Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Más importante que ser buenos padres es ofrecer un buen entorno

Hay personas que revolucionan lo que se ha creído durante siglos en algún campo, y la sicóloga Judith Rich Harris es una de estas. Harris hizo una investigación sobre el efecto de la educación paternal sobre las características de los hijos en comparación con el efecto que tienen los genes y los “amigos”, o contexto social donde el niño crece. Llegó a la conclusión de que: «El mundo que los niños comparten con sus compañeros es lo que configura su comportamiento y modifica las características con las que nacieron; por lo tanto, es lo que determina la clase de personas que serán cuando crezcan». Los padres con su educación hacen realmente poco. Algo que nunca antes se había pensado.

Para escribir su libro famoso, The Nurture Assumption. Why Children Turn Out the Way They Do, ella se basó en varias investigaciones sobre genética y como esta incide en la personalidad, en investigaciones en psicología social, en desarrollo infantil y en conocimientos de la etología (comportamiento animal).

La doctora Harris observó aspectos innegables como los que veremos:

Los padres no educan a sus hijos de manera uniforme. Los padres reaccionan a la personalidad de cada hijo y lo educan de acuerdo con esta. Además, dado el caso de que la educación sea la misma, los niños responden de manera distinta.

Se ha observado que los hijos de padres con problemas son resistentes a la “mala” educación y al abuso, y casi nunca muestran daño sicológico. De padres buenos y dulces también salen hijos drogadictos y díscolos. No hay correlación entre buenos padres y buenos hijos.

Respecto a la personalidad, los niños adoptados no muestran correlación alguna con sus hermanos no adoptados o con sus padres adoptivos. Los gemelos criados en hogares distintos muestran muchas similitudes en los gustos y en el carácter, como si fueran inmunes a la educación parental.

Los rasgos de la personalidad y las habilidades tienen un gran componente genético. Para Harris, la otra mitad, por así decirlo, lo pone el ambiente, conformado por el entorno escolar, el barrio y los amigos. Los niños hablan con la jerga y el acento de los amigos, no con los modales y formas de sus padres. Los niños y adolescentes quieren pertenecer a su grupo de amigos y hacen los sacrificios que sean necesarios, incluso, en contra de la autoridad de sus padres. Este es un bello principio de supervivencia: para el niño y el adolescente es importante ser exitosos en su grupo, no en el de sus padres; sus compañeros son su competencia en el mundo, no sus padres. El matoneo recae sobre los niños que por un motivo u otro no calan en el grupo, no se mimetizan con él. ¿Cómo se viste usted, lector, como sus amigos o como sus padres? ¿Cómo habla usted, como sus amigos o como sus padres?

Como dice la doctora Harris: «La idea de que podemos hacer que nuestros hijos se conviertan en lo que queremos es una ilusión. No son nuestros para perfeccionarlos o dañarlos. Ellos pertenecen al mañana.”

Las excepciones, es claro que las hay. Hay niños intelectuales que resisten a su grupo y son intelectuales serios y estudiosos, aunque el grupo escolar sea de locos, disolutos y rebeldes sin causa. Hay padres que logran sacar adelante niños muy difíciles con déficits grandes de uno u otro tipo, hay padres que destruyen sicológicamente a sus hijos. Sí, de todo esto hay, pero no están en la regla, no son parte de la gran mayoría de los casos. El estudio revela lo que ocurre en la mayoría de los casos, aunque Harris habla de las excepciones también.

No sea una fuerza en contra del deseo de sus hijos, no eche cantaleta, no dé discursos, no sea un libro de autoayuda abierto. Aspire a ser un buen amigo, dulce, amoroso, generoso y cordial; a crear un buen entorno. Respete a sus hijos, ellos no tienen que ser como usted ni complacer los planes suyos para el futuro de ellos. Ofrecer un entorno agradable y una confiable amistad es todo lo que puede aspirar a dar como padre. En últimas, el consejo de la experta es: “No trate de cambiar a sus hijos, sería como tratar de cambiar a su esposo o esposa, es imposible y hace la vida desgraciada”.

Judith Rich Harris murió este año, en enero, a la edad de ochenta años. El sicolingüista Steven Pinker dijo de ella: «Ella era muy inteligente. Su legado fue entender los aspectos técnicos de la genética del comportamiento y, al mismo tiempo, haber sido una psicóloga y una observadora muy aguda de la conducta humana».

Una entrevista a la doctora Harris, en inglés: https://www.scientificamerican.com/article/parents-peers-children/

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