Conocí a Ricardo Bada porque me escribió un comentario sobre una receta de cheesecake que yo había puesto en este blog. Un amigo mío lo conocía bien y me dio su correo. Le escribí al correo para agradecerle su comentario. Desde ese día, 27 de mayo del 2013, gocé de su amistad.

Nunca nos vimos en persona, pero llegamos a ser íntimos amigos. Se debe, creo yo, a las afinidades electivas (a las afinidades selectivas, como decía él) y al azar, con esas sorpresas felices que nos tiene la vida. Y digo felices, porque fue todo un gozo su amistad. Ricardo era inteligente, culto, generoso, creativo, muy buen observador y con un gran sentido del humor. Le encantaban las cantinfladas, como a mí. Ricardo me hacía reír hasta cuando contaba algo trágico. Siempre daba un dato extra, que le daba una vuelta a la tuerca, y lo triste se volvía gracioso.

Siempre he pensado que dentro de las cualidades más importantes que deben tener los amigos están las de ser divertidos y/o interesantes. No sé si la gente se da cuenta de que las estrellas de los espectáculos son famosas y millonarias por una simple razón: porque divierten. Buscamos, mantenemos y cuidamos a los amigos que nos divierten, no hacemos lo mismo con quienes nos aburren. Le debo muchas risas, sonrisas y reflexiones a Ricardo Bada.

Hay muchos aspectos de su personalidad que me encantaban, como el de ser de una honestidad deslumbrante, de ir al grano, de no ceder ni un punto porque uno fuese amigo. No tenía miedo de lo que el otro dijera o pensara. Se enfrentaba con respeto y con ideas, y sobre todo con argumentos. Pero no se guardaba ni sus opiniones ni sus argumentos, para eso de sincronizarse con el otro y caerle bien, como es común. Ricardo era amigo del que le gustaba, no del que le convenía. Ricardo era amigo por la gracia de la amistad. No era políticamente correcto, ni falso para ganar puntos con alguien o en alguna circunstancia. Otra cualidad suya era la lealtad. Puedo dar fe de su lealtad. ¿Quién no ha sentido que lo han vendido por un plato de lentejas?

Ricardo me pidió que escribiera un obituario sobre él, cuando estaba muy vivo, alegre y activo.

Ricardo escribió, creo que fue en el 2022:

Buenas noches desde Colonia.

Acabo de leer el epitafio que un gran amigo mío le ha dedicado a su maestro, y me digo que si supiéramos que al morir iban a decir tantas cosas bonitas de uno, esperaríamos a leerlas antes de estirar la pata. ¿No te parece? Creo que le voy a pedir a varios amigos, de los que estoy seguro que escribirán algo acerca de mí cuando me mude al otro barrio, que lo escriban ya y me lo envíen, siento curiosidad. Morbosa, dirás tú, pero creo que toda curiosidad lo es.

Badabrazo con apapachos y cuídate mucho.

Te quiero, Anotota del alma.

R.

Lo escribí y se lo envié. Luego, Ricardo dejó de comunicarse, dejó de escribir, y de escribir su diario. Las circunstancias de su vida lo apabullaron, fueron más fuertes que su fuerza mental y física. “De a deveras” que se nos fue Ricardo corazón de Pantaleón.

Tuve el privilegio de que me inventara un sobrenombre, que me encantaba: Anotota. Era un sobrenombre más grande que yo, más sonoro que yo. Él me dijo que era un sobrenombre de amor.

Con agradecimiento, Ricardo, te apapacho y estrecho contra mí, en mi memoria.

Avatar de Ana Cristina Vélez

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