Cuando yo era niño, una tía solía usar una frase divertida cuando se hacía un acto de justicia: —“No me alegro, pero siento un fresco”, decía ella, sarcástica.

Hoy tomo prestadas estas palabras para decir que no me alegro porque hayan echado a Luis Carlos Vélez de La FM de RCN Radio (aunque él dijo que renunció, así funciona), pero siento un fresco. Un tremendo alivio porque de pronto estamos sintiendo que volvemos a creer en el periodismo serio, en esa prensa que es capaz de redimirse de sus pecados. Vélez está escarmentando en su piel el peso de la soberbia, una arrogancia infinita que le hace más daño al periodismo que a su propia imagen; no lo siento por él, que con toda seguridad encontrará empleo rápidamente. Miami es grande.

Solamente hay que rebobinar la cinta para darse cuenta de la infame risita altanera que soltó cuando su compañero de cabina nombró la palabra Telepacífico, un canal que es la voz de la Colombia negra, indígena y campesina. Me detengo a pensar en lo que eso significó en términos de degradación para los colegas de las regiones, sin olvidar que trapeó con la COP16, llamando “encuentro de burócratas y lagartos” a una cumbre global de alto nivel: expertos, ministros de medio ambiente y científicos, que desde hace años están buscando la manera de salvar lo que queda de este descuadernado planeta.

En su columna de EL ESPECTADOR la reportera e investigadora Laura Ardila tocó una fibra sensible: “El problema, pues, no es que Luis Carlos Vélez hable desde su ignorancia, como él mismo admite. El problema es que lo haga desde un evidente desprecio por lo que no conoce y le es equivocadamente lejano y regional. Y es un problema no porque se trate de él, sino lo contrario: Vélez es apenas una figura más en ese sector del periodismo tradicional centralizado que mira con desdén lo que ocurre en las regiones y lo que es capaz de hacer el periodismo regional”.

Laura Ardila

Los periodistas de Bogotá debemos dejar de creernos el cuento de que somos más importantes y más periodistas que quienes hacen periodismo en la provincia. Eso es lo primero que toca decir. Si vamos a las sumas y restas, la realidad muestra que muchos reporteros han pagado con su vida por servirle a la verdad, trabajando silenciosamente, sin un medio grande que los respalde, entre el barro y con las uñas, la mayor de las veces sin recibir un pago justo. La precariedad laboral en este oficio es un asunto del que nunca se habla.  

Carlos Ruiz

A veces la falta de humildad y el exceso de ínfulas se paga caro; esta vez le cobraron al joven Vélez su triple pecado: la burla, la torpeza y la incontinencia verbal. Sale por la puerta de atrás de una cadena radial emblemática, y de donde –no olvidemos- también sacaron con pena y sin gloria a Vicky Dávila en 2016, por faltas a la ética y violación del derecho a la privacidad, en medio del sonado escándalo de La Comunidad del Anillo. ¡Cómo olvidar semejante perla que dio tema para rato! Cero y van dos… señores y señoras que continúan en la radio informativa.

Con estas decisiones, la Radio Cadena Nacional (RCN) demuestra respeto con sus audiencias, un mea culpa que sirve de ejemplo para los demás. Muchas voces, desde los medios y las redes sociales, exigieron que el bochornoso episodio protagonizado por Luis Carlos Vélez no se quedara en mera anécdota, lo que demuestra, además, que los ciudadanos sí pueden empoderarse para hacer control social al poder y a los medios de comunicación desde las redes sociales.

De esta manera, el periodismo demuestra que es capaz de autorregularse, conservar la compostura y corregir fallas sobre la marcha.

Germán Yances

Libertad de expresión no puede seguir siendo sinónimo de “digamos lo que se nos dé la gana” sin asumir las consecuencias por nuestras opiniones ligeras o infundadas. Todo eso está contribuyendo a minar la credibilidad del periodismo. Y todo eso es susceptible de mejoría.

El periodismo se respeta. Era necesario sentar un precedente y se sentó. El poder que confiere un micrófono demanda juicio y responsabilidad de parte de quien se pone delante de él; así que esta lección debe servir de recorderis a todos quienes tenemos una tribuna, ya sea para opinar o para informar, o las dos cosas al tiempo, que es la regla en el periodismo actual.

Sobre el caso, el periodista Gonzalo Silva Rivas reflexionó en Facebook: “Vélez se apartó de los principios básicos del periodismo con su sectarismo, su patanería y su irrespeto hacia aquellas fuentes que no encajaban dentro de sus intereses y su forma de pensar”.

Gonzalo Silva Rivas, periodista y columnista

El también reportero Carlos Ruiz opinó en X: “Me entristece que teniendo una buena formación académica, él no hubiera sido capaz de superar la soberbia, la vanidad y la ceguera que nos produce tener el control informativo de un medio. Yo pecador me confieso. Ojalá este tropiezo lo lleve a un estado de reflexión”.

En contraste, hay que leer con pinzas el trino del abogado Abelardo de la Espriella, quien culpa de la salida de Vélez a las “bodegas petristas, pagadas con plata pública”. Varios renglones después acusa al “jefe de la mafia y sus esbirros” de pedir la cabeza del comunicador para, finalmente, concluir que “los grandes ´cacaos´ de Colombia se dejan presionar, atemorizar y comprar con negocios por parte del gobierno”.

Según esa versión, pareciera que los grandes empresarios y el “jefe de la mafia” (cuyo nombre desconocemos), le están debiendo muchas explicaciones al país. Pero leyéndolo en serio, concluyo que si por los lados del Periodismo llueve, por los del Derecho a veces no escampa.

Cierro con una cosa más: todo periodista debería saber cuándo es necesario cogerle dobladillo a la lengua.

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