La periodista Eva Rey salió en un video con la cara lavada y avergonzada pidiendo disculpas por la entrevista a Emilio Tapia, dos veces condenado por corrupción, y a su pareja, la congresista Saray Robayo Bechara. ¿Qué lecciones deja este caso?
La periodista Eva Rey salió en un video con la cara lavada y avergonzada pidiendo disculpas por la entrevista a Emilio Tapia, dos veces condenado por corrupción, y a su pareja, la congresista Saray Robayo Bechara. ¿Qué lecciones deja este caso?
Imágenes de los videoclips de la entrevista de Eva Rey.
“¿Cómo no perder nuestra alma de periodistas para asumir un alma ajena?”: Javier Darío Restrepo, periodista y escritor colombiano (1932-2019)
“Cuando uno la caga, tiene que reconocer que la cagó”.
Me parece valiente esa frase de la periodista Eva Rey aceptando que se equivocó. Valiente en un país donde los periodistas y los medios se equivocan todo el tiempo y la mayor de las veces les pesa la humildad para ponerse colorados.
Humildad: la capacidad de reconocer que hemos metido las de caminar, que somos humanos, que no nos las sabemos todas, que infalibles no somos y que la soberbia no se lleva al trabajo.
Fragmentos de la entrevista siguen rodando por ahí. “Los videoclips fragmentados se han convertido no solo en unidades de contenido viral, sino en la lengua franca digital, lo que ayuda a construir la identidad de los políticos y a comunicar sus ideas”, dice Kyle Chayka en la revista The New Yorker. Es posible que esto lo sepan tanto Eva Rey como sus entrevistados.
Al escuchar dos de las preguntas a la congresista del Partido de la U —¿la cama crujía? y ¿tocaba no chillar mucho?— sentí vergüenza ajena, y no por mojigato, sino en solidaridad por el verdadero periodismo que se juega la vida a diario investigando hampones para que sus crímenes no queden impunes. Un caso emblemático fue don Guillermo Cano, enfrentado en 1982 al poderoso grupo Grancolombiano, que dejó de publicar avisos en el periódico El Espectador cuando éste denunció que los directivos hacían fiesta con los recursos de los ahorradores mediante fondos de inversión y autopréstamos. El empresario Jaime Michelsen Uribe fue a prisión, en tanto que el Grupo se hizo polvo como la plata de los ahorradores. Si viviera, don Guillermo Cano vería con horror al periodismo convertido, con afortunadas excepciones, en una caricatura de lo que fue.
Emilio Tapia, el llamado “zar de la contratación”, no es un personaje que merezca un espacio para hablar de sus faenas sexuales con su pareja en una cárcel. Si de algo tiene que hablar es de los delitos cometidos: pagó ocho de 15 años de cárcel por el desfalco en la contratación de obras en Bogotá y en abril de 2025 quedó libre luego de purgar otra pena de 76 meses por el desfalco al programa de internet Centros Poblados.
En 2021, la periodista Paola Herrera se ganó un Premio Simón Bolívar como Mejor Periodista del Año por su investigación sobre el caso Centros Poblados y las irregularidades en contratos con el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC) durante el gobierno de Iván Duque.
En esta entrevista, la reportera habla sobre el papel de la prensa: “El periodismo está para hacerle control al poder, para revisar cómo es que se están gastando la plata”. Se le premió por el trabajo inalcanzable y la defensa al patrimonio público, “porque eso es lo que debemos hacer los periodistas; defender nuestros recursos y los políticos de turno saben que nosotros estamos para hacerles control”.
Darle vitrina a alguien con su prontuario de alguna manera significa validar los malos comportamientos, en un país donde cunde el mal ejemplo y no siempre los buenos referentes, la gente digna de emular, encuentra espacio en los medios. Suficiente tenemos con la narcocultura, que endiosó a tantos personajes perversos.
Este episodio me llevó a revisar, otra vez, el libro “La niebla y la brújula”, (Debate 2008), del maestro Javier Darío Restrepo, faro ético del periodismo colombiano. En su obra alude a una encuesta de la Konrad Adenauer y la Universidad Javeriana en la que preguntaban ¿para qué es usted periodista? “De cien, treinta no lo sabían”.
Creo que lo ocurrido con Eva Rey hace pertinente que todos los reporteros respondamos esa pregunta. Porque un micrófono, una cámara o una columna de opinión nos obligan a ser doblemente cuidadosos con lo que transmitimos por el poder que se nos ha conferido.
Dice el maestro: “Cualquiera sea la razón, lo que me interesa destacar es la relación que existe entre los dilemas éticos del periodista y su débil identidad profesional. Mal se puede pensar y aceptar un deber ser como profesional –que eso es la ética, el deber ser- si no se tiene claro en qué consiste el ser de la profesión”.
Por lo mismo, discrepo de lo dicho por la colega Mar Candela en su blog de El Espectador. Hace una defensa ciega del periodismo y del todo vale en este oficio, y descalifica a las audiencias, que están en todo su derecho de enojarse y reclamar cuando se sienten maltratadas.
“La reacción instantánea de la audiencia puede convertirse en una poderosa censura (…) es inaceptable que las audiencias dicten qué deberíamos o no deberíamos publicar. Esto es tan reprochable como cualquier otra censura, incluso la de los dueños de los medios”, dice Mar Candela.
Todo lo contrario. Los medios y los periodistas deberíamos estar siempre atentos a escuchar lo que piensan sobre nuestro trabajo las audiencias, pero no siempre es así; por lo general, se prefiere mirar para otro lado.
La actitud de Eva Rey es una lección para el resto. Con la llegada de internet, y especialmente de las redes sociales, el público dejó de ser un ente pasivo para interactuar y cuestionar en tiempo real. Gústenos o no, la democratización de la información cambió todo lo que creíamos saber sobre los oyentes, lectores o televidentes. Las redes sociales han empoderado a las audiencias, al punto de que hoy constituyen el quinto poder. Incluso, es muy probable que muchos medios desaparezcan antes que lo hagan las redes sociales
Insiste Mar: “En una democracia, la libertad de prensa es un derecho fundamental. Nos permite entrevistar a quien sea necesario. La prensa podría generar controversia, gustar o disgustar. Lo que jamás debería existir es la censura, ni la coacción a la autocensura. Pienso que evaluar una entrevista solo por fragmentos ignora la complejidad de su significado. Criticar sin revisar la labor íntegra es injusto”.
Hay que recordarle a la colega, en primer término, que el señor Emilio Tapia, hoy en libertad condicional, ha estado inmerso en delitos de corrupción que comprometen la plata de los contribuyentes.
En este editorial del portal Vorágine, su director, José Guarnizo, hace un minucioso recuento sobre ese pasado. Dice el periodista con acierto: “Eva Rey sabía muy bien a quién tenía enfrente, las condenas que le pesan y los escándalos en los que ha estado involucrado. Este tipo de prensa apela a estas estrategias que se convierten rápidamente en clics y los poderosos por su parte también son felices desfilando por una silla en la que, además de un sutil lavado de cara, pueden alardear de su virilidad”.
Dos portadas vergonzosas
Los medios tienen que saber cuál es la responsabilidad que les cabe en lo que difunden y deben saber autorregularse como en este caso lo hizo Eva Rey. Una cosa es una entrevista y otra elevar entre risitas a la categoría de estrella a personajes oscuros que le han hecho daño al país.
Recordemos la portada de la revista Semana (edición 1273, del 23 de septiembre 23 de 2006), donde se referían a los primos Nule como “Los nuevos cacaos”, que terminaron siendo los nuevos cacos, y para entonces tenían sociedad con Emilio Tapia.
Piensen en lo que significó para aquellos empresarios una portada de la revista más importante del país que los alababa, abriéndoles muy seguramente muchas puertas. Ese es un buen ejemplo del periodismo como idiota útil. En otra carátula para el muro de la infamia apareció el narco Pablo Escobar como el “Robín Hood paisa” y lo demás es historia.
Hay que preguntarnos dónde queda la responsabilidad social de la prensa. Y cuánto tiempo falta para que veamos al señor Tapia inmerso en nuevos negocios por cuenta de la vitrina que le ofrecen los medios.
El problema de la Eva Rey entrevistadora es su sonrisa y esa actitud de condescendencia que la muestra cercana a los entrevistados, lo que pone en duda su independencia frente al político en campaña, la cantante del momento o un pícaro con suerte. Pero ese es su estilo y es respetable, así no se comparta.
Sin embargo, después de la malograda entrevista hay que insistir que en periodismo no todo vale. Hay una responsabilidad con las audiencias, que en este caso demostraron que estaban mejor informados que la periodista y tenían el contexto sobre el personaje en cuestión. A las audiencias no hay que menospreciarlas. Son esos ciudadanos quienes le dan sentido a la labor del periodista, así de simple.
Dice Mar un poco a la ligera: “Lo inaceptable es que esto derive en acoso. Que lleve a una periodista a eliminar su trabajo y a disculparse. Que prometa contenidos a la medida (…) La audiencia debería ser crítica. Debería medir lo que consume. Lo que no está bien es matonear sin conocer el trabajo (…) Todo el tiempo deberíamos entrevistar a criminales. A presuntos criminales. A gente condenada. Sé que Emilio Tapia es cuestionable”.
El maestro Javier Darío Restrepo nos advierte: “Ese periodista dispuesto a todo con tal de tener éxito, pierde el perfil profesional”.
Al enlistar lo que él llama “los tres malestares del periodista”, señala “Nunca como ahora se ha hecho tanto periodismo de investigación, centrado en el tema de la corrupción… pero los corruptos siguen tan campantes, con nuevos mecanismos de acción, inmunes a los efectos de la investigación periodística. Cuando uno se duele de esa inocuidad, cuando pone en duda la utilidad social de su trabajo es cuando se plantea si esto es lo que podemos hacer y si nuestro trabajo, por alguna razón, está condenado a la inutilidad”.
Lo último que se supo es que la congresista Robayo, cordobesa como su pareja, y quien aspira a pasar de la Cámara al Senado en las elecciones del 2026, le envió una carta a Eva Rey pidiéndole publicar la entrevista, bajo el argumento de que “la entrevista no es propiedad de una periodista ni de un medio, sino un contenido de interés social”.
Ojalá la periodista honre su palabra para no tener que, arrepentido, reconsiderar lo escrito en esta columna. Esto ya sería la tapa… o la Tapia, como quieran. Las audiencias se ponen del lado de quien hace buen periodismo y es de esperar que castiguen a quienes subestiman y ofenden su inteligencia.
El mayor homenaje a la memoria del maestro Javier Darío, fallecido en 2019, es revisar con sumo cuidado toda su obra para reconciliarnos con la ética, una asignatura que sigue pendiente entre tanto afán e inmediatez, y periodismo ingenuo.
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