El Día Internacional del Libro -¡hoy 23 de abril!- es la mejor excusa para acercarse a los libros sin miedo.
El Día Internacional del Libro -¡hoy 23 de abril!- es la mejor excusa para acercarse a los libros sin miedo.
Asegúrate de llevar siempre un libro metido en tu cabeza.
Para ser lector, solo se necesita una cosa: saber leer. Y ni siquiera, porque en el peor de los casos alguien te puede leer.
Quisiera tener un poder para curarle a la gente la pereza de leer.
Cuando no quiero escribir es porque tengo ganas de leer, y al revés.
Lo poco o mucho que sé sobre la vida se lo debo a los libros que he leído. Y leo de todo: literatura, biografía, historia, ensayo, cuento…
Lean lo que las plazca, pero lean.
El día que escuché esta frase de Mario Vargas Llosa, de una me identifiqué con ella: “Lo más importante que me ha pasado en la vida ha sido aprender a leer”. En mi caso, se lo debo a mi abuela materna, que me enseñó las vocales y luego el abecedario completo. Con su mano dirigía la mía con amorosa paciencia, y así aprendí también a escribir. Tenía cinco años, ella 38.
Se ama a los libros, del mismo modo que se ama a los autores favoritos. Son como amantes: los libros y los escritores. En consecuencia, amo las librerías, templos sagrados de todo lector. Nuestro primer mandamiento podría ser: Amarás los libros sobre todas las cosas.
Invito a los profesores que me leen a que desarrollen un ejercicio de escritura creativa con los muchachos: hacer la lista de mandamientos del lector moderno. Sí me los envían por correo, prometo publicar los más originales en uno de los blogs que dedicaré a la Feria del Libro de Bogotá, FILBO 2025.
Tengo varias librerías de segunda mano entre mis favoritas. Escribiré sobre ello un día de estos.
No recuerdo mi primera vez, pero han sido muchas desde entonces. ¿Cuándo fue la última vez que entraste en una librería? Hazlo sin miedo. Acaricia los libros, siente su olor, como harías con tu amante. Ojéalos y hojéalos. Puede ser que no compres nada: Nadie te juzgará. Suficiente con que sepas que los libros no muerden y que existen unos personajes llamados libreros que, por lo general, son criaturas amables, dispuestas a compartir lo que saben, y saben demasiado.
Las charlas más maravillosas ocurren entre los buenos lectores y los buenos libreros.
Los libros tienen alma, así que los libros que uno ama son sus almas gemelas. Yo tengo un montón en mi lista. La encabeza “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez. Es el único libro que he leído tres veces, y faltan más lecturas. Otro día contaré por qué lo considero como el mejor libro colombiano de todos los tiempos.
¿Saben algo? Debería constituir delito ser colombiano y no haber leído esa joya literaria, al menos una vez. O lo diré de otra forma: debe ser triste morirse sin haber leído algo de lo mucho que escribió Gabriel García Márquez.
El universo garciamarquiano es inagotable. ¿No sabes por dónde comenzar? Mi humilde consejo: Comienza leyendo “Crónica de una muerte anunciada”. Si no quieres leerlo a él, lee a otros autores colombianos. Apoyemos a los nuestros.
Lee y contagia a otros con este virus. Los niños aprenden con el ejemplo: el bueno y el malo. Si te ven leyendo, más posibilidades habrá de que quieran volverse lectores. Si tienes poco tiempo para compartir con tus hijos, regala libros. Es una forma de felicidad, otro modo de compensar la ausencia.
Un libro es el mejor amante que cualquier persona puede tener. Cuando alguien cae bajo su hechizo, le será muy difícil volver a ser el de antes. Es amor a primera vista… de página. El único apego saludable que conozco. Deliciosa dependencia. Bendita adicción. Un orgasmo de la mente, podría decirse.
Por lo general, llevo siempre un libro conmigo, porque nunca sé dónde me cogerán las ganas de leer.
Leo en el Transmilenio y en la fila del banco, o en el restaurante mientras pasa el diluvio. No es buena idea leer bajo la lluvia, pero sí bailar. Cuando haya Metro en Bogotá cumpliré una de mis tres mayores fantasías. No les cuento ninguna para que se cumplan.
El día que no leo me siento raro, incompleto, hambriento.
Quien ama los libros nunca está solo. Porque ese amante siempre está ahí, incondicional, disponible a toda hora, dispuesto a dejarse manosear. No entiendo cómo hay gente que puede vivir sin libros.
Me apenan tres clases de personas en el mundo: las que fuman (cualquier cosa que fumen); las que malgastan el tiempo y las que odian leer por la razón que sea. Con lo que invierten en cigarrillos durante un año o menos, yo dichoso compraría las biografías completas de Stefan Zweig. Si alguien me regala esa colección, me hará el hombre más feliz sobre lo que queda de la Tierra.
¡Cambien cualquier mal vicio por el vicio de leer, que en realidad es un gran placer! Y copien al ingenioso Groucho Marx: “Considero que la televisión es muy educativa. Cada vez que alguien enciende el televisor salgo de la habitación y me voy a otra parte a leer un libro”, decía.
¡Qué no daría yo por ser el dueño del tiempo que otros pierden! Porque con tanto que hay para leer, una vida no basta. Por eso, y solo por eso, me aferro, como melcocha entre los dientes, a la idea budista de la reencarnación. Las buenas personas y las personas a las que uno ama, lo mismo que los libros maravillosos que forman parte de nuestra biografía personal, hacen que la vida valga la pena, y soy de los que quiere repetir.
¿Los libros curan?, es una pregunta que se repite. No sabría qué responder. Pero puedo decir que son un antídoto para personas, como yo, que deben lidiar con la muchedumbre y la timidez.
Sí, lo confieso. Estoy enfermo de amor… de este amor loco por los libros, de esta enfermedad sin remedio, menos mal. No conozco al primero que haya muerto por semejante locura.
Si el sueño de Mario Vargas Llosa era hallar la muerte mientras escribía, me pregunto si el sueño de todos los lectores es morir leyendo. Me gustaría leerlos antes del fin.
¡Feliz día de tus libros, querido lector!
Correo: [email protected]
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