Recordemos que observando la naturaleza Darwin se dio cuenta de que la selección natural no explicaba algunos aspectos que encontraba en el mundo natural. En muchos casos llamar la atención podía no ser conveniente, como cargar con unos cuernos gigantes o con un esplendoroso colorido. Darwin encontró muchos rasgos en los machos de algunas especies…
Recordemos que observando la naturaleza Darwin se dio cuenta de que la selección natural no explicaba algunos aspectos que encontraba en el mundo natural. En muchos casos llamar la atención podía no ser conveniente, como cargar con unos cuernos gigantes o con un esplendoroso colorido. Darwin encontró muchos rasgos en los machos de algunas especies que definitivamente parecían ir en contra de su supervivencia. Luego se dio cuenta de que esos rasgos eran nocivos en un sentido, pero beneficiosos en otro, ya que los hacía atractivos sexualmente para las hembras, y que esos machos más bellos, más grandes y coloridos se apareaban más y por tanto dejaban más descendencia. Así que tuvo que meter en su fórmula de la selección natural, la selección sexual para explicar cómo funcionaba la eficacia biológica.
Ave roja del paraíso
Nada más espectacular que ver las formas de cortejo, los bailes, los gritos y llamados, los cantos y el despliegue de belleza y de virtudes que hacen los machos de muchas especies en el aire, en la tierra y en el agua, para atraer las hembras (en los seres humanos también ocurre, priman los despliegues de poder y riqueza). Gracias incluso a las cámaras de los teléfonos podemos disfrutar de los espectáculos más increíbles ejecutados por los animales. Están los documentales, pero también los videos de todos los aficionados del mundo. Ahora, el misterio está en el por qué las hembras de algunas especies han desarrollado unas preferencias que son perjudiciales para los machos.
El asunto se ha explicado de dos maneras: por selección directa y por selección indirecta.
Hay una selección directa en la cual las hembras eligen una característica que aumenta su supervivencia. Por ejemplo, si el macho colabora con la crianza de los polluelos, las hembras pueden preferirlo por ese motivo. Entre las especies monógamas, los machos ayudan en la crianza de los polluelos. Usualmente, en esas especies no hay dimorfismo sexual y los machos de esas aves no exhiben adornos suntuosos. Con colores monótonos y no llamativos pueden evadir a los depredadores y ayudar con las crías.
Existe algo muy extraño en las hembras de algunas especies, ya que prefieren rasgos que no existen en los machos de la propia especie. Son deseos preexistentes que dirigen la evolución por ciertos caminos. Se han hecho experimentos en los que se manipula la apariencia del macho con prótesis y colores falsos y se nota la preferencia de las hembras por estos transformados artificialmente.
Por selección indirecta. Las preferencias no son directas, sino que evolucionan como un efecto secundario. Por ejemplo, los genes que refuerzan el sistema inmunológico conducen a una mejor salud, así que los machos que los portan lucen plumas más brillantes. Cuando las hembras prefieren a los machos de plumas más brillantes están escogiendo a los mismos que poseen un mejor sistema inmunológico.
Por selección sexual indirecta o antagónica. En esta, un gen que es beneficioso en un sexo es perjudicial cuando está presente en el otro. Supongamos que una mutación genética causa el aumento del largo de las plumas de la cola en machos y hembras. Supongamos que esto es atractivo para las hembras. El éxito del macho aumenta, sí, pero la longevidad de las hembras disminuye, pues se vuelven presa fácil de los depredadores. Para los hijos machos de estas es beneficioso, para las hijas hembras es perjudicial.
Los biólogos saben que la herencia en sí misma puede ofrecer la solución. Todo cambiará si dichos genes se encuentran en los cromosomas sexuales. Las aves tienen cromosomas sexuales llamados Z y W. Los machos tienen dos cromosomas Z, mientras que las hembras tienen un cromosoma Z y uno W. Si la preferencia por un rasgo está en el cromosoma W existe solo en las hembras, y nunca existe en los machos. Así que si la hembra posee la preferencia por un rasgo de estos que pone en riesgo la vida del macho lo transmitirá solo a sus hijas. Si esas hijas también reciben de sus padres las versiones de genes para un rasgo que es beneficioso para las hembras, las hijas tendrán una alta aptitud, y este cromosoma W se propagará.
Un análisis matemático del biólogo Pavitra Muralidhar, del Departamento de Biología Evolutiva y Organísmica, Universidad de Harvard, Cambridge, MA, USA mostró que los genes que se encargan de afectar las preferencias sexuales y que están presentes en otros tipos de cromosomas sexuales (X, Y y Z) tienen una dinámica evolutiva diferente a la de los genes que afectan las preferencias sexuales, pero están presentes en los cromosomas no sexuales.
El dimorfismo sexual humano muestra que las hembras hemos preferido hombres más grandes, musculosos y agresivos que nosotras. Si a muy largo plazo (la evolución es lenta) queremos más igualdad, si queremos que verdaderamente que los hombres muestren otras características más empáticas, menos agresivas sexualmente, y sean más colaboradores y fieles, con un apetito sexual de características distintas a las que tienen, entonces tenemos que procrear con hombres que tengan esas características (recordemos que en las especies monógamas los machos y las hembras son tan parecidos físicamente y en su comportamiento que es difícil diferenciarlos). Mientras elijamos al más fuerte y duro del grupo no estamos colaborando con nuestros propios intereses ni con crear mejores posibilidades de apareamiento para nuestras hijas en el mundo actual. En el pasado los criterios de selección nos hicieron preferir a los más machos y rudos, pero hoy, estos ya no son la mejor opción.
Ana Cristina Vélez
Estudié diseño industrial y realicé una maestría en Historia del Arte. Investigo y escribo sobre arte y diseño. El arte plástico me apasiona, algunos temas de la ciencia me cautivan. Soy aficionada a las revistas científicas y a los libros sobre sicología evolucionista.
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