pupitrazo el salario mínimo pase de $1.300.000 a $2.337.993, que es el resultado que obtuve al convertir dólares (US$6.657) a pesos colombianos? Magnífica idea para dársela a los empresarios, a ver si se ríen como con el chiste de la nevera. Doctor, en este país los ricos también lloran. Dese cuenta: el Congreso aprobó la Reforma Laboral de Petro pero eliminó el contrato agropecuario que buscaba formalizar a millones de campesinos. Lo más seguro es que la sigan trasquilando en el Senado. Si los ricos no lloran, sus bolsillos se vacían. ¿Y los campesinos? ¡Pues que se sacrifiquen por la Patria y al destajo!

Lo que son las cosas: la congresista Jennifer Pedraza, del partido Dignidad, creado por usted, se opuso al contrato a término fijo para los trabajadores del sector rural.  ¿Dónde quedarían enterradas las ganas de hacer la “Revolución Agraria” de la que tanto hablaba el MOIR? Para quien se gana 48 paquetes al mes, un salario mínimo con prestaciones sociales es un hecho indignante; esa es la Derecha que, sin gobernar, decide desde una curul quién puede comer más y quién comer menos.

Me asombra que se asombre. La manipulación es inherente a la política. Nadie llega al poder con camándula en mano. Lo sabía Maquiavelo hace 500 años, que les enseñó a los políticos que las personas deben aprender a no ser buenas. Vea estas frases que encontré en Las 48 leyes del poder, libro de cabecera del expresidente Uribe, según dijo una vez Paola Ochoa:

Mi cabeza explotó. Razón de más para que los ciudadanos aprendamos a no fiarnos de los políticos. De ninguno, doctor.

No existe un cielo para ustedes y, por lo mismo tanto, tampoco creo que les importe ganárselo aquí en la Tierra. Lo que sí sé es que su antagonismo le hace más daño a la Izquierda que al propio presidente. Se lleva por delante mucho de aquello en lo que supuestamente cree. 

Ya para soltarlo, si me lo concede, sólo tengo una pregunta: ¿Por qué odia tanto a Petro, doctor Jorge Enrique Robledo Castillo? Cuente con este espacio para su respuesta.

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