Gustavo Petro, presidente de Colombia y Efraín Cepeda, presidente del Senado de la República. Imágenes tomadas de las cuentas oficiales en X.

Somos un país santurrón. Somos democracia imperfecta y sainete al mismo tiempo. Dos funciones por el precio de una.

Somos el país que se escandaliza con un madrazo pero que no se ofende con unas élites políticas que primero se oponen a las reformas sociales y ahora se oponen a la Consulta Popular, mecanismo legítimo, amparado por la Constitución, que le permite al pueblo raso, el de overol y delantal, decidir en las urnas su destino.

Somos un país santurrón que se persigna ante las palabrotas, pero que se hace al pendejo antes las injusticias mientras le hace cuarto a un Congreso que legisla a paso de tortuga y recibe su salario con puntualidad inglesa. Un Congreso al que nadie le pide cuentas, porque habiendo en Colombia tres poderes, todas las miradas se enfocan en uno solo: el Ejecutivo.

La prensa nos haría un inmenso favor si investiga, por ejemplo, qué leyes han sacado adelante, a casi tres años de la actual legislatura, los y las honorables que hoy tienen un pie en el Congreso (nómina a cargo del erario público) y otro píe en la campaña por la presidencia de la República.

El madrazo del presidente Gustavo Petro al senador Efraín Cepeda por satanizar la Consulta Popular me recuerda la Historia Patria (HP) de nuestras mentadas de madre desde la infancia: “¡La suya que es de cabuya!”, decíamos entonces con total inocencia.

Si Petro le dijo HP fue en defensa de otros hachepés: los Hijos del Pueblo, los HPs sin títulos ni abolengo, arrabaleros como el presidente, que así lo calificó el columnista Óscar Montes. Por el uso de dos consonantes, la H y la P, el periodista costeño se aterra de su “lenguaje soez”, y en el colmo de su mojigatería afirma: Nunca antes el país había presenciado un espectáculo más lamentable y vergonzoso protagonizado por el Presidente de la República”.

El problema de Montes es el mismo del resto de colombianos: nuestra mala memoria, fácilmente acomodable a nuestros desafectos políticos. Se le olvidó que hubo un presidente eterno que, desde el teléfono de Palacio, en 2007 le dijo a su interlocutor: “si lo veo, le doy en la cara, marica. Si eso no fue ni lamentable ni vergonzoso, ¿qué fue?

Rebobinemos: El destinatario de aquella amenaza fue un señor de nombre Luis Fernando Herrera, apodado “la mechuda”, empleado de la Casa de Nariño durante el gobierno de Uribe, quien estaba “muy berraco” (palabras del expresidente), por un supuesto pedido de 15 millones de dólares a un narcotraficante para evitar su extradición.  

El mismo que amenazaba por teléfono, luego en medio de su proceso judicial, también eterno, por presunta manipulación de testigos, dijo en 2015, otra vez por teléfono, una frase polémica que conocimos en 2018: “Esta llamada la están escuchando esos hijueputas”, refiriéndose a la Fiscalía. Y su interlocutor, Juan Guillermo Villegas, le respondió: “Ah, sí, esos hijueputas interceptan todo”.

Entonces, el pecado de Petro es decir las cosas de frente en lugar de decirlas por teléfono. ¡País santurrón, vuelvo y digo!

El senador Efraín Cepeda respondió al agravio: “Nunca alguien con tan pocos méritos llegó a la Presidencia”, dijo en los medios el Honorable Parlamentario (HP, para abreviar) sobre el Honorable Presidente (HP, para abreviar).

En un país santurrón, al doctor Cepeda hay que darle la razón. Antes de Gustavo Petro vivíamos en una Colombia decente, bien hablada, que no conocía las malas maneras de un jefe de Estado. Nos gobernaron personas con mérito de sobra, empezando por el principal de todos: el mérito de tener un apellido ilustre (Lleras, Santos, Samper, Pastrana, López…), o apellido sin lustre, pero con la suerte de haber sido ungido a dedo por un tercero para ser presidente de la República. El que diga Uribe fue Duque y casi es Uribito pero terminó en la cárcel.

A todos los pecados de Petro agreguen otro: el de corruptor del idioma que corrompe con su boca sucia a la nación y sus castos oídos.

Más eso no diría Fernando Vallejo (1942), el autor “Memorias de un hijueputa”, una crítica ácida, como todo lo del escritor antioqueño, a la clase política colombiana. Vallejo, curado de hipocresías y santurronerías, es la persona que mejores madrazos sabe echar en este país, con la elegancia poética del hombre culto que es. Ningún político, que yo sepa, ha revirado jamás ni exigido respetico. El que calla otorga, dice el dicho.

País santurrón y horrorizado con la unión de dos consonantes, la H y la P, pero enternecido con las groserías de un Rigoberto Urán en horario familiar cuando pasaron su historia, en formato de telenovela, por el canal RCN. Es que así es el colombiano, está en nuestro ADN, criollismo puro.

“Pues les cuento que el léxico de Rigo tiene registro en los diccionarios normativos de la RAE. Empecemos por ¡hijueputa! Esta interjección se ve en el Diccionario de americanismos, DA, 2010, como voz usada en Colombia y otros países para expresar enfado, sorpresa, admiración y susto”, dice Fernando Ávila, experto en redacción y creación literaria.

Colombia es un país santurrón dando cátedra sobre decencia y prístina moral sin practicarlas.

País santurrón el nuestro que iba a elegir a un presidente bocón y maltratador. Les recuerdos que diez millones y medio de compatriotas se subieron a la rodolfoneta del ingeniero Hernández en 2022, sin importarles ni las acusaciones por presunta corrupción que pesaban sobre el difunto, ni aquel video donde colérico, al borde de un infarto, le propinaba un salvaje manotazo al concejal John Claro, mientras le decía nueve veces “hijueputa” y tres veces “malparido”. Los santandereanos tienen fama de arrechos (bravos), más no creo que todos sean violentos y lenguaraces como el finado.

Recordemos que, siendo alcalde de Bucaramanga, la procuraduría lo sancionó por decirle “lavaculos de la politiquería” a un veedor. (Ver video aquí)

Colombia es un país santurrón dando cátedra sobre decencia y prístina moral sin practicarlas. Reconozcamos que somos un país de HPs: (Horribles Personas), a las que nos falta Humildad y nos sobra Pedantería. Humanos y Polombianos.

Ahí está, recién salido del horno, el video de la señora muy aseñorada del Club El Nogal de Bogotá preguntando, ¿qué hace esta indiamenta acá?, refiriéndose al exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, y sus acompañantes.

Me acordé del honorable diputado Rodrigo Mesa, que en 2012 dijo ante la Asamblea de Antioquia que asignarle recursos al Chocó era como perfumar un bollo. Porque aparte de puritanos, somos clasistas y racistas que pordebajean y ningunean.

País santurrón donde incluso te matan por mirar feo o soltar una palabra mal dicha.

En todo caso, me excuso con los lectores por el rosario de insultos que leyeron hoy. Me disculpo porque, valiéndome de la literatura de Fernando Vallejo, “cuando yo nací, ya Colombia había perdido la vergüenza”. 

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