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Una jornada de paz en La Minga

Nunca olvidaré la cara de felicidad de Sandra Milena cuando entre todo el revoltijo de la mesa encontró este secador de pelo, lo metió en su bolsita y se lo llevó después de contarme que era el primero que iba a tener en su vida. Ni la sonrisa de Doña María Priscila al dar con esos zapatos que tanto necesitaba, ni la de Doña María saliendo con su nueva cafetera debajo del brazo, ni la de dos pequeños al encontrar una caja llena de películas de dibujos animados. Manuel Deisy regresaron a casa con un cuadro para su salón y un libro de fotos de Italia que cambiaron por brevas, papayuelas y queso que Rodrigo y Tatiana se llevaron de vuelta a Bogotá. Yo esta mañana he desayunado unas deliciosas tostadas al estilo español con aceite y los tomates que me traje a cambio de un abrigo que ya no me ponía y que tenía abandonado en el armario de casa. Y así cientos y cientos de historias más que os podría contar de la V Jornada de Trueque Urbano-Rural que se celebró hace unos días en La Minga Casa Gestante de Choachí, organizada por Yo creo en Colombiay en la que tuve la inmensa suerte de participar como voluntaria. Una inolvidable jornada de paz, como la definió mi amigo y presidente de esta organización Pedro Medina, en la que se intercambiaron sueños, deseos e ilusiones y en la que participamos cerca de 1.500 personas. 

Desde las siete de la mañana y hasta que cayó la tarde La Minga fue un ir y venir de gente del campo y de la ciudad que quiso participar en este día de convivencia e intercambio en el que cada uno de nosotros puso su granito de arena y la mejor de las sonrisas  para demostrar una vez más que en Colombia podemos vivir en paz y armonía, fuera de diferencias sociales y prejuicios. Todos ayudamos: los voluntarios; el equipo de cocina dirigido por GelenEmilseSandra Felipe que nos amenizaron el día con su música tradicional andina; el equipo médico que atendió todo tipo de consultas; los clowns que nos hicieron reír y todos los que los dieron esas horas de amor por La Minga moviendo piedras de hasta una tonelada para poder construir el parqueadero de la entrada. Porque os recuerdo que minga es una antiquísima tradición de trabajo comunitario o colectivo con fines de utilidad social.

Yo hice mucho amigos y aprendí un montón de cosas: a hacer empanadas, lo sabrosa y regeneradora qué es una guatila, a pelar un mango como dios manda, cómo suena un charango. Y volví a casa feliz, más consciente, con más razones para amar Colombia y convencida de que todo lo que uno da con creces se le devuelve. Muchas gracias a todos.

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