Querido lector: Si no ha visto la serie de la plataforma HBO Max, lea este artículo bajo su propio riesgo emocional.

En 1981 yo tenía 10 años y en nuestra casa el televisor era a blanco y negro. Corrían los vientos de agosto y en Bogotá había expectativa por la llegada del Chavo del 8 para la Caminata de la Solidaridad por Colombia. La capital tenía entonces menos de cuatro millones de habitantes y miles salieron a caminar por el centro de la ciudad ese domingo 30 de agosto para tener cerquita a los personajes de la vecindad.

En ese aparato de color rojo, marca Sharp, de 14 pulgadas, que funcionaba con botones para cambiar de canal, vi por primera vez al Chapulín Colorado hacerse chiquito después de tomarse la pastilla de chiquitolina. Convertido en una criaturita de veinte centímetros podría meterse en cualquier agujero o sorprender al enemigo antes de volver al tamaño normal. Me sigo preguntando por qué en este mundo, que inventa pastillas para todo, ninguna multinacional farmacéutica ha sido capaz de inventar la de chiquitolina. Consuela saber que los niños se siguen disfrazando del Chavo o la Chilindrina en halloween.

Nuestra infancia está de regreso gracias al estreno de la serie “Chespirito, sin querer queriendo”, sobre la vida y obra de Roberto Gómez Bolaños por el canal de pago HBO Max, que me mantuvo enganchado.

A lo largo de ocho episodios vimos a un Roberto Gómez Bolaños humano, muy humano, con sentimientos, equivocaciones y debilidades. Uno que se enamoró de joven y, ya casado, se volvió a enamorar de una mujer menor a la que conoció en los estudios de grabación. No somos quien para juzgar la vida privada del artista. Ese que nos enseñó que el amor también se acaba. Fue guionista y actor cómico.  Los niños latinoamericanos de ayer y de hoy le debemos toda una infancia e incontables sonrisas. Sería raro encontrar a alguien que no sepa quién es el Chavo del 8 o el Chapulín Colorado.  

“… uno puede recuperar el dinero, el amor, el prestigio pero no el tiempo. Por eso hay que cuidar las cosas que recuerdas”: Chespirito.

La serie es un recuento de la vida del genio detrás de personajes icónicos. Las películas y álbumes musicales que hizo. Las peleas a golpes con Enrique Segoviano (Mariano en la serie) por el amor de Florinda Meza (Margarita). Entiendo que cambiaron varios nombres para ahorrarse líos legales. La salida de Kiko y don Ramón del elenco para formar toldo aparte. La escena dolorosa del rompimiento con su primera esposa, relación de la que quedaron seis hijos.

Es el viaje a una época y a unas costumbres. Todo el mundo fumaba y en cualquier parte. “¿Sabes lo que he aprendido? Que uno puede recuperar el dinero, el amor, el prestigio pero no el tiempo. Por eso hay que cuidar las cosas que recuerdas”, dice el personaje de Roberto Gómez Bolaños en uno de los episodios.

La serie “Chespirito, sin querer queriendo” es un drama de la vida real. Una pequeña telenovela con más momentos dramáticos que humorísticos. Los actores conformaban un equipo de trabajo con los problemas normales que habría en cualquier oficina: chismes, discordias, celos, rivalidades y hasta demandas por derechos de autor sobre la propiedad de los personajes.

Los espectadores percibimos con angustia esa tensión. Todo transcurre tan lento que uno tiene la impresión de estar viendo ciertos acontecimientos tal como debieron suceder en la vida real; creo que eso fue un acierto, toda vez que estamos frente a un personaje entrañable, mejor dicho, ante varios personajes queridos, a quienes sentimos tan nuestros, tan cercanos a nuestro corazón de latinoamericanos.

Ellos retratan ese cuadro auténtico de lo que somos, nuestras virtudes y defectos: el clasismo de doña Florinda, el maltrato hacia don Ramón, la amistad incondicional de la Chilindrina, el amor no correspondido de doña Cleotilde, la pobreza del Chavo, lo cortés del profesor Jirafales, la quejadera sin fin de Kiko, la insensibilidad del señor Barriga, la impaciencia con las personas de la tercera edad, representada por Jaimito el cartero, oriundo de Tangamandapio, localidad, que –hasta ahora me entero- es un lugar real en el estado de Michoacán.

Los más viejos recordamos cuando el elenco (sin Kiko y sin don Ramón), vino a Colombia invitado por la Caminata de Solidaridad por Colombia, que a propósito este 2025 cumple 50 años de vida (1975). Bogotá se paralizó entonces. Los más exagerados dicen que hubo tres millones de personas en la calle aquel domingo. En aquella época, el gobierno colombiano les concedió a los actores la nacionalidad colombiana, según contó Édgar Vivar (el señor Barriga). La serie recuperó imágenes reales de la gira que hicieron por el continente.

Y cómo olvidar el emotivo homenaje del canal RCN en 2009 al comediante mexicano desde Soacha, con un público de 800 personas al interior del auditorio del colegio María Auxiliadora y veinte mil más de píe en la plaza principal del municipio, la misma donde veinte años atrás habían asesinado al excandidato presidencial Luis Carlos Galán.

La banda sonora es nostalgia pura con baladas románticas que fueron sensación en los años 70 y 80: “Contigo”, de Paloma San Basilio; “Frente a frente”, de Jeanette; “Tú llegaste cuando menos te esperaba”, de Leo Dan o el bolero “Piel Canela”, de Bobby Capó.

La historia de cómo nacieron los icónicos personajes, sus dichos o sus vestimentas… el genio creador de Gómez Bolaños, cuyo apodo de Chespirito es la deformación de Shakespeare (William) y cuenta la leyenda que se lo puso el director de cine Agustín Delgado.

Ver la serie es ser testigo del secreto de tantos personajes que se nos metieron al corazón para nunca más salir y de capítulos como el del paseo de la vecindad a Acapulco.

Las redes sociales se llenaron de historias que ponen a la actriz Florinda Meza como la mala del paseo, por no decir la vieja chancluda, la auténtica Bruja del 71, la acaba-hogares. El pasado no perdona y a doña Florinda no le tienen paciencia. Y ella tampoco ayuda: “Él tenía siete grandes defectos: seis hijos y una esposa. Si fueran míos serían maravillosos, no siendo míos eran un problema y un defecto”. Esa entrevista circula por internet, donde se le ve al comediante incómodo y por el trato despectivo de ella hacia los hijos de su anterior matrimonio con Graciela Fernández.

“Chespirito” es una serie biográfica que atrapa desde el primer episodio, aunque se tiene la impresión de que a algunos chistes les faltó fuerza o les sobró obviedad, pero eso no le resta valor ni calidad a la producción. Al llegar al final, uno como espectador siente que algo faltó. Quedamos con ganas de saber más sobre las vidas del resto del elenco. Ocho capítulos no fueron suficientes para quienes crecimos siendo parte de aquella humilde vecindad, donde pocas veces lloramos y siempre reímos. Al terminar esta nota, me entero de que Netflix adquirió los derechos para retransmitir “el programa número uno de la televisión humorística”.  Eso, eso…

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