Antes de la aparición de la fotografía, no había manera de dejar un registro de las obras de arte. Recordemos que la fotografía no se inventó hasta mitad del siglo 19. Uno que otro historiador o poeta hizo una descripción verbal, y algunas pocas veces se hicieron dibujos ilustrativos (un ejemplo muy interesante son los dibujos de las esculturas y templos de El Cairo hechas por los artistas franceses durante las expediciones de Napoleón, sobre todo por el uso del estilo barroco para mostrar el estilo egipcio). Salvo contadas excepciones, la posibilidad de apreciar el arte estaba restringido a unos pocos. Movámonos mentalmente en el tiempo: viajar era muy difícil, así que ver las obras en vivo no era algo a lo que se pudiera acceder fácilmente, por eso hacer una historia del arte, como la entendemos hoy, no fue posible hasta el siglo 19.

Todo empieza con el interés, de unos pocos escritores, poetas o historiadores, por los artistas y sus obras, y, sobre todo, por un deseo muy humano de registrar lo que hay, y de juzgarlo. En sus comienzos, en Grecia, la Historia del Arte fue la mención casi aleatoria de algunas obras y su relación con los poderosos de la época o con los lugares que ocuparon. Para los griegos, el arte no era un asunto digno de atención, pues no respondía a un esfuerzo intelectual. Ya el filósofo griego Plutarco (46-120) había hecho la observación: “Aunque gozamos de la obra de arte, ¡menospreciamos al artista!”; sin embargo, Plutarco escribió una serie de biografías en su libro Vidas paralelas, donde relató el quehacer de algunos artistas griegos, como Fidias, Praxíteles y Lisipo, que hoy consideremos geniales; y Aristóteles (384-322 a. C.) reconoció en su obra Política la función social del arte y la situación del artista, en un sentido positivo.

En la Edad Media, se escribieron principalmente recetarios: libros sobre las proporciones, las técnicas y los métodos, sobre cómo resolver problemas arquitectónicos y artísticos; los artistas desaparecieron como tema de consideración. En el siglo 13, el francés Villard de Honnecourt (1200-1250), arquitecto y maestro de obras, escribió un cuaderno de viajes, el Livre de portraiture, ilustrado con 250 dibujos.

El artista y escritor italiano Vasari (1511-1574) escribió un libro, muy conocido y leído incluso hoy: Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos. Durante siglos, este libro influyó en el estilo y en el punto de vista de quienes escribieron historias del arte. Todavía en los siglos 16 y 17 se utilizaba la obra de Vasari como modelo.

En el siglo 17, había criterios estéticos más definidos, como el de la composición. El escritor francés Roland Freart de Chambray (1606-1676) escribió la obra Idea de la perfección de la Pintura. Influenciado por sus estudios en matemáticas, Chambray intentó construir un sistema de leyes artísticas que comprendían la invención, la proporción, el color, la expresión de los sentimientos y la composición.

En el siglo 18, hubo un gran cambio en la metodología de los historiadores de arte. Se discutieron profusamente nuevas ideas y se dieron cambios de paradigma, e incluso las bellas artes subieron alto en la escalera del estatus social, de la mano de los filósofos.

Otro tema en la discusión fue sobre el espíritu del artista, que, se presumía, se manifestaba en la obra. Diderot, Reynolds y Winckelmann se enfocaron en este. La obra de arte era digna de un análisis que intentara descubrir la expresión del espíritu interior del artista.

En el siglo 18, ocurrieron muchas cosas. Una revaloración del artista, incluso, considerando la posibilidad de ponerlo en la categoría de genio. El arte se convirtió en un vehículo para demostrar la grandeza del propio espíritu. La condición de que el arte podía ser verdadero o falso se impuso, podía ser sublime y perfecto y alcanzar otros reinos, más allá de los mundanos. Se empezó a hablar de belleza pura, del placer desinteresado (Kant), de que el arte no tenía que cumplir con ningún objetivo más que el de ser arte. Los historiadores buscaron hilos conductores que unieran las distintas manifestaciones de distintas épocas; trataron de entender los valores objetivos de la obra, descubrir su significado, su propósito y su función; tuvieron en cuenta lo que aportaba el espectador a la apreciación del objeto y, además de todo esto, empezaron a revisar otras manifestaciones de arte nunca antes reconocidas. Las obras de la Edad Media no habían sido registradas como arte, hasta que los románticos las incluyeron. El historiador vienés Franz Wickhoff se dio cuenta de que el arte romano había sido injustamente ignorado.

Al historiador alemán Johann Joachim Winckelmann (1717-1768) se le considera el fundador de la Historia del Arte como disciplina académica. Para Winckelmann, el ideal de la belleza constituía una realidad objetiva que podía ser descubierta si antes se conocían las grandes obras de la Antigüedad, sobre todo las griegas. Para él, la finalidad del arte era la belleza pura.

En el siglo 20, se hizo un esfuerzo por utilizar la sicología y el sicoanálisis para la comprensión de la obra de arte. De ahí surgió la iconología, puesta en práctica por Erwin Panofsky.

No sobra agregar que las obras de arte son una parte importante del patrimonio cultural de una nación o de una región, y la Historia del Arte contribuye a la preservación del patrimonio artístico y, de cierta manera, a la construcción de la identidad. Por eso, los análisis feministas del arte, de la poscolonia, de la identidad de género, del posmodernismo direccionan con fuerza el tema del arte hacia la comprensión de cómo las estructuras sociales influyen en la producción artística.

En el siglo 21, otros historiadores empiezan a marcar distancia hacia el arte contemporáneo, ya que, más que en cualquier otro momento, el arte se ha vuelto un producto más del mercado. En la situación actual, el sensacionalismo y las modas parecen llevar la batuta y doblegar la libertad expresión de los artistas.

Avatar de Ana Cristina Vélez

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.