Te gustan las flores y las cortas y las pones en el florero.
Te gustan los peces y les cortas la cabeza y te los comes.
Te encantan las mariposas y las coges y las pegas en la pared.
Por eso, cuando dices que me amas, tiemblo de miedo.
-Prevert-
Arturo de La Pava Ossa*: Lo que más hace sufrir a las mujeres… Las principales quejas en mi consulta… En la vida de pareja: la infidelidad y la agresividad masculina. En el mundo social: la exclusión y la discriminación laboral, y en la esfera de las ideas: de la ciencia y de la academia. Lo mismo de siempre, pero cada vez menos; gracias a las reivindicaciones de las mujeres.
Bat: Las mujeres consultamos más a los psicólogos, a los psicoanalistas, como usted… ¿Por qué será? ¿Por qué los hombres parecen más inmunes al sufrimiento?
Arturo: La masculinidad de Occidente tiene rasgos «paranoicos» léase: omnipotentes. Son los herederos directos del monoteísmo: ¡Somos machos gracias a dios! Y como tales, todo lo pueden, hasta entender su propio machismo o inclusive, afirmar que el machismo no es más que una invención de las mujeres. Que no existe. Más aún, que así ha sido, que así es y así será. Amén.
Bat: Claro, los hombres «no necesitan apoyo». Se bastan solos.
Man: ¿Por qué será que en estas conversaciones siempre el hombre termina siendo el malo de la película? Como si las mujeres fueran solo unas víctimas… Yo digo que el mundo está como está, en gran medida porque las mujeres ya no valoran el hogar. A los niños los está educando la televisión, o el vigilante, o la empleada, o alguna profesora de preescolar; por eso los muchachos hoy en día andan desubicados y nunca maduran.
Arturo: Las alteraciones psíquicas en la postmodernidad son causadas por muchos factores. Como en todas las épocas de la humanidad: siempre habrá alteraciones y patologías de la psiquis y del comportamiento. Siempre. Nada, ni ningún modelo socio-político-económico lo evitará, tal vez unos menos que otros.
La ausencia de los padres (madre y padre) es una de ellas, pero hay también muchos factores culturales, en la llamada postmodernidad, que entran a jugar un papel importante en la constitución subjetiva: en el cómo devenimos sujetos de la cultura.
Man: Para mí, la mujer sí hace mucha falta en la casa y me parece que ellas son las más machistas en la actualidad. Quieren parecerse cada vez más a los hombres. ¿Será que una mujer es más liberada entre más se parezca a un hombre?
Arturo: No creo que la liberación femenina sea parecerse a los hombres. Algunas gritan: «¡iguales en las diferencias!»
Bat: Exacto. Iguales “como dos polos opuestos”, no idénticos.
Man: Pero ahí se da algo muy contradictorio: las mujeres se tiran a matar entre ellas mismas. Piden que las valoren, que las traten con equidad, pero ellas mismas tratan de desvalorizar a las demás mujeres… ¿Sí o no, doctor?
Arturo: ¡Que respondan ellas sobre su disposición a la envidia entre ellas! Yo tengo mi versión, pero me la callo.
Bat: Eso de callarse es muy de los hombres… Yo digo que lo de los celos y la competencia entre mujeres va por el lado de lo que Eduardo Galeano define como alienación: “escupirle al espejo”. Es un lastre cultural muy difícil de quitarse de encima, pero el movimiento feminista poco a poco promueve nuevas formas de mirarnos.
Man: Mi apreciada Bat, no nos metamos por el lado del feminismo porque ahí sí nos perdemos. Yo respeto a las feministas, pero francamente no es que me agraden mucho: se ponen muy pesadas en ocasiones; se vuelven monotemáticas y a veces intolerantes. Que me perdonen la vida las feministas, pero por momentos parecen un puñado de resentidas y no las Juanas de Arco que pretenden ser.
Arturo: Yo digo que hay que ser antimachista y no feminista. Hay que redefinir al feminismo.
En la Historia con H mayúscula, hay grandes mujeres que han reivindicado y obtenido grandes logros: el derecho al voto, el control de natalidad y los anticonceptivos, el derecho al trabajo, el aborto, las leyes contra la violencia conyugal y contra el maltrato a las mujeres, etcétera.
Man: Eso me suena: ir en contra de la discriminación de la mujer, pero no para terminar discriminando a los hombres…
Bat: Citicos…
Man: No, en serio, a veces ustedes se ponen demasiado pesadas.“Mujer que no joda es hombre”. Son muy complicadas. Yo creo que por eso Gardel decía que prefería “Hacerlas felices a todas y no infeliz a una sola”.
Bat: ¡Huy, no, qué chiste tan gracioso! ¡Los hombres hablan de la infidelidad como si fuera un asunto de risa!… De eso sí debe saber mucho usted, doctor… Digo, como usted escribió un libro que se llama “Todos los hombres son infieles”… debe saber del asunto… Con ese título, me pregunto si lo que usted plantea es que las mujeres tenemos que resignarnos a llevar cachos eternamente…
Arturo: ¿Cachos eternos? Suena alienante. La tesis del libro va más allá: la indomable sexualidad masculina y lo imposible del amor para muchos hombres (alienación masculina). Muchos hombres no saben amar. No saben qué es el amor. Para otros, amar es un sentimiento diferente a lo que su compañera espera: porque ellas siempre quieren otra cosa. Dicen ellos.
Man: Yo estoy de acuerdo con el doctor: uno nunca sabe cómo complacer a una mujer. Nunca están contentas con nada. A veces hasta parece que lo que les gusta es que las traten mal. Uno ve casos de hombres muy correctos y las mujeres se portan mal con ellos. Por eso se dice: “No le vaya a cascar muy duro, porque de pronto se enamora”…
Bat: No, pues, está inspirado con sus chistes este man…
Arturo: Esa frase evoca el mal llamado «masoquismo femenino». El psicoanálisis lacaniano se pregunta por este fantasma femenino: «ser golpeada por un hombre». Y reorienta su respuesta hacia la pregunta sobre un fantasma del goce masculino: «¿Podemos confiar en lo que la perversión masoquista debe a la invención masculina, para concluir que el masoquismo de la mujer es una fantasía del deseo del hombre?» (J. Lacan, 1960). La respuesta es ¡SÍ!
Entonces, el fantasma sería masculino: «golpear a una mujer».
Claro que hay relaciones «amorosas» y muchas, cuyo placer es establecerse en el sadomasoquismo y en estos casos cada pareja tendrá sus versiones inconscientes.
Bat: O sea, si le entiendo: ¿eso de que a las mujeres nos gusta que nos maltraten es una fantasía inventada por los hombres, pero algunas terminan convirtiéndola en realidad porque se ven a sí mismas a través de los ojos de los hombres?
Arturo: Algo así…
Bat: ¿Será que sí hay esperanza en todo esto? ¿En su consulta ha encontrado cambios generacionales en la mujer? ¿Las más jóvenes, al menos, tienen un mejor presente?
Arturo: Hay una ausencia en mi consulta de mujeres adolescentes, pero las pocas que recibo se quejan, o mejor, protestan por lo mismo: ¡Los hombres no saben que es amar! ¡Solo quieren tirar!
Observo y reporto algunos cambios, y me pregunto: ¿Ellas, las adolescentes del siglo XXI, son más infieles y menos comprometidas en relación al sentimiento amoroso?
Man: Con todo respeto, también se puede decir lo contrario: “¡Las mujeres no saben lo que es tirar. Solo quieren amar!”
Bat: Tal vez sea precisamente eso, que cada género quiere reducir al otro a sus propios términos. Pero debe haber algo que podamos hacer. ¿Qué sugiere, doctor? ¿Cómo debemos las mujeres sortear la vida en un mundo en donde el hombre todavía tiene el sartén y el mango?
Arturo: No deben dejar de estudiar y tienen que ser las abanderadas del amor… Los hombres no saben qué es amar y ellas deben enseñarles.
…
*Arturo de la Pava Ossa, psicoanalista, psiquiatra. Investigador en temas de género y cultura. Autor del libro «Todos los hombres son infieles» (Intermedio Editores), Traductor de «Para introducir el psicoanálisis hoy en día» (Letra Viva). Autor de varios artículos para revistas en español y francés. Autor «¿Por qué las mujeres se quejan tanto?» (en edición). Otros textos de su autoría pueden consultarse en: Desde el jardín de Freud
** Imagen 1 de la entrada, Fotografía con intervención en oleo, Maestro Libardo Garzón Murillo.