El candidato Iván Cepeda no debería creer en las encuestas, ni siquiera sabiendo que hoy las lidera todas. Por el contrario, debe diseñar una campaña capaz de derribar todos los obstáculos que se le vienen encima. Ningún candidato ha ganado nada.
El candidato Iván Cepeda no debería creer en las encuestas, ni siquiera sabiendo que hoy las lidera todas. Por el contrario, debe diseñar una campaña capaz de derribar todos los obstáculos que se le vienen encima. Ningún candidato ha ganado nada.

Esta imagen corresponde a la última encuesta Invamer para Noticias Caracol y Blu Radio.
Estar de primero o de quinta en una encuesta no significa nada cuando falta medio año para la elección más importante de todas.
Vamos a calmarnos todos: izquierda, derecha y el supuesto centro. Las elecciones se ganan en las urnas, no en los sondeos de opinión. La última encuesta Invamer tiene a todo el mundo haciendo cuentas alegres. Se les recuerda que para montar el potro antes hay que ensillarlo. La foto de hoy no será más que un recuerdo mañana.
Iván Cepeda está liderando sí, pero la izquierda debe tener los pies sobre la tierra, pensar que de eso tan bueno no dan tanto y no dormirse sobre sus laureles.
Hay que pensar en todo aquello que no dice la encuesta de Invamer, incluyendo esa pregunta novedosa sobre personajes foráneos. Para los colombianos encuestados, Nayib Bukele tiene mejor imagen (51,8%), que Donald Trump (31,0%). Solo este dato ya da mucho para pensar.

Lo que sí revela la encuesta es que casi una tercera parte del país tiene hoy alma orgullosa y definidamente zurda, con tendencia a crecer. Y en el peor de los escenarios, la izquierda colombiana se consolida como opción real de poder para esta nueva elección o para futuras elecciones, lo que significa que ha resucitado después de que la quisieron borrar del mapa mediante el exterminio de sus líderes. Esa es, digamos, la buena noticia para la izquierda. Y de ella, solo de ella, dependerá si capitaliza o no el buen momento político que atraviesa, sin triunfalismos anticipados.
· Es temprano para cantar victoria. Faltan seis meses para la elección y eso, en una carrera presidencial, son años luz. Después de cantar villancicos y atiborrarse de buñuelos y natilla, todo vuelve a empezar. Faltan los escándalos y la guerra sucia, armas harto conocidas para influir en la opinión de la gente y en la decisión final del elector. Además, faltan los debates donde se sabrá quién es quién, quién se traga vivo a quién.
· Un equipo de asesores visionarios debe ser capaz de anticipar los posibles escenarios en que sus enemigos atacarán a Cepeda, posicionándolo como el representante de una guerrilla que ya no existe.
· Ojo al concepto de marketing electoral de “cuarto de guerra”. Es el equipo central que planifica y ejecuta la estrategia de una campaña para ganar la elección. Coordina acciones, establece objetivos y toma decisiones basadas en información y análisis, a partir de herramientas que monitorean la opinión pública.
· La izquierda debe jugar un rol ofensivo, ya no defensivo. Sus enemigos ya están regando el cuento del neocomunismo. La derecha es buena exportando términos, aunque ni siquiera los entienda. Sin embargo, se les recuerda que un neocomunista, Gustavo Petro, tiene hoy la economía creciendo al 3,6%, algo que parecía impensable, y con el desempleo a la baja y en un dígito (8,2%).
· El escenario más realista es lo que está pasando en Chile, donde la derecha toda se junta para cerrarle el paso el proyecto progresista. Si ese fenómeno no se estudia hoy, no habrá nada qué hacer mañana, salvo lamentar haber desatendido las señales.
· Iván Cepeda, candidato del Pacto Histórico, y quien lidera en la encuesta de Invamer con el 31,9%, debe mejorar su esquema de seguridad, especialmente lo relativo a su presencia en plaza pública. Los antecedentes en esta campaña hacen pensar lo peor. Pero también debe trabajar en su propia imagen con miras a conquistar el voto indeciso, que lo convierta en opción real de triunfo.
· Del candidato se espera un programa de gobierno de alcance progresista para que en enero, cuando volvamos en sí, tras los estragos de las fiestas de fin de año, sepamos qué es lo que nos propone para un mejor país durante el siguiente cuatrienio.
· Está bien que proponga bajarse el sueldo como presidente, y así con el salario de los ministros, pero los colombianos también esperan propuestas de cómo mejorar sus propios ingresos y la seguridad, que con toda seguridad ocupará la agenda electoral.
· Debería ser motivo de preocupación el que hoy Iván Cepeda no tenga rivales fuertes en la propia izquierda. Eso es más malo que bueno por una razón. Se trata de crecer en intención de voto (hasta pasar del 50 + 1), y la pregunta del millón es cómo lo hará. Creo que la tesis de un gobierno fuerte de centro-izquierda es la única opción que existe. Y la única del ramillete que hoy podría representar esa posibilidad se llama Claudia López (4.1%). Pero por ahora ella está dedicada en cuerpo y alma a hablar mal del presidente Gustavo Petro. Hay que esperar para saber cuánto falta para que también empiece a hablar mal de Iván de Cepeda. El siguiente en la izquierda se llama Camilo Romero con un lánguido 1.0%. Y Roy Barreras, el más interesado en el Frente Amplio de centro-izquierda, no aparece, por ahora, ni por las curvas: en la encuesta de Invamer registra apenas un 0,6%.
· El destino de la izquierda, aún con Iván Cepeda liderando la pole position, está en manos del presidente Petro, cuya aprobación según Invamer alcanza un 37,0%, menos que en la encuestas de Cifras y Conceptos (45%) y menos que en la encuesta del Centro Nacional de Consultoría (40%).
· Llama la atención que el Centro Democrático sigue en el peor de los mundos. Sumando la intención de voto de Miguel Uribe papá (4,2%); María Fernanda Cabal (1,1%) y Paloma Valencia (1,1%), no rozan ni el 7%.
· Ese pésimo resultado de los uribistas afecta directamente a Abelardo De La Espriella, quien ya debería estar pensando si un guiño de Álvaro Uribe es bendición o lastre. Me anticipo a sugerir que es lo segundo. Los enredos judiciales del expresidente, más los números de la encuesta, confirman que este podría ser el principio del fin del uribismo, como lo conocimos. El Centro Democrático debe preguntarse si vale la pena gastar dinero en una encuesta interna que, como están las cosas hoy, parece embeleco. Denle un mejor uso a esa platica, por favor.
· En cambio, los malos números del uribismo, abren una posibilidad grande para que un Sergio Fajardo (con 8,5%) colonice los espacios de una derecha indecisa o antiuribista. Ya el fajardismo debe estar envalentonado, preparando su nuevo discurso como los siguientes salvadores, la alternativa a los extremos. Llegan las vacaciones, veremos si Sergio el matemático se va al Amazonas a ver delfines rosados, para que podamos variar el cuento de las ballenas jorobadas.
· Cuento las horas para que María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, empatadas con el 1,1%, salgan muy dignas a decir que muchas gracias pero que ya no les seduce la presidencia. No es fácil cambiar el generoso sueldo que ofrece una curul en el Congreso por una derrota estruendosa.
· Vicky Dávila, un poco más orgullosa, preferirá seguir en la pelea con su 3,7%, sin saber a qué hora le llegó la debacle: con ella se confirma el viejo dicho de que no por madrugar amanece más temprano. Comenzó tan rápido su campaña, que nos pareció que llevaba tres campañas consecutivas encima, apareciendo de día y de noche, aquí, allá y más allá. —Me la encontraba hasta en la sopa, dice una amiga. Ya no. Sin embargo, toca esperar a ver cómo negocia ese 3,7%, pues en política son votos al mejor postor y cada voto sirve, vale, cuesta.
· Solita se desgastó, y es bastante posible que, sin una estrategia audaz, más su discurso anti-Petro ya trasnochado, Vicky Dávila siga descendiendo en las encuestas, porque al final nadie quiere hacerse con los perdedores. Y ella ya se puede dar por mal servida. Alejada del periodismo, con su credibilidad herida, le queda la satisfacción de haberse llevado por delante a mujeres con más cancha en la política. En el fondo de su corazón, ya despojada del sueño de la banda presidencial, como la princesa de su zapatilla, le queda también la ilusión de despertar prontico de la pesadilla en la que se embarcó… o la embarcaron. Sólo ella lo sabe.
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