Conspirando por un mundo mejor

Publicado el Yolima Vargas Garzón @yoligrilla

La educación en tiempos del coronavirus

Autor invitado: Miguel Angel Vargas Hernández*
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En redes sociales ha surgido un debate importante con respecto a las modalidades educativas presencial y virtual, a raíz de las quejas de algunos estudiantes y familias, quienes han manifestado una carga excesiva de obligaciones académicas.

La reflexión sobre la carga de trabajo para los estudiantes viene del público en general y a ella se han sumado académicos de una u otra modalidad educativa. Las reflexiones han buscado caracterizar la educación presencial, la educación a distancia y la educación virtual con el fin de hallar o descubrir sus diferencias y semejanzas. La confusión está en considerar que la educación que los estudiantes están recibiendo en sus hogares con la mediación de las tecnologías digitales es educación virtual.

Maestra de preescolar preparando recursos.

Prácticamente se ha abierto un foro sobre las características de la educación virtual y la educación presencial, todo inició con la decisión del aislamiento social obligatorio.

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La educación, la educación abierta y a distancia, y la educación virtual
Aproximación al concepto de educación virtual

En medio de las disertaciones surgió la posición de la rectora de la Universidad Escuela de Administración de Negocios (EAN), Brigitte Baptiste, quien ha hecho el llamado a no confundir la educación presencial asistida o mediada con las tecnologías digitales, que es, a su juicio lo que está ocurriendo en este momento.

La discusión merece ser centrada en la función de la educación en tiempos del coronavirus y después de la pandemia y en profundizar lo que entendemos por educación presencial, educación a distancia, educación abierta y educación virtual, términos que no es correcto usar de forma indiscriminada.

Para los profesores, las autoridades educativas, la familia y en general para la sociedad surgen nuevas preguntas en este singular momento: ¿cuál debe ser el fin de la educación en la pandemia y luego de ella desaparezca? ¿dónde deben estar las prioridades pedagógicas y educativas? ¿cómo poder responder a esta urgencia? ¿cómo mejorar el diálogo entre la escuela y la familia, especialmente ahora que la familia tiene una gran carga educativa? ¿cómo apoyar a los profesores en la excesiva carga que implica la atención personalizada en casa con el apoyo y la mediación de las tecnologías? ¿cómo garantizar el derecho a la educación de aquellos niños, adolescentes y jóvenes que no cuentan con acceso a Internet o una línea telefónica?

Me temo, que la discusión no debe centrarse en la modalidad educativa, creo que la discusión debe tornar en la importancia social y cultural que tiene la educación.

La función social de la educación en la coyuntura

Sesión de clase con un niño de preescolar por videoconferencia

El aislamiento social obligatorio, tendrá que irse desmontando de forma paulatina para no morirnos de hambre y para poder abastecernos de lo esencial. Muchas costumbres y hábitos tendrán que cambiar y una gran cantidad de actividades sufrirán cambios irremediables y controles por parte del estado y de la sociedad.

Muy posiblemente los colegios y las universidades van a tener que restringir el ingreso de sus profesores y estudiantes a sus campos de estudio por largo tiempo, hasta que se encuentre un tratamiento efectivo o una vacuna contra el virus.

El aislamiento social es una forma de evitar que el virus se siga expandiendo y encontrando células para su reproducción. Ahora deberemos aprender cómo cooperar, cómo ponernos de acuerdo para controlar de una forma inteligente el virus; y, esta va a ser una nueva misión para la educación.

Estamos frente a un momento histórico que exige creatividad y una gran capacidad de innovación para garantizar una educación con fundamento pedagógico y calidad educativa. Es hora de estrechar lazos con la familia y de articular con la ciencia, el arte, la cultura y con los gobernantes, para ocuparnos de los estudiantes y contribuir con ellos a la comprensión de las múltiples interconexiones y relaciones que surgen. Debemos recordar, que nuestra educación tiene un enfoque muy disciplinar, y muy posiblemente para ellos no va a ser fácil comprender cómo un virus puede afectar la economía y detener el mundo. Hay que hacer una pedagogía para explicar la incertidumbre.

La educación y la salud tienen su momento y no podemos reducir esto a la simpleza de creer que todo está resuelto con una guía, un video, una llamada telefónica, un mensaje por redes sociales o un correo electrónico.

Como lo explica Humberto Maturana (2020), este es un momento histórico particular con una posibilidad inmensa de comunicación y diálogo a través de las tecnologías. Por lo tanto, hay que encontrar formas para cambiar las dinámicas que estamos acostumbrados a seguir, debemos esforzarnos para idear estrategias para mantener un aislamiento físico y afianzar el encuentro social, la cooperación y la ayuda mutua. Es posible que esto que llamamos el virus, termine por cambiar la actual forma de organización, donde predomina lo económico sobre lo humano.

La educación puede dar respuestas útiles a la sociedad y nos puede enseñar a hacer uso del diálogo para construir, para colaborar, para compartir, incluso para que logremos niveles de conciencia planetaria y comunitaria.

La educación articulada con la medicina y los servicios de salud puede contribuir enormemente para aprender a aislarnos sin tener que destruir todo el sistema productivo, para establecer unos vínculos con el medio ambiente y con la biosfera de la que hacemos parte, para aprender a asumir el aislamiento social como una estrategia para contener el virus y evitar que se siga reproduciendo, hasta que desaparezca; para aprender hábitos y costumbres que protejan más nuestra salud, incluso, para participar de una manera más autónoma en nuestros procesos educativos.

Tal vez es un momento importante para preguntarnos como sociedad ¿Qué paradigma es más útil para la humanidad y para la educación: el de la competencia y el aniquilamiento o el de compartir y colaborar?, ¿cuáles deben ser las actitudes y los sentimientos de la relación social sin aislamiento, la del odio y la competencia hasta aniquilarnos, o la del afecto, la colaboración y la confianza comunitaria?

Así como la pandemia a favorecido la solidaridad y ha contribuido para que muchos gobernantes piensen en las personas como una prioridad, también ha favorecido y potenciado los odios y ha puesto un reflector en aquellos para quienes lo único importante y lo más relevante es la riqueza y la ganancia.

Este momento singular y planetario nos debe servir para saber cuál es la educación que necesitamos para ser más autónomos, más sensibles, más conscientes, más útiles para nosotros mismos y para la sociedad, más responsables con nuestra biosfera y con nuestras comunidades, en fin, para buscar una educación más pertinente y significativa.

Dice Edgar Morin que el virus ha desenmascarado la ausencia de una auténtica conciencia planetaria de la humanidad (Morin, 2020). Cada país viene actuando por su cuenta, algunos científicos cooperan entre sí, pero no hay una colaboración planetaria para encontrar una vacuna o un tratamiento médico eficaz para aislar o desintegrar el virus, los grandes conglomerados económicos compiten para ver quien toma la delantera en la invención de una vacuna o un medicamento contra el virus (Ives, 2020), la Fundación Gates quiere el liderazgo, los Estados Unidos buscan con afán mantener su estatus global y las grandes potencias buscan modificar la geopolítica. El panorama mundial ha dado suficientes muestras de que la razón económica es más fuerte que la humanitaria (Morin, 2020).

Nos lo recuerda Edgar Morin, la sanidad y la educación constituyen dos pilares de la dignidad humana porque ambas garantizan el derecho a la vida y al conocimiento, ambas son generadoras de cultura (Morin, 2020), y sus aportes a la humanidad hacen parte de lo que José Antonio Marina y Javier Rambaud han denominado el genoma cultural (Marina y Rambaud, 2018), entendido como aquellos aportes o inventos que se plasman para siempre en la cultura, como por ejemplo la escritura o la regla de oro “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”.

Tal vez es el momento de reflexionar si la educación y la salud deben estar bajo la responsabilidad solidaria y equitativa del estado o si deben seguir el modelo de una educación y salud para ricos beneficiados y para pobres desaventajados.

El debate entre la educación presencial y la virtual

Sesión de clase en Tunja para niños de 7 años por Zomm. Cortesía @dperico.

Conviene entender que el fenómeno que se enfrenta hoy para garantizar el derecho a la educación, no es un debate entre la virtualidad y presencialidad. Las circunstancias han obligado y empujado a la sociedad a transformar la educación presencial en una educación en el hogar con la medición de las tecnologías de la información y la comunicación, a partir de los conocimientos y experiencia de los maestros, y con las habilidades mínimas o suficientes en el uso y manejo de las tecnologías digitales.

El debate es importante porque la que tiene que transformarse y exigir cambios es la educación, no sus modalidades (presencial, virtual, abierta y a distancia).

El llamado de atención, en las redes sociales, de la rectora de la EAN es importante y de alto significado, por un lado, porque no es correcto llamar educación virtual a un proceso de adaptación de la educación para garantizar y continuar con uno de los pilares de la dignidad humana, como bien lo expresa Edgar Morin “Ahora no tenemos elección” (Morin, 2020), y por el otro, porque los cambios deben afectar a toda la educación independiente de la modalidad.

La esencia de la educación está mediada por el alto nivel de compromiso de los maestros con sus estudiantes, por su estrecha relación, por su capacidad de influenciar sus vidas, por la autenticidad de los diálogos que se sucedan entre ellos, por el reconocimiento de los unos y de los otros y por el nivel de conciencia de los estudiantes frente a su compromiso con el aprendizaje.

Los maestros con el método de la pregunta enseñan a sus estudiantes cómo aprender algo (Gabriel, 2019). El papel de la enseñanza no está centrado en la capacidad de control a través de la evaluación, ni en el puesto que ocupan los países o las instituciones en los sistemas que los clasifican, “el papel de la enseñanza es sobre todo el de problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos” (Morin, 2003; 2006; 2020). La pedagogía de la pregunta también es una enseñanza y obra de Paulo Freire (Faundez, 2014).

Es posible que los maestros frente al afán que causó la decisión del gobierno local y nacional del aislamiento social obligatorio, hayan improvisado con guías de estudio y tareas que sobrepasan la capacidad y tiempo de los estudiantes. Sin lugar a dudas esto es un error y pone en evidencia qué es lo que no se debe hacer en tiempos del coronavirus. El papel de la educación no es el de ocupar a los niños y a los jóvenes en largas jornadas de trabajo, en muchas ocasiones sin sentido y sin utilidad para la vida y para la sociedad. Dice el profesor Luis Facundo Maldonado, “no es hora de una educación inútil”, los niños, los adolescentes, los jóvenes y en general las familias esperan una respuesta más actual y pertinente.

Esto es mucho más exigente para la educación inicial, la educación básica y la educación media, por la naturaleza de los niños, adolescentes y jóvenes, y por la función social y educativa del encuentro escolar para el proceso de desarrollo evolutivo, la formación axiológica, el desarrollo afectivo, el desarrollo de las habilidades sociales y la adquisición de nuevos conocimientos y, en general el desarrollo de sus mentes. El ecosistema educativo es imprescindible para los niños y las niñas, y ahora la familia se ve obligada a llenar el vacío de la no cercanía física con los profesores y con los compañeros de estudio, dentro de los que se encuentran los amigos, los compinches, los novios y las novias, los confidentes, los antipáticos e incluso los enemigos.

Lo esencial de la educación es que los maestros están asumiendo una misión profundamente humana equiparable a la que hoy cumplen los médicos, las enfermeras, las bacteriólogas y demás profesionales de la salud. El reto es que la educación logre articularse con la salud, la ciencia, el arte, la política y la cultura en general para contribuir con la dignidad humana.

La esencia de la educación no la determina la modalidad educativa, la buena o mala calidad educativa depende de manera estrecha de la política educativa, del compromiso del estado y de la sociedad para con la educación, de los fines que le asigne la cultura y el momento histórico, del compromiso de los maestros y de sus niveles de formación y del aprecio que la sociedad les asigne, de la importancia y seriedad que el estado y la sociedad sientan por los estudiantes sin ningún tipo de segregación. Y el método importa, tal y como no lo ha venido insistiendo Edgar Morin, desde la educación inicial hay que dar rienda suelta a la imaginación, estimular la fantasía, proteger al máximo la curiosidad para cultivar la reflexión crítica.

Ahora tenemos la urgente misión de acompañar la curiosidad de nuestros estudiantes, su capacidad crítica y autocrítica para que con nuestro acompañamiento y asesoría puedan entender la complejidad que vivimos, para que aprendan a entender: cómo el aislamiento social es para proteger y preservar la vida, y detener el virus; cómo la crisis sanitaria provoca una crisis económica; cómo estos fenómenos producen una crisis social; cómo posiblemente cambien la geopolítica del mundo; y cómo esto produce una crisis existencial.

No sabemos qué vamos a hacer con los estudiantes de la primera infancia, con los niños y niñas, con los adolescentes y con los jóvenes, porque no los podemos tener todo el tiempo en aislamiento social. Y hasta ahora, toda la atención y el esfuerzo del gobierno y del estado se ha enfocado en la crisis económica y social, y no en el futuro de la educación de las generaciones jóvenes y en la función que debe cumplir en tiempos del coronavirus.

*Miguel Angel Vargas Hernández, Ph.D Doctor en Educación (2010), Especialista en Ingeniería del Software (1998) Licenciado en Educación (1984). Director del grupo de investigación Ambientes Educativos Virtuales, Director de la Corporación para la Educación y las TICS. Profesor universitario e investigador en el campo del uso y desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación en la educación, el estado, la empresa y la sociedad. Experto en educación virtual, ha sido consultor nacional e internacional.
Para más artículos del autor

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