Juanita Uribe, directora de la firma Reframeit, desde el Capitolio Nacional.

Juanita Uribe son muchas mujeres en una: mamá, esposa, hija, amiga, coequipera, periodista. “También soy deportista y lectora entusiasta”. Desde la firma de consultoría Reframeit, ella y su equipo le toman el pulso a Colombia, a través de unas herramientas novedosas para entender al electorado.

“Acompañamos a las organizaciones y a los políticos a ver las cosas desde nuevos ángulos y detectar tanto los obstáculos que las frenan como las oportunidades que no habían reconocido. Lo hacemos con herramientas de última generación basadas en ciencia de la complejidad, neurociencias y análisis narrativo”, afirma.

¿Cuál fue el hallazgo más importante de sus pulsos más recientes?

Dos hallazgos son especialmente reveladores y están profundamente conectados:

En Colombia hay mucha más capacidad de actuar y transformar de la que solemos reconocer. Cuando pedimos a más de 2.000 personas que contaran una historia de liderazgo —propia o ajena—, el 45% habló de su propia experiencia. Eso muestra un país que no está esperando que alguien venga a “rescatarlo”, sino que se sabe protagonista de su destino.

Otro hallazgo tiene que ver con la riqueza oculta: Mientras una parte de la sociedad se deja llevar por la narrativa de crisis permanente o por los algoritmos de las redes, hay otra Colombia que crea, emprende, enseña, cuida y transforma todos los días.

En uno de nuestros estudios, enfocado en entender qué es lo que los colombianos consideramos liderazgo, la mayoría de las historias recogidas hablan de liderazgo en el emprendimiento, en las comunidades, en lo social, en la educación y en las familias. Menos del 5% eran historias sobre política.

Si aprendemos a reconocer ese liderazgo, podremos construir sobre él un país que ofrezca mejores condiciones para todos.

Me gusta algo que te oí decir en esta entrevista: “Los políticos no han entendido que el producto es el país, no ellos”. Entonces, ¿Qué hacer para que lo entiendan?

Ciertos políticos siguen operando con una lógica de poder que pertenece a otro tiempo. Una lógica en la que unos pocos “elegidos” decidían los destinos de la mayoría, a la que consideraban ignorante o incapaz. Esa estructura funcionaba cuando el acceso al conocimiento y la información era limitado y el poder se concentraba en instituciones cerradas.

Pero el mundo cambió. Con la educación, el internet y la conectividad, ya no necesitamos intermediarios para entender, deliberar o proponer. Y, sin embargo, muchos políticos no han sabido reinventar su rol en este nuevo ecosistema.

En lugar de convertirse en facilitadores de propósito compartido, siguen actuando como si el poder se mantuviera controlando o dividiendo.
Así, para conservar relevancia, algunos crean narrativas de miedo o de enfrentamiento, en vez de construir una visión de país. El resultado es que pierden el foco: el proyecto deja de ser Colombia y pasa a ser su propia campaña.

De hecho, el estudio sobre liderazgo mostró que solo el 5% de las historias hablaba de liderazgo político, mientras más del 40% provenía del ámbito empresarial, social o comunitario.

Las personas están cansadas del ego y la vanidad disfrazados de liderazgo.
Lo que quieren es alguien capaz de ver más allá de sí mismo y trabajar por un propósito que trascienda los intereses personales o partidistas.

La transformación, para la mayoría de los colombianos, ya no viene “de arriba”, sino de quienes logran resultados reales y colaborativos “desde adentro y entre muchos”.

Hoy, el liderazgo que inspira y moviliza surge de la acción colectiva, de la inteligencia distribuida y de la capacidad de construir confianza. Y el dato es elocuente: el 57 % de las personas dijo que el liderazgo emerge entre muchos, mientras solo un 15% lo asocia con una figura jerárquica.

Los ciudadanos ya no buscan héroes :buscan facilitadores de confianza y de propósito compartido. Y esa es una posibilidad enorme para repensar el liderazgo político y regenerar el vínculo entre instituciones y ciudadanía.

A veces uno siente que los políticos están desconectados de la realidad del país. ¿Esto se puede mejorar?

Para empezar, muchos políticos están desconectados de sí mismos.
Y cuando uno no está conectado consigo mismo, es imposible conectarse genuinamente con otros. Cuando una persona logra reconectarse con su propio ser, reconoce sus talentos únicos y los pone al servicio de algo más grande. Desde ahí, la vida se vuelve más liviana: uno no anda peleando, comparándose ni tratando de demostrar nada. Simplemente fluye.

También sueles hablar de la autenticidad…

La autenticidad se ha convertido en un valor político.

Hay una línea muy delgada entre la autenticidad y la vanidad, pero no son lo mismo. La primera genera confianza; la segunda, distancia.

La ciencia ha demostrado que no hay dos cerebros iguales. Cada ser humano es una combinación irrepetible de experiencias, percepciones y dones. Sin embargo, la humanidad ha pasado siglos compitiendo y comparándose, como si solo hubiera una forma válida de ser o de tener éxito.

El liderazgo auténtico parte de reconocer esa diversidad: ver los talentos propios y ajenos como piezas complementarias de un mismo tejido. En lugar de competir, colaborar.

Es muy posible que algunos políticos todavía tengan que sanar su relación consigo mismos. La vanidad o la soberbia son, en el fondo, disfraces del miedo o de la inseguridad; máscaras que se ponen quienes aún no han descubierto quién es de verdad ni cuál es su lugar en el sistema.


Si los congresistas no cambian: ¿Podemos los ciudadanos hacer que cambien?

Creo que el Congreso ya está cambiando, aunque no al ritmo que quisiéramos. He tenido conversaciones con varios congresistas sobre estos temas, y empiezo a ver un nivel de conciencia que se está despertando. Y no podría ser de otra manera.

En varios de nuestros estudios —incluido el Lideroscopio— hemos visto un crecimiento sostenido del interés por el desarrollo personal y el fortalecimiento del ser. Están entendiendo que para transformar lo externo —la política, la economía, las instituciones— primero hay que transformar lo interno.

Si la gente sigue despertando a su poder, a su propósito y a su conciencia, los políticos no tendrán otra opción que ponerse a tono. Si cambiamos la mirada —de la queja a la corresponsabilidad—, podremos construir una política más cercana, empática y colaborativa. Los colombianos no están esperando salvadores, sino espacios para participar.

Finalmente, ¿Cuál es el tipo de liderazgo político que se requiere en la Colombia actual?

El liderazgo del siglo veintiuno requiere inteligencia socioemocional: conocer y gestionar las propias emociones y ser capaz de sentir, apreciar y manejar las emociones de los demás. Creer en la abundancia y trabajar para crear condiciones que nos permitan a todos verla y aprovecharla.

Esto implica que cualquier político —si está dispuesto a aprender, escuchar y transformarse— puede evolucionar hacia una versión más consciente de sí mismo y de su función pública.

Cuando preguntamos qué es lo que hace que un líder inspire confianza, las palabras más frecuentes fueron coherencia, empatía, cercanía y servicio. Eso quiere decir que la gente distingue claramente entre carisma vacío y autenticidad profunda.

Por eso, un político que no haga su trabajo interno —que no reconozca su sombra y la integre de una manera sana— no podrá conectar con la ciudadanía. 

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