Donde antes daban plomo, hoy dan café… ¡y café del bueno!
A pesar de que más de 500 firmantes de paz han sido asesinados desde la firma del Acuerdo con las FARC, los excombatientes trabajan de la mano con las víctimas, campesinos e indígenas para poner en la mesa de los colombianos un café de alta calidad. Sueñan con venderlo en otros países.
“Si quieres hacer la paz con tu enemigo, debes trabajar con él”. Nelson Mandela (1918-2013), líder surafricano.
Me tomé varios tintos con los firmantes de paz en El Líbano, Tolima, a dos horas de Ibagué. Me los quedo viendo y me doy cuenta de que son tan humanos como quien esto escribe. Tienen ilusiones y tristezas. Tienen un pasado pero abrazan con fuerza el futuro para conjurar los fantasmas de la guerra. En el brillo de sus miradas descansa el valor de las segundas oportunidades y la ilusión del perdón real para seguir adelante con sus vidas.
Sin el Acuerdo de Paz de 2016, entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las extintas FARC, habría sido imposible compartir una bebida caliente y recién hecha con estos hombres y mujeres que cambiaron los fusiles por las trilladoras y las tostadoras: ahora hablan con propiedad de despulpado, tueste o acidez. En las regiones donde antes los unos eran enemigos de los otros, hoy late un solo corazón, “oyéndose, mirándose y entendiéndose”, parafraseando a Stefan Zweig.
Convocados por la Gobernación del Tolima, participaron en la III Feria Internacional de Café. Ahí estaban, en el parque principal de El Líbano, entre 650 expositores, en la carpa de la Agencia de Reincorporación y Normalización, ARN, hablando con los turistas, desgranando sus vidas, mientras preparaban con sus propias manos una taza de café para ofrecérsela al visitante.
En el Tolima se produce uno de los mejores cafés del mundo: con 61.896 familias cafeteras es el tercer productor del grano en el país después del Huila y Antioquia. Son 105 mil hectáreas repartidas en 38 municipios, con una producción anual de 1.8 millones de sacos.
El municipio de Planadas es el principal productor del departamento y tercero de Colombia… el mismo lugar donde nació la República de Marquetalia, cuna de una guerrilla que ya no existe. Hoy, este departamento se abre al mundo como el “Corazón cafetero de Colombia”.
A través del cooperativismo, unas 300 familias tolimenses viven de comercializar siete marcas de cafés especiales, tipo exportación: El Tercer Acuerdo, de la Cooperativa Multiactiva Marquetalia por un Futuro Mejor (COMUMARFU) de Planadas; Esperanza y Paz, de la Asociación EPZ de Icononzo; Galilea, de la Asociación Agropecuaria Agroindustrial Construyendo Paz (ACOPAZ) de Dolores; Coffeedencial edición Sembrando la Paz, de San Antonio; Coffee Black de Chaparral; Celeste, de Bilbao y Café Cortés, de Icononzo.
A pesar de los avances positivos del Acuerdo de Paz en temas como reincorporación, consolidación de proyectos productivos y participación política, 543 firmantes de paz han sido asesinados desde 2016. Las cifras son de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización, ARN, la cual se creó para brindarles acompañamiento y apoyo frente al desprecio por su pasado, causa principal de la violencia contra estos nuevos emprendedores.
“Nos están asesinando, hay regiones donde nos siguen considerando guerrilleros sin serlo: pasamos a ser víctimas también, vivimos con miedo. Que si latieron los perros, es porque alguien viene por nosotros, lo mismo si escuchamos disparos”, dice Juan Carlos García.
A su hijo José William lo asesinaron en 2023. A los dos meses de prestar el servicio militar, el muchacho recibió un panfleto: tenía 24 horas para irse de la región “por ser militar”. Huyó y al año regresó creyendo que el peligro había pasado.
Jhon Jairo Oliveros, otro firmante de paz, afirma que tan solo el 10% de los casi 700 firmantes del Tolima han podido acceder a tierras. “Necesitamos tierra, vivienda y seguridad. Sin seguridad no hay vida, no hay proyectos productivos, no hay nada. Y no queremos ser personas mantenidas, sólo necesitamos oportunidades para ser autosostenbles”.
Este caficultor es compareciente ante la JEP en los macrocasos 01, 07, 10 y 11, y forma parte además de la Corporación Humanitaria Reencuentros, que trabaja con la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas. “Estamos respondiendo por las conductas graves que se cometieron en el marco del conflicto armado”, explica Jhon Jairo, agradecido por los frutos que trae la pacificación de los territorios.
“Queremos que los colombianos se apropien del Acuerdo. Porque este Acuerdo no se hizo únicamente para quienes dejamos las armas, sino para el pueblo menos favorecido”, recalca.
“El café sí es poder, no las armas”
Arles Gutiérrez es de Planadas Tolima. Con 15 años ingresó a la guerrilla, donde estuvo ocho. A sus 35 años tiene conocimientos en agronomía, economía y derecho. Es exportador de su propia marca de café: Celeste, que así se llama su hijita.
“Hoy estamos haciendo la revolución por medio del café para demostrarle a la gente que tenemos la disciplina para apostarle a la paz. Me preparé como catador, barista, tostador y transformador. Trabajo con los cafés naturales, donde no se utiliza agua para no contaminar el medio ambiente”, afirma este planaduno que anhela participar en la subasta del próximo año, en Chaparral; allí se realizará la IV Feria Internacional de Café.
Paréntesis: En la edición 2025 de la Feria Internacional de Café, Jorge Elías Rojas, un campesino caficultor, también de Planadas, rompió el récord departamental al vender el lote del café La Roca en US$72 la libra. La marca anterior corresponde a Adriana Díaz Castillo, de Icononzo: su lote de café se vendió en 69 dólares la libra.
Arles pertenece a una asociación de firmantes, desde donde le enseñan a los niños el arte de catar café. “Quisiera tener un laboratorio en mi finca para poder recoger muchos niños y muchas familias que quieren aprender sobre la cultura del grano. Queremos que los jóvenes apuesten por la paz, porque los muertos de la guerra solo los ponen los pobres, los campesinos”.
Poseen una finca familiar “que se maneja como una empresa, donde se valora el trabajo de la mujer. Hice un curso de ciencias políticas y ahora estoy aprendiendo sobre Derecho porque cuando se tiene una marca de café, hay que aprender cositas”.
Además de Celeste, de 20 meses, es el padre de dos adolescentes de 15 y 16 años. “Hoy no cambio a mi familia por ninguna ideología. Quiero que mis hijos se enamoren del campo, no de las armas, ni de los vicios, ni que se vayan a esclavizar toda la vida. El café sí es poder”.
Unidos para acabar con la intermediación
Juan Carlos García es miembro de la Asociación Sembrando la Paz, de San Antonio, Tolima, de la cual forman parte 30 caficultores, entre víctimas del conflicto, ex combatientes, campesinos y comunidades indígenas.
“Nuestros cafés tienen una historia: la historia de unos firmantes que no quieren volver a empuñar un fusil”, dice emocionado el excombatiente.
“En Colombia no hay cafés malos. Los cafés de Colombia son de los mejores del mundo”. Le preocupa, no obstante, que los intermediarios se están quedando con la mayor ganancia, “y no el campesino que pone el trabajo”.
Por eso, los caficultores del sur del Tolima quieren agruparse para poner fin a la intermediación. “De una libra de café se hacen 50 tazas de 10 gramos cada una. La taza, que sale a $500, la venden en otros países entre 8 y 10 dólares, de $25 mil hasta $40 mil pesos”, dice Juan Carlos.
Juan Carlos clama por mayor inversión social, el cumplimiento en la entrega de tierras y apoyo del Comité de Cafeteros a los pequeños caficultores, aquellos “con menos de tres hectáreas de café”.
Café Coffeedencial Foto: cortesía ARN.
“Los campos están descampesinados”
Jhon Jairo Oliveros pertenece a la Cooperativa Coaranpaz, de la cual forman parte víctimas del conflicto armado y firmantes de paz, entre ellos su esposa, con quien tiene tres hijos, todos menores de edad.
Quien antes fuera alías Armando, hoy es un orgulloso caficultor, a pesar de que ha sido desplazado tres veces desde la firma del Acuerdo. Su marca se llama “Cosecha de Paz”.
“Alrededor del café hay negocios, hay amores, hay acuerdos. El café marca un hito en la historia de nuestro país”, dice Jhon Jairo, quien entregó las armas en Gaitania, Planadas. Hoy, como enlace de reincorporación en el Tolima, acompaña en este proceso a los firmantes, 678 excombatientes, 508 hombres y 170 mujeres, que participan en 332 proyectos productivos.
Dice que la paz se cosecha dándole oportunidades a la gente. “Por culpa de la guerra los campos están descampesinados. Hay que volver a campesinarlos. Sólo quedan los viejos y las viejas. Y para ellos, sin ayuda, es muy berraco producir”.
Le brillan los ojos al hablar de Colombia. “Lo tenemos todo: climas, montañas, ríos y gente amable y emprendedora. No podemos entregarles un país en guerra a las nuevas generaciones”.
Los hijos de la paz
Juan Felipe Lombana, de 19 años, forma parte de la primera generación de hijos de la paz. Tenía 10 años cuando se reencontró con su padre. Pertenecen a la cooperativa Esperanza y Paz, compuesta por 35 familias, entre víctimas del conflicto y excombatientes.
Desde finales de 2024, atiende el local “Coffe for Peace” en Melgar, Tolima, donde sirven el café Piedemonte, que producen en Icononzo.
“Los jóvenes necesitamos oportunidades, incentivos. Si la gente se va del campo, en la ciudad la gente no comerá. La obra de mano es mal paga por culpa de la intermediación. Necesitamos ayuda para sacar un café de mejor calidad y poder exportarlo”, dice Juan Felipe.
La mujer de “El Tercer Acuerdo“
Jael Baquiro nació en medio de la guerra, en Gaitania, un territorio cafetero. Desde 2024, está al frente de La tienda del café El Tercer Acuerdo, en Ibagué, gracias a un programa de asociatividad que impulsa la Presidencia de la República.
“Enviamos pedidos donde se requiera”, le responde Jael a un turista, quien la aborda para indagar de dónde nace el nombre de este café. Ella explica que, comenzando este siglo XXI, el primer acuerdo de paz se firmó entre la Comunidad Indígena Nasa We´sx y las FARC, que luego hicieron un segundo acuerdo con el gobierno de Santos. “El Tercer Acuerdo se está dando desde el calor humano de cada comunidad, alrededor del café que se produce en el territorio para asegurar el progreso colectivo”.
La marca “El Tercer Acuerdo” unió indígenas, campesinos, caficultores y firmantes de paz. En Planadas construyeron una planta con trilladora, tostadora y empacadora. “Trasformamos el producto que nos entregan los caficultores para producir un café de especialidad, natural, (sin químicos), variedad Castilla, de 48 horas de fermentación, semilavado y con un secado de 20 días”.
Jael se casó cuando era guerrillera y de esa relación de 17 años tiene dos hijos de 12 y 14 años. Se siente contenta de tener un hogar. “Deseamos vivir en paz, sin la zozobra de la guerra, ir a todas las ferias de café donde nos quieran invitar”.
“Trabajamos para culturizar la paz en cada familia”
Albeiro Durán nació en Norte de Santander y estuvo diez años en la guerrilla.
No sólo de café vive el hombre. Alrededor de la “Miel de la paz” (Honey Peace), se juntaron 250 apicultores del Tolima, quienes anhelan conquistar otros países.
Tras dejar las armas, Albeiro recuperó la comunicación con su familia, padres y hermanos, y formó la propia. “Estamos guiando a los hijos por un camino distinto para que no repitan nuestra historia. Mi decisión al firmar el Acuerdo fue clara: trabajar para culturizar la paz en cada familia”.
Me cuenta que de los 13 mil firmantes, 11.500 están cumpliendo con el Acuerdo. “Tenemos que reconciliarnos. Ha sido muy difícil restaurar un país que lleva muchos años en la miseria, con poblaciones marginadas y sin oportunidades. Por eso no juzgamos a quienes todavía se mantienen alzados en armas. Pero si les pedimos que se reconcilien, que hagan un esfuerzo para llegar a la paz total”.
Este artículo fue posible gracias a una invitación de la Gobernación del Tolima con motivo de la III Feria Internacional de Café, celebrada en El Líbano, Tolima.
Alexander Velásquez
Escritor, periodista, columnista, analista de medios, bloguero, podcaster y agente de prensa. Bogotano, vinculado a los medios de comunicación durante 30 años. Ha escrito para importantes publicaciones de Colombia, entre ellas El Espectador, Semana (la antigua); El Tiempo y Kienyke. Ha sido coordinador del Premio Nacional de Periodismo CPB (ediciones 2021, 2022, 2023). Le gusta escribir sobre literatura, arte y cultura, cine, periodismo, estilos de vida saludable, política y actualidad. Autor de la novela “La mujer que debía morir el sábado por la tarde”. El nombre de este blog, Cura de reposo, se me ocurrió leyendo “La montaña mágica”, esa gran novela de Thomas Mann.
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