Los rituales son tan antiguos como el hombre. No es erróneo pensar que incluso son más antiguos que el hombre, pues se han encontrado enterramientos con flores y ofrendas, hechos por los Neandertales.

Es probable que la muerte, la conciencia de la muerte (que no es exclusiva de la especie humana, ya que los cetáceos, los simios superiores y los elefantes manifiestan expresiones de duelo) lleve al ritual espontáneamente. Acompañar al difunto unos días o unas horas nos da seguridad sobre su muerte. Encontrar estrategias para “despedirse”, antes de enterrarlo o quemarlo, da alivio a la tristeza. Los rituales para la muerte, que se han inventado en los distintos lugares del mundo, son acciones comunitarias en las que participan conocidos, amigos y familiares.

La mayoría de los rituales incluyen una serie de acciones repetidas, palabras especiales y música. Siguen un orden y, casi siempre, poseen un significado simbólico y un propósito. Estos actos se llevan a cabo para celebrar eventos importantes, tales como el nacimiento, la madurez sexual, el matrimonio y la muerte. También hacemos rituales para celebrar el paso del tiempo (los cumpleaños y aniversarios) y el grado alcanzado en los estudios.

Los rituales pueden ser muy variados y abarcan una amplia gama de prácticas, desde las ceremonias religiosas hasta los simples hábitos diarios. Estos últimos son rituales privados. Algunas personas ritualizan su levantada o su acostada. Los niños autistas parecen responder bien a los actos que se han ritualizado, porque se le da orden a una secuencia de movimientos que lleva a un fin, lo cual permite anticiparlo. La anticipación es lo contrario a la sorpresa, a la incertidumbre. La anticipación tranquiliza, si en verdad ocurre lo esperado. Por la misma razón, algunos deportistas practican rituales antes de las competencias, para disminuir el nerviosismo. Las ceremonias son maneras de convencer sobre la veracidad y validez de un asunto que es no es más que invención social.

El ritual complicado y costoso está hecho para simplificar, ordenar, dar sentido y valor a una situación, ya que cada uno sabe qué papel juega y qué se espera de él en la ejecución. La alta inversión en recursos le otorga valor y belleza, cualidades que ayudan a volverlo convincente. Por ejemplo, en las ceremonias religiosas todo está escrito, hay que improvisar muy poco. Sería muy laborioso tener que inventar un ritual nuevo para cada matrimonio o para cada bautizo. Casi siempre, la actividad principal recae sobre el sacerdote, el gurú, el escogido, que además de saber de memoria lo que debe hacer y decir, si lo olvida cuenta con un libro de instrucciones. Sin este personaje y su acto elaborado y pomposo (idealmente), las personas no llegarían a creer que la realidad se ha trasformado en otra realidad. Pensemos en un ritual de paso a la edad adulta. El paso a la edad adulta es tan lento y gradual que biológicamente no existe un día, un momento, en el que tenga sentido trazar un límite, pero las comunidades hacen una ceremonia para trazar ese límite y definen cuando el adolescente ya “maduró” y se le exigirá como se le exige a un adulto.

No nos inventamos una manera nueva cada día de saludar a los vecinos ni de despedirnos. Existen maneras de hacerlo que son claras para todo el mundo; están simplificadas. Parece que pedir el matrimonio se estuviera ritualizando. Últimamente, he visto videos, varios (en los olímpicos y en otras partes), en el que un hombre se arrodilla frente a su novia, saca del bolsillo un anillo y le pregunta si quiere casarse con él. Esto solo ocurría en los cuentos y telenovelas.

¡Qué cosa tan cursi! La primera razón es que si la escena va a ser filmada y tiene público es porque ha sido preparada hasta cierto punto, o sea, no tiene nada de espontáneo. Así que las lágrimas de la novia son de cocodrilo. Todos sabemos que ella sabe que esto va a pasar. La segunda razón es que este debería ser un acto privado, en el cual cabe la posibilidad de que la novia diga que no se quiere casar. La tercera razón es que el acto en sí mismo es ¡machista! Una decisión importante debe ser discutida, pensada, meditada por los dos interesados. El matrimonio no es algo que se pide, es una decisión a la que se llega entre dos, y por intereses comunes; al menos en Occidente. Y la espontaneidad solo añade algo infantil, un endulzante de cuento de hadas. La gente aplaude. Yo no puedo gozar con algo tan romanticón y falso.

Deben ser los medios sociales los culpables de esta nueva cursilería. Copiamos sin pensar, copiamos los gestos, las ideas de los otros, la moda. Me asombra ver lo que se pone de moda en los medios sociales: bailar mal, hacer de la intimidad, de lo cotidiano, un espectáculo; mejor dicho, a tanta gente le dio por pensar que volver su vida íntima un entretenimiento para los demás es lo que debe hacer para ser importante. Qué manera tan triste, banal y pobre de importar. Me pregunto lo que sienten hoy Ben Affleck y JLo después de haber hecho de su vida romántica una exhibición permanente, para terminar definitivamente como no terminan los cuentos de hadas.

https://www.thecut.com/article/jennifer-lopez-ben-affleck-divorce-reason.html

Entre otras cosas, hay una película traducida como Violines en el cielo. Es una película en la que se ve con claridad el valor del ritual. En tal caso se trata del ritual de arreglar a los muertos antes de cremarlos. La recomiendo, pues aclara muy bien la función del ritual y, además, es una película muy bella y entretenida. Violines en el cielo (おくりびと, Okuribito) película japonesa del 2008. Ganó el premio de la academia a mejor película extranjera.

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